Y no trajo David el arca a su casa en la ciudad de David, sino que la llevó a casa de Obed-edom geteo. Y el arca de Dios estuvo con la familia de Obed-edom, en su casa, tres meses; y bendijo Jehová la casa de Obed-edom, y todo lo que tenía.
1 Crónicas 13:13-14
Tras el fatídico suceso de la muerte de Uza durante el traslado del arca, David, impactado, abortó la misión de llevarla, por el momento, hasta Jerusalén.
Escogió pues la casa de Obed-edom como el lugar en que reposara el arca de la Alianza, un tiempo prudencial hasta que pudiera ser llevada a la capital.
A Obed-edom le tocaría albergar el arca por la cual murió Uza. Aquel arca que también había causado graves estragos a los filisteos, antes de ser devuelta a Israel, donde reposó por largo tiempo en la casa de Abinadab.
Así pues, el rey hizo morar en el hogar de Obed-edom al más preciado e importante objeto en Israel, en el cual se representaba y manifestaba la presencia de Dios, y cuyo interior albergaba las tablas con los diez mandamientos dados por Dios a Moisés.
Un trimestre fue el tiempo que reposó el arca en el lugar. Tiempo más que suficiente para que Obed-edom y toda su familia y pertenencias se vieran grandemente bendecidas por Dios.
Pero esto no sucedió así por el largo tiempo de estancia en la casa de Abinadab. Pues en veinte años de estar ahí, el arca no supuso para él y su familia algún cambio relevante con respecto a la cotidianidad de su vida anterior a esta etapa.
Y pasando a otra etapa en la historia, Dios Hijo vino a habitar entre Su pueblo en un habitáculo de carne y huesos, tan humano como todo hombre, pero viviendo sin pecado, el Señor Jesucristo.
Él vino para cumplir Su plan eterno de salvación, dándose a muerte en sacrificio y resucitando al tercer día, para el perdón y la vida eterna a todo aquel que en Él cree y lo reconoce como Señor y Salvador personal.
Pero antes de esto, el Señor anduvo por un tiempo de al menos tres años anunciando al pueblo la llegada de su reino y tomando para Sí discípulos y apóstoles, que más adelante se ocuparían de extender el evangelio y establecer los fundamentos de la iglesia.
Doce de entre sus discípulos fueron los que el Señor seleccionó para desempeñar la labor apostólica. Estos doce convivieron diariamente con Dios mismo hecho carne durante todo el tiempo ministerial de Jesús.
Y quitando a Judas Iscariote, el traidor, veremos que no todos los apóstoles asimilaron la presencia del Señor entre ellos de la misma manera.
Por un lado, Pedro reconocía que Jesús era Dios:
"Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente."
Mateo 16:16
En cambio, Felipe, no supo dilucidar Su identidad durante todo el tiempo en que el Señor estuvo con ellos, sino que tuvo que declarárselo Jesús mismo de Su propia boca:
"Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?"
Juan 14:9
Los dos fueron grandemente bendecidos, por el gran privilegio de seguir y servir al Señor de primera mano, en sus días sobre la tierra. Pero la bendición a Pedro fue mayor, por cuanto pudo reconocer a Dios en el Señor Jesucristo.
Le dió la bendición de ser quien abriera el evangelio a los gentiles, en Cesarea, con la conversión de Cornelio y de toda su casa. Además, antes, ya fue uno de los tres privilegiados que vieron a Jesús transfigurado y hablando con Elías y con Moisés, en una muestra de cuando el Señor venga en Su reino.
Porque el Señor ya vino, murió, fue sepultado, resucitó al tercer día y ascendió a la diestra del Padre. Pero ha de volver, porque lo ha prometido, ya no a morir por nosotros, sino a reinar y a juzgar a todas las naciones en toda Su gloria.
Mientras tanto, todos los creyentes en Cristo conformamos Su iglesia y anunciamos Su evangelio de salvación, además de Su segunda venida, para el arrepentimiento y la salvación de las almas.
Y de la iglesia del primer siglo hallamos enseñanza, pues a ella se escribieron varias epístolas en cada región donde se congregaba.
Por ejemplo, de la iglesia sita en Éfeso, vemos, por la carta de Pablo, cómo sus inicios fueron de gran bendición, en obediencia y servicio a Dios según Su voluntad. Pero décadas después el Señor hace escribir a Juan una carta para la misma iglesia Efesia, en la que ha de exhortarle por haber dejado de tener en cuenta a Dios en su obra.
Y es que la presencia de Dios está en todo creyente, en toda la iglesia de Dios. Pero no todo creyente y toda la iglesia se beneficia de ella.
Del mismo modo que Abinadab convivió con el arca por dos décadas sin que nada aconteciera en particular a causa de la presencia de Dios en su casa, somos muchos los creyentes que convivimos en Cristo por el Espíritu Santo, que mora en nosotros, pero no vivimos en apreciación de Él, sino más bien ocupados en lo terrenal y pasajero, como antes de nuestra etapa en Cristo.
Seamos más bien como Obed-edom, que por poco que se posó el arca en su casa, dejó que la presencia de Dios morara en toda ella y que sus bendiciones trascendieran de generación en generación.
Recitaremos como David, en alabanza:
"Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre."
Salmos 16:11
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