Así trajeron el arca de Dios, y la pusieron en medio de la tienda que David había levantado para ella; y ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz delante de Dios. Y cuando David acabó de ofrecer el holocausto y los sacrificios de paz, bendijo al pueblo en el nombre de Jehová. Y repartió a todo Israel, así a hombres como a mujeres, a cada uno una torta de pan, una pieza de carne, y una torta de pasas.
1 Crónicas 16:1-3
En el inicio del capítulo dieciseis del primer libro de Crónicas llegamos al colofón del traslado del arca del Pacto a la ciudad de David.
El rey hizo levantar una tienda expresamente destinada a albergar el arca y allí fue colocada, justo en medio de ella.
De inmediato se ofrecieron sacrificios y, al finalizar, David bendijo al pueblo repartiendo a todos los presentes pan, carne y pasas.
David era el rey que quiso compartir con todo el pueblo el gozo de albergar por fin el arca en su casa.
Y así en medio de Su pueblo, habitó Jesús, quien también fue llamado Emanuel, que significa Dios con nosotros.
Jesús es el Hijo Unigénito que fue dado por Dios a nosotros para que a través de Él alcanzáramos la reconciliación con Dios, accediendo por Él al perdón y a la vida eterna.
Porque el Hijo de Dios puso Su vida en pago por nuestros pecados en la cruz del Calvario y al tercer día la volvió a tomar, resucitando de entre los muertos, rompiendo así el dominio de la muerte en el hombre.
Cuarenta días después ascendió a la diestra del Padre y desde ahí intercede por nosotros, aguardando el día en que ha de volver, ya no para morir, sino para juzgar a las naciones y reinar en toda Su gloria y por toda la eternidad.
Mientras tanto, con la llegada del Espíritu Santo a morar en cada cual que cree en el Señor Jesucristo, se dió el nacimiento de Su iglesia.
Y este milagroso acontecimiento marcaría para siempre un antes y un después en los tiempos, con Cristo como punto de referencia y con Cristo en el centro de la iglesia y por cabeza de ella, en el Espíritu Santo.
Y así, tal como el rey David cuando recibió el arca del Pacto en la tienda que levantó, también la iglesia compartía con los demás el gozo de albergar la santa presencia de Dios en sus vidas, de modo que día tras día iban creciendo en número.
Y esta es la obra del Espíritu Santo, que viniendo a morar en el creyente, éste es llevado a someter su carne a la voluntad de Dios, en sacrificios de alabanza y en la partición del pan y del vino, que son la carne y la sangre de Cristo, a través del evangelio de salvación, para que más personas puedan disfrutar de la nueva vida en Él.
Y es que, cuando Cristo está en el centro de la vida del hombre, éste es despertado a ofrecer sacrificios de alabanza, sacrifica su carne y se alimenta de Cristo, el pan de vida y agua de vida eterna.Y además proclama a Cristo, a toda alma, para su salvación.
En el apostol Pablo tenemos un buen ejemplo de vida centrada en Cristo. Quien, por medio de sus cartas aseguró el fundamento de la iglesia como apostol a los gentiles, desde el siglo primero y hasta la actualidad, a todo aquel que las lee.
Pues por sus raíces, estudios y nivel social y religioso, Pablo tenía de qué jactarse y aún así, dijo de todo ello:
"Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;"
Filipenses 3:7-9
Y es que Pablo, que antes fue un perseguidor de la iglesia llamado Saulo, fue impactado por la presencia del Señor. Gloria tal que hasta le dejó ciego por tres días y en un ayuno total, hasta la confirmación de su llamado por medio de Ananías.
Y aquel que tres días antes destilaba odio contra la iglesia, ahora iba a sufrir en su carne por amor a ella, por cuanto el Señor lo puso por apostol a los gentiles.
Y aunque tuvo que padecer duramente de inicio a fin de su ministerio, jamás se leyó de él que desistiese en ninguna de sus misiones sino que, aún desde el calabozo más oscuro y nauseabundo, hizo notorio su gozo en Cristo.
Porque un corazón centrado en Cristo está tan lleno de Su presencia que no puede quedar espacio para el desánimo o el ensimismamiento.
Pero debemos reconocer que esas dos nocivas actitudes suelen ser muy habituales en la iglesia actual. ¿Será que no ponemos a Cristo en el centro de nuestra vida?
Hay que reconocer que cada día se nos hace más denso este mundo, más inaguantable, a causa de los acontecimientos y las consecuencias de toda esta maldad que ya la tierra no puede tragar.
Pero, si tenemos a Cristo en el centro, Su gozo y Su paz no han de verse alterados por ningún elemento externo.
Pensemos que David no pudo acceder al interior de la tienda que albergaba el arca, y aún así en ese momento para él fue el de mayor regocijo en su reinado. ¿Acaso no tendremos, nosotros, mayor gozo que él, siendo nosotros esa tienda que alberga al Espíritu Santo de forma permanente?
¡Ay, si nos tocara sufrir al menos una décima parte de lo que le tocó padecer a Pablo!
Tomaremos sus palabras para nuestro aprendizaje y sea Cristo el centro de nuestra vida.
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí."
Gálatas 2:20
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