viernes, 27 de mayo de 2022

ENCOMENDADO A DIOS, 1 Crónicas 14: 16-17

ENCOMENDADO A DIOS, 1 Crónicas 14:16-17 

Hizo, pues, David como Dios le mandó, y derrotaron al ejército de los filisteos desde Gabaón hasta Gezer. Y la fama de David fue divulgada por todas aquellas tierras; y Jehová puso el temor de David sobre todas las naciones.
1 Crónicas 14:16-17 

En el capitulo número catorce, el cronista evidencia la obediencia de David a Dios, desde el inicio de su reinado, punto que contrasta claramente con el de su antecesor rey, Saúl. 

Pues, cuando llegó a oídos de los Filisteos que David había subido al trono sobre Israel, se levantaron a hacer guerra contra él. 

Y David, aún conociéndolos desde adentro, por cuanto anduvo entre ellos cuando Saúl buscaba matarlo, pidió consejo a Dios al respecto: 

"Entonces David consultó a Dios, diciendo: ¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mi mano? Y Jehová le dijo: Sube, porque yo los entregaré en tus manos."
1 Crónicas 14:10 

Y como David actuó en obediencia, según el consejo, Dios le dió la victoria. 

Pero los Filisteos se levantaron en contraataque y, ¿qué hizo David? ¿Acaso se aventuró a actuar del mismo modo que antes, por cuanto así Dios le había instruído? No, sino que volvió a Él en busca de un nuevo consejo. 

"David volvió a consultar a Dios, y Dios le dijo: No subas tras ellos, sino rodéalos, para venir a ellos por delante de las balsameras."
1 Crónicas 14:14 

Conforme a la nueva instrucción actuó en obediencia, teniendo por resultado la victoria contra los filisteos y un inicio de su reinado en gran poder y buena fama sobre las naciones. 

En contraportada, y aún siendo dos buenos ejemplos a seguir en el pueblo de Dios, tenemos a Aarón y a Moisés, que aún habiendo recibido claras instrucciones, en una ocasión se dejaron llevar por sus presunciones, actuando como mejor les pareció a ellos. 

A continuación, un muy breve panorama, pero el justo para entender el caso: 

El escenario ronda el desierto de Zin, un pueblo sediento y enfurecido contra Dios y contra Moisés y una peña de la que Dios haría brotar aguas para saciarlos. ¿Cómo se llevó a cabo el milagro? Acá leemos las instrucciones: 

"He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel."
Éxodo 17:6 

Así que Moisés golpeó la peña con la vara y de ella salieron las aguas para dar de beber al pueblo. 

Dentro de este mismo escenario, el acontecimiento se va a repetir tiempo después: el mismo pueblo, airado y con sed, la peña de la que ya vieron brotar aguas y un Moisés recibiendo instrucciones al respecto. 

"Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias."
Números 20:8 

Esta vez Dios le da una instrucción diferente. El instruído, acompañándose de Aarón, ya no golpeará la roca, sino que le hablará y de ella sola brotará el agua. 

La orden era bien sencilla de ejecutar, en cualquier caso, eran dos presentes, por si acaso alguno de los dos pudiera decir "no escuché bien lo que nos ordenó Dios que hagamos", siempre quedaría el otro para aclararlo. 

Pero no obedecieron, ni el uno, ni el otro. Sino que el primero se contagió de la avidez del enojo popular, encendiéndose se dejó llevar e hizo lo que ya sabía según su experiencia pasada: golpear y sacar agua. Su acompañante Aarón simplemente no hizo nada, dejando hacer a Moisés según le parecía porque "¿para qué hablar a la peña si uno puede golpearla? Sí Moisés, tú haz que yo me quedo mirando aquí callado", nada que ver con la instrucción de Dios. 

La consecuencia supuso lo peor para ellos dos: no pisar la tierra que Dios les daba por heredad, a la cual Moisés y Aarón se dedicaron a tiempo completo y con todas sus fuerzas a encaminar a un pueblo numeroso y difícil... Trabajo que bien hubiera merecido el premio. 

He aquí el castigo ejemplar, que Moisés, subiendo a Abarim y a Nebo, ya no bajaría más de allí. El pueblo no vería más el rostro de aquel que allá estaba cuando nació cada uno de sus habitantes, junto con Josué y Caleb. 

Y para que conste, quedará plasmado en la historia, entre las letras de la ley, para ser sabido de generación en generación. 

Y he aquí la dificultad del hombre por mantenerse en obediencia desde que pecara Adán. Porque, por su desobediencia toda la humanidad, se ha visto irremediablemente repelida de la Santa presencia de Dios, por su simiente corrompida por el pecado. 

Y como no hay justo, ni aún uno, como dijera David en su Salmo y citara después Pablo para enseñanza a la iglesia en Roma, Dios mandó a Su Hijo unigénito quien, siendo Dios, nació como hombre para morir como tal pero sin pecado, para hacer justicia sobre la injusticia. 

De modo que todo aquel que cree en el Señor Jesucristo y lo tiene por Salvador personal, es justificado en Él delante de Dios, recibiendo el perdón por medio de Su obra en la cruz del Calvario y la vida eterna por Su resurrección al tercer día. 

Habiendo ascendido el Señor a la diestra del Padre, se dió inicio a la iglesia de Cristo. La que, morada por el Espíritu Santo, según el número de sus miembros, cada uno en particular, ya no es guiada por el parecer de su carne y por sus propias presunciones, sino por la perfecta voluntad del Espíritu, que es la voluntad de Dios. 

De este modo alentaba Pedro a los cristianos judíos de la dispersión, quienes, por la gravedad de las persecuciones contra ellos, se veían tentados a desistir del esforzado camino de la fe. 

"Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios."
1 Pedro 4:1-2 

Y por cuanto más fácil le es al hombre seguir su propia prudencia que la voluntad de Dios, Pedro reconviene: 

"Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador? De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien."
1 Pedro 4:18-19 

Y en la reflexión devocional tras la lectura de hoy, concluiremos rogando al Padre que ponga en nosotros un corazón obediente como el de David, encomendando a Dios nuestro día a día. 

"Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará."
Salmos 37:5





















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