Entonces todo Israel se juntó a David en Hebrón, diciendo: He aquí nosotros somos tu hueso y tu carne. También antes de ahora, mientras Saúl reinaba, tú eras quien sacaba a la guerra a Israel, y lo volvía a traer. También Jehová tu Dios te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel mi pueblo. Y vinieron todos los ancianos de Israel al rey en Hebrón, y David hizo con ellos pacto delante de Jehová; y ungieron a David por rey sobre Israel, conforme a la palabra de Jehová por medio de Samuel.
1 Crónicas 11:1-3
Después de nueve capítulos con genealogías y un capítulo siguiente con la muerte de Saúl por su desobediencia, llegamos al onceavo capítulo que nos presenta a David en el momento en que va a ser unánimamente reconocido como rey sobre Israel y debidamente entronizado.
Este acontecimiento no se dió inmediatamente después de la muerte de Saúl y de tres de sus hijos, sino que aún debieron pasar más de dos años hasta que Is-boset, el único hijo de Saúl que quedó con vida, muriera asesinado por manos de Recab y Baana.
Fue entonces donde todo Israel se unificó en pos del ungido rey David, para iniciar la nueva y mejor etapa que se habría vivido desde que hubiera rey en Israel.
El nombre de Is-boset brilla por su ausencia en el relato del cronista, que pasa directamente de Saúl a David sin mencionar sus dos años de reinado durante la transición entre las dinastías reales, de Benjamín a la de Judá.
Is-boset, como indica su nombre, que traducido viene a decir "Hombre de vergüenza", supuso para el cronista, quien por inspiración de Dios escribía, un despropósito de intento de frustrar el plan de Dios y Su propósito para con David, el que mandó ungir para que de su real descendencia surgiera el Cristo prometido, el Hijo de Dios, en rescate a los hombres.
Pero, cuando éste murió, murieron también sus asesinos, Recab y Baana, en castigo por haber traído su cabeza a David, quien no toleró la bajeza de haberle dado muerte a traición, cuando él no se podía defender.
Todo lo referente a este sombrío asunto no lo registra el cronista, pero sí se podrá leer en el segundo libro de Samuel.
"Cuando entraron en la casa, Is-boset dormía sobre su lecho en su cámara; y lo hirieron y lo mataron, y le cortaron la cabeza, y habiéndola tomado, caminaron toda la noche por el camino del Arabá. Y trajeron la cabeza de Is-boset a David en Hebrón, y dijeron al rey: He aquí la cabeza de Is-boset hijo de Saúl tu enemigo, que procuraba matarte; y Jehová ha vengado hoy a mi señor el rey, de Saúl y de su linaje. Y David respondió a Recab y a su hermano Baana, hijos de Rimón beerotita, y les dijo: Vive Jehová que ha redimido mi alma de toda angustia, que cuando uno me dio nuevas, diciendo: He aquí Saúl ha muerto, imaginándose que traía buenas nuevas, yo lo prendí, y le maté en Siclag en pago de la nueva. ¿Cuánto más a los malos hombres que mataron a un hombre justo en su casa, y sobre su cama? Ahora, pues, ¿no he de demandar yo su sangre de vuestras manos, y quitaros de la tierra? Entonces David ordenó a sus servidores, y ellos los mataron, y les cortaron las manos y los pies, y los colgaron sobre el estanque en Hebrón. Luego tomaron la cabeza de Is- boset, y la enterraron en el sepulcro de Abner en Hebrón."
2 Samuel 4:7-12
Puestos en el contexto de la situación, ahora estaban reconociendo unánimamente a David como rey por sobre toda Israel, confesando que habían rendido pleitesía al rey Saúl mientras reconocían en David al verdadero ungido de Dios.
Pero mientras Saúl vivía, ellos se prestaban a sus órdenes y servicio, los cuales en sus últimos años se habían centrado casi exclusivamente en hacer desaparecer a David y a todo aquel que le simpatizara.
He aquí la paradoja de éstos, que servían a quien buscaba destruir al que ellos reconocían por su buen hacer y lealtad a Dios y a Su pueblo.
No quiso, pues, el cronista, traer a la memoria a aquellos que causaban división, sino que se centrará en su unificación en favor de su rey.
Pasado el tiempo, llegó el día en que se diera el cumplimiento de la llegada del Mesías, el hijo de David y Varón de dolores, tal como profetizara Isaías y el mismo David en los Salmos.
"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido."
Isaías 53:4
Éste fue nacido de virgen, Dios Hijo hecho hombre y habitando entre nosotros, para vivir como hombre, pero sin pecado. Y en su impecabilidad, hizo justicia clavando consigo en el madero la sentencia que nos condenaba a muerte, confirmándola con un claro "consumado es" y entregando Su espíritu para morir.
Y ese fue el instante en que se diera el acceso a la reconciliación de Dios con el hombre, por cuanto el hombre está inevitablemente separado de Dios desde el pecado de Adán. Así que ahora en Cristo es posible la unificación en su muerte y , en su resurrección al tercer día, se abre el acceso a la vida eterna en Él, como siempre tuvo que ser, antes de que Adán cayera en la transgresión.
Nacida la iglesia tras Su ascensión a la diestra del Padre, vivimos, los que creemos en Él, reconociéndolo como Señor y Salvador nuestro, en medio de un mundo gobernado aún por el que usa el trono que no le pertenece, el cual perecerá para siempre cuando el Señor Jesucristo vuelva.
Porque Él ha de volver, no ya para sacrificarse cual cordero inmolado, sino en cumplimiento de Su gloria profetizada como Rey de reyes y Señor de señores, en el día en que toda rodilla se doblará y todos unánimamente lo reconocerán como Rey sobre las naciones.
Mientras tanto, el Señor ha dado a Su iglesia el legado de la expansión del evangelio de salvación al hombre en Cristo Jesús, para que todos puedan llegar al arrepentimiento y disfrutar así del mismo regalo de salvación y vida eterna en Él.
Porque mientras tanto, la iglesia es el cuerpo de Cristo que, en unanimidad por el Espíritu Santo, reconocemos a nuestro Señor y Rey, viviendo por y para Él en este mundo, hasta que Su justicia sea cumplida sobre todas las naciones y por toda la eternidad, para Su gloria y honra.
Hoy es día de dirigir la mirada hacia lo Eterno y recordar que nuestro Señor y Dios será unánimamente reconocido por todos los hombres de la tierra, por unos para salvación y vida eterna, y por otros, para su perdición, por cuanto desecharon el anuncio de Su nombre de perdón y vida.
Cantaremos, pues, mientras anunciamos a Cristo por las naciones:
"Alabad a Jehová, naciones todas; Pueblos todos, alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, Y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya."
Salmos 117: 1-2
Amén.
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