martes, 3 de mayo de 2022

CONSERVANDO AL CANANEO, 1 Crónicas 7:14

CONSERVANDO AL CANANEO, 1 Crónicas 7:14

Los hijos de Manasés: Asriel, al cual dio a luz su concubina la siria, la cual también dio a luz a Maquir padre de Galaad.
1 Crónicas 7:14

El cronista nos habla de los hijos de Manasés.

Manasés era el primogénito de José y lo llamó así por cuanto el gozo por su nacimiento le hizo olvidar todas las malas experiencias desde el día en que fue lanzado al pozo y vendido por sus hermanos.

La felicidad de traer esta nueva vida le ayudó también a olvidar el dolor de no haber sabido ya nada de su padre y del  comprobar que durante todo este tiempo nadie de su familia vino a buscarle.

Manasés tenía un hermano menor, Efraín, pero que recibió la bendición del primogénito por parte de Israel, ya que dijo Jacob que Efraín sería mayor en importancia que Manasés.

Aún así ambos fueron muy bendecidos con muchas tierras, por cuanto eran los hijos de José y en agradecimiento por su labor de salvar de las hambrunas y de  hospedar a Israel, mientras estuvo como gobernador en Egipto.

Y la bendición de Israel en cuanto a Manasés y a Efraín denotaban tales bondades que todos desearían la prosperidad de ellos:

"Y los bendijo aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de Manasés."
Génesis 48:20

La tribu de Manasés es representada por Moisés como uno de los dos cuernos de un toro, siendo éste José, su padre viéndose representado Efraín como el otro cuerno.

"Como el primogénito de su toro es su gloria, Y sus astas como astas de búfalo; Con ellas acorneará a los pueblos juntos hasta los fines de la tierra; Ellos son los diez millares de Efraín, Y ellos son los millares de Manasés."
Deuteronomio 33:17

Esta descripción nos descubre el carácter valiente y guerrero de Manasés.

Aunque a pesar de ello llama la atención que sus hombres no fueran capaces de desalojar las tierras que recibieron en el reparto de la heredad, lo que sugiere que no era por falta de capacidad que no echaran a los cananeos y al resto de ocupantes extranjeros, sino más bien un desinterés por hacerlo.

"Mas los hijos de Manasés no pudieron arrojar a los de aquellas ciudades; y el cananeo persistió en habitar en aquella tierra. Pero cuando los hijos de Israel fueron lo suficientemente fuertes, hicieron tributario al cananeo, mas no lo arrojaron."

"Tampoco Manasés arrojó a los de Bet-seán, ni a los de sus aldeas, ni a los de Taanac y sus aldeas, ni a los de Dor y sus aldeas, ni a los habitantes de Ibleam y sus aldeas, ni a los que habitan en Meguido y en sus aldeas; y el cananeo persistía en habitar en aquella tierra."
Josué 17:12-13 y Jueces 1:27

Lamentablemente, esta decisión de mantener al extranjero en la abundancia de su heredad, pasó una cara factura a toda la nación de Israel que, a base de continuos ataques y amenazas por parte de los mismos cananeos que los Israelitas no quisieron echar, se provocó que Israel fuera expulsada de su propia tierra.

De modo que aún en la actualidad existe mucho territorio por recuperar, cosa que posiblemente no se llegue a dar hasta que el Señor vuelva en Su segunda venida, para tomar Su trono y Su reino sobre la tierra.

Porque el Señor ya vino una primera vez, y anduvo entre los hombres. Y siendo Dios Hijo, se hizo hombre, y vivió como uno de nosotros, pero sin pecado, por tal de cumplir con toda justicia, a través de la consumación de Su obra redentora en la cruz del Calvario.

Y tras Su muerte y Su resurrección al tercer día, nos abrió el acceso al Padre y a Su heredad, bendiciéndonos de tal manera que nos ha hecho sentar juntamente con Él en los lugares celestiales.

Así se resuelve que todo aquel que cree que Jesús es el Señor y lo reconoce como Su salvador personal, recibe el perdón de sus pecados y le es dada una nueva identidad como hijo de Dios, viniendo el Espíritu Santo a morar en él.

Y con las arras del Espíritu Santo nos hacemos receptores de tamaña bendición, que no hay otra más grande, y sólo nos queda proclamar las bondades de la gracia de Dios en Cristo Jesús, para que lo que se hizo en nosotros, se haga en todos los receptores del evangelio de Jesucristo, por medio de la fe.

Y aunque, por la Palabra, sabemos que en Cristo obtenemos la fortaleza más que suficiente (y sobrante) para desechar todo antiguo altar que se levantó en nuestro  corazón, durante nuestra pasada manera de vivir, debemos reconocer que hay muchos de ellos aún por arrojar, para poder continuar siendo llenos del Espíritu, en un cada vez más marcado carácter de Cristo.

Porque bien próspero fue Manasés con su heredad, pero al no haberla desalojado, acabó siendo echado de ella, siendo aún suya pero al disfrute del enemigo.

De igual modo, nosotros no vamos a perder la vida eterna que nos ha sido dada en Cristo, pero si no nos ocupamos de desechar aquello de lo que fuimos rescatados, pronto vendrán la angustia y los afanes terrenales a impedirnos el uso y disfrute de nuestro gozo y paz en Cristo Jesús.

Para evitar esto, adueñémonos del consejo que dió Pablo a los Efesios:

"En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad."
Efesios 4:22-24














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