sábado, 22 de abril de 2023

ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17

ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17

Y dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén , y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios.
Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén , no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros.
2 Crónicas 20:15-17

Nos encontramos reflexionando en el segundo libro de Crónicas, donde el cronista ha destinado una extensión al rey Josafat de Judá que abarca cuatro capítulos. 

En este cuarto y último capítulo, el que sumaría el número veinte del libro, se narran los últimos hechos relevantes de su reinado.

Josafat fue un rey entusiasta con la fidelidad a Dios, que inició con ímpetu contra la idolatría, fortaleciéndolo así contra los enemigos. 

Llegando a la madurez de su reinado, se equivocó tomando una desición que repercutiría hasta el final de sus días. 

Y es que, aunque Dios no dejó caer Su ira contra él, cuando unilateralmente decidió aliarse con Acab, el hecho haría mella más adelante, abriendo las puertas al enemigo hasta asediar su reino por sorpresa. 

Envuelto en emboscadas entre los de Amón y Moab en Seir, territorio de Judá marcada por los edomitas, Josafat con todo Judá clamaron a Dios en Su ayuda, cuando humanamemte sólo les quedaba esperar el ataque inminente. 

Humillados pues, delante de Dios, reconociendo su total dependencia a Él, recibieron respuesta por boca del profeta Jahaziel, dando unas instrucciones muy precisas. 

Instrucciones que inician con palabras de aliento, no temáis ni os amedrentéis, llevándolos a la total confianza de ser Dios mismo el que ocuparía su lugar en esta guerra. 

No por ello restarían inactivos, ya que seguidamente reciben unas claras directrices, que deberán cumplir en obediencia, para que todo se dé según Dios ha dispuesto. 

Pues aunque la guerra es de Dios, según encabeza el profeta, deberán descender igualmente contra el enemigo, sabidos de antemano qué hará y por dónde encontrarlo. 

Más allá de ahí no tendrán que hacer más que parar, esperar en Dios y observar Su victoria.

La victoria es de Dios. La fue desde el principio y lo será siempre, ya que nada ni nadie puede contra el Creador Omnipotente. El Único que, pudiendo desintegrar toda Su creación para hacer algo nuevo sin relación con el pecado, por amor, ya que Dios es amor, dio Su propia vida en pago por la de toda la humanidad, venciendo la acción del pecado y de la muerte en todo aquel que, por la fe en Él, recibe por gracia una nueva identidad, victoriosa en Cristo, como hijo de Dios. 

Hechos nuevos en Cristo, por la fe, venimos a formar parte de Su iglesia, la cual es santificada en Cristo por el Espíritu Santo, apartada del dominio del pecado del cual éramos esclavos. Pero no nos aparta del mundo, es decir, no siendo de este mundo, por la nueva ciudadanía en el reino de Dios, somos llamados a permanecer, no mezclándonos de nuevo con el pecado, mas sirviendo de lumbrera y portavocía de las nuevas de salvación al mundo, para que otros puedan gustar también de la nueva vida en Él. 

No son pocas las aflicciones que podemos sufrir, como cristianos, en medio de un mundo caído. 

En tiempos de aflicción clamamos a Dios, y Él nos responde recordándonos Su victoria por el Espíritu Santo que mora en nosotros. Y a su vez, nos precisa, como el profeta a Josafat, a descender contra el enemigo. No para luchar contra él, pues la victoria la tenemos ya en Cristo, sino con la actitud victoriosa de quienes somos hijos del Omnipotente Creador de todas las cosas y Redentor de la humanidad. 

"¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
Romanos 8:31-39

Hoy es día de descansar, tomar fuerzas y confiar en nuestro Señor y Salvador Jesucristo, recordando que nuestras aflicciones son pasajeras, un suspiro, y nos espera una vida eterna con Él. 

"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."
Juan 16:33





















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