Entonces se fue David con todo Israel a Jerusalén, la cual es Jebús; y los jebuseos habitaban en aquella tierra. Y los moradores de Jebús dijeron a David: No entrarás acá. Mas David tomó la fortaleza de Sion, que es la ciudad de David. Y David había dicho: El que primero derrote a los jebuseos será cabeza y jefe. Entonces Joab hijo de Sarvia subió el primero, y fue hecho jefe. Y David habitó en la fortaleza, y por esto la llamaron la Ciudad de David. Y edificó la ciudad alrededor, desde Milo hasta el muro; y Joab reparó el resto de la ciudad.
1 Crónicas 11:4-8
Se inicia el relato de las obras del rey David como rey de Israel y el cronista nos resume la toma de lo que será la ciudad de David, en Sion.
El joven pastor de Belén y el hijo menor de Isaí, llegó a conocer bien las tierras de la heredad. Entre batallas y huídas, el joven crecía y se fortalecía, hasta que llegó el momento de tomar su trono y supo escoger, para sí, la mejor ubicación.
Jebús era su nombre, pero esta tierra era la asignación eterna del reino de Dios sobre la tierra, llamada Jerusalén.
La centralidad y el emplazamiento estratégicos de la ciudad la hacían, a ojos de David, idónea para albergar un trono eterno, por lo que no se amilanó ante la resistencia jebusea.
Porque David no era un mero afortunado que acertara por casualidad que en Sion tendrá Su trono el Rey eterno sobre la tierra, sino que siendo también profeta, vino a desarrollar sus capacidades y su forma de vida como tipificando al Rey de reyes, el Mesías que Dios anunciará más tarde, en pacto con David, a través de Natán.
"Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino."
2 Samuel 7:12-13
Y cuando el Mesías fue dado por Dios a los hombres para darse en pago por los demás, los que habitaban Su pueblo no le quisieron aceptar participando, sin saberlo, en el cumplimiento del plan de salvación de Dios por medio de Cristo, por Su obra redentora en el Gólgota y en Su resurrección al tercer día.
A los cuarenta días de resucitado, el Señor Jesucristo ascendió a la diestra del Padre hasta el día en que ha de volver.
Porque el Señor volverá, no ya como para entregar Su vida en sacrificio, sino para tomar Su trono para siempre, desde Sion, y sobre todas las naciones.
Y para que sus discípulos no se entristeciesen cuando Él partiera sobre las nubes, Jesús les alentó, diciendo:
"En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis."
Juan 14:2-3
Y esta es la esperanza de los que creemos en Él, que vamos a estar un día en Su gloria y por toda la eternidad. Pues Jesús mismo nos dice que, cual Joab, cuyo nombre significa "Yahvé es Padre", está alistando el lugar en el reino de los cielos para que estemos con Él.
Y en esta esperanza, la iglesia pisa el mundo con la mirada hacia la eternidad, teniendo por labor la de portar la luz de Cristo a las naciones, para hacer la voluntad de Dios, la cual es que todos los hombres tengan la oportunidad de arrepentirse y ser salvos, por medio del evangelio.
Porque cuando el Señor vuelva y establezca Su trono, desde allá juzgará a todos los hombres. Sea que muchos puedan ser hallados en el libro de la vida para su salvación.
Ahora, viendo a David, que era un hombre como cualquiera de nosotros, con la determinación con que tomó Sion sin apreciar la resistencia en su contra. Y viendo a Joab, otro más entre los mortales, derrotando a toda esta resistencia, ¿cómo se va amilanar la iglesia a causa de la resistencia enemiga?
Así que, por cuanto somos hijos de Dios y de Él son los cielos y la tierra. Y por cuanto en Cristo hemos sido hechos coherederos de Su gloria, hoy es día de avanzar con determinación y sin miedo a las provocaciones y a las voces en contra, y hagamos toma de posesión de la victoria contra toda la maldad, que ya nos ha sido dado en Cristo desde el primer día de vida en Él.
Tomemos ánimo y nos sirva este versículo como aliento, para el día en que se nos antoje largo el camino:
"El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento."
2 Pedro 3:9
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