jueves, 26 de mayo de 2022

LOS FRUTOS DEL REINO, 1 Crónicas 14:3-7

LOS FRUTOS DEL REINO, 1 Crónicas 14:3-7

Entonces David tomó también mujeres en Jerusalén, y engendró David más hijos e hijas. Y estos son los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón, Ibhar, Elisúa, Elpelet, Noga, Nefeg, Jafía, Elisama, Beeliada y Elifelet.
1 Crónicas 14:3-7

David ya había tenido hijos antes de ser coronado en Jerusalén sobre las doce tribus.

Aún así, el cronista nos comenta cómo de Jerusalén se tomó a más mujeres y de ellas tuvo más hijos.

De entre los nacidos en Jerusalén se encuentra Salomón, el que le sucederá en el trono y extenderá la fama de su reino por todas las naciones.

La poligamia jamás formó parte del modelo de familia que Dios mostró en Su creación. Sino que Dios creó al hombre, llamando Adán a varón y a hembra, siendo ambos la humanidad, para que la unión de ellos dos viniese a ser una sola carne, y nadie más.

Además que ya lo expresó Dios claramente a través de Moisés, en su discurso próximo a cruzar el Jordán, en previsión de que algún día el pueblo de Dios sería gobernado por reyes de carne y hueso, sobre cuál debía de ser el comportamiento del rey.

"Pero él no aumentará para sí caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de aumentar caballos; porque Jehová os ha dicho: No volváis nunca por este camino. Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia."
Deuteronomio 17:16-17

Así pues, permitido pero no aprobado, por cuanto es contrario a la voluntad de Dios tocante al comportamiento del rey de Israel, David tuvo varias mujeres y concubinas que le hicieron aumentar en gran número su prole.

Y de la descendencia de David nació el Hijo de Dios, el Redentor, el Señor Jesucristo.

A Jesús lo cuestionaban los sacerdotes y los ancianos de Israel, no queriendo reconocerlo como el Mesías a pesar de las señales y milagros exclusivamente Mesiánicos que el Señor daba cumplimiento delante de sus narices.

Dada la incredulidad de éstos Jesús los posicionó por detrás de los publicanos y de las rameras, por cuanto ellos sí que lo reconocieron, dando frutos en el reino de Dios, por medio de su fe.

Y así Jesús se usó de la parábola de los malos labradores, para ilustrar la demanda de estos frutos. Conclusión con la que sentenció directamente su falta de fruto digno de arrepentimiento y de ser partícipe en el reino.

"Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, Ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, Y es cosa maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él."
Mateo 21:42-43

Sobre esto ya había advertido Juan, cuando los principales se acercaban durante los bautismos:

"Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego."
Mateo 3:8-10

Porque igual de improductivo es el que no da fruto alguno, como el que lo da malo, ya que el fruto determina la naturaleza de quien lo produce. Jesús nos lo mostró, también, de esta manera:

"Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis."
Mateo 7:16-20

Si bien se estaba refiriendo a los falsos profetas, teniendo, los miembros del Sanedrín, la erudición escritural y la autoridad legal en Israel, su mal fruto los constituía como tales.

Y es que sólo en Cristo puede haber fruto, pues Él es la vida, y estos fariseos y sacerdotes no quisieron aceptarlo.

Pero a todo el que cree que Jesús es su Señor y Salvador personal, Dios le da el perdón de sus pecados y la vida eterna.

También le es dado el Espíritu Santo, quien se ocupará de santificar a cada creyente, llevándolo a un cada vez más marcado carácter de Cristo.

En esta santificación es manifiesto el fruto del Espíritu, el cual sólo puede darse en Cristo.

De manera que la práctica religiosa del cristianismo por el mero hecho de ejercer una liturgia, de nada sirve sin Cristo.

No se puede creer en Él y no tener fruto, de otro modo, no se trataría de una fe genuina.

David fue confirmado por rey sobre Israel y no perdió el tiempo en asegurarse su descendencia, con hijos como frutos.

A cada uno de los creyentes en Cristo, como miembros de Su cuerpo somos y Él nuestra cabeza, no caigamos en la soberbia de aquellos fariseos, buscando frutos por sus propios medios, seamos más bien fructíferos como David, en vistas del reino, para la gloria de Dios.

Porque sin Cristo no hay fruto que valga:

"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer."
Juan 15:5



















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