martes, 10 de mayo de 2022

AL OLVIDO, LOS QUE SE QUEDARON, 1 Crónicas 9:1-3

AL OLVIDO, LOS QUE SE QUEDARON, 1 Crónicas 9:1-3

Contado todo Israel por sus genealogías, fueron escritos en el libro de los reyes de Israel. Y los de Judá fueron transportados a Babilonia por su rebelión. Los primeros moradores que entraron en sus posesiones en las ciudades fueron israelitas, sacerdotes, levitas y sirvientes del templo. Habitaron en Jerusalén, de los hijos de Judá, de los hijos de Benjamín, de los hijos de Efraín y Manasés:
1 Crónicas 9:1-3

Finalizando las genealogías iniciales del primer libro de Crónicas, el cronista registra el nombre de los principales retornados por sus tribus, además de los levitas.

Cabe decir que no todos los israelitas volvieron a su tierra, aún teniendo carta blanca para hacerlo desde el decreto de Ciro y en adelante hasta completarse las tres fases del retorno. Porque la mayoría se habían acostumbrado al entorno socio-cultural de la zona en donde se vieron obligados a exiliar.

Tanto así que, en lugar de suponerles un motivo de gozo recibir el decreto del retorno, les supondría una molestia por tener que desligarse de todos sus compromisos adquiridos con los paganos.

Concluye el cronista, pues, con la memoria de los que volvieron.

Cuando el Señor Jesucristo habitó entre Su pueblo, obró una serie de milagros y señales, muy concretos para que, aquel que los viera y en conocimiento de las Escrituras, reconociera sin ninguna duda que Él era el Mesías prometido, el Hijo que Dios entregaba para la redención de Su pueblo y de toda la humanidad.

Las multitudes le seguían allá donde iba. Mientras tanto, Él hablaba de continuo sobre el acercamiento del reino de Dios y la oportunidad que se les daba de ser parte de él, voluntariamente, y disfrutar así de su heredad perpetuamente, por cuanto perpetuo es el trono del pacto de Dios para con el hombre, por linaje de David.

Pero de esos muchos sólo unos pocos seguían a Jesús por el evangelio del reino, y el resto sólo iba a por el pan y a por los milagros, para continuar con sus vidas como hasta el momento.

Aún así, Cristo murió también por ellos y por todos los hombres, poniéndose en pago por el pecado, con Su muerte, y abriendo el acceso a la vida eterna con Su resurrección. Además, Él volverá, ya no para morir, sino para reinar eternamente en toda Su gloria y majestad.

Y con la consumación de Su obra redentora en la cruz del Calvario, podemos asirnos de Su justicia, en reconocimiento de Jesús como Señor y Salvador nuestro, para nuestra justificación delante del Padre y para, por el Espíritu Santo, ser llevados a la familia eterna de Dios como hijos suyos.

Por medio de Cristo se le presenta al hombre la oportunidad de ser salvo, ya no por medio de la ley, puesto que por ella nadie hallaba más que motivos por los que ser condenado, sino por la fe, la misma fe por la que Abraham fue contado por justicia y ahora cada uno de los que creemos al Señor y a Sus promesas.

Y como el Señor es el mismo ayer, y hoy y por los siglos, Sus bondades se manifiestan en todos los que se acercan a Él por tal de que hallen la salvación por medio de Él.

Pero Sus bondades son perecederas para aquellos cuyo interés está ligado a lo terrenal y pasajero. De modo que cuando consiguen lo que consideran que suple su satisfacción personal, ahí se quedan, y no se vuelven de su pasada manera de vivir para poder ser registrados entre los hijos de Dios, en el libro de la vida.

De estos hablaba Juan, por cuanto estos oportunistas no solamente se dañan a sí mismos al negarse su propia salvación por medio del Hijo, sino que por sus falsedades engañan a muchos y los acaba arrastrando al error.

"Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros."
1 Juan 2:19

Juan los denomina anticristos que, quizá en nuestra mente nos imaginamos a algo así como un demonio, pero que en realidad todo aquél que se constituye contrario a Cristo y a Su palabra, es un anticristo, ya sea porque siga creencias opuestas a Él o porque incluso las predique.

Pero no necesariamente todos los que se apartan de sus compromisos en Cristo, en pos de lo terrenal son anticristianos, pues también hay creyentes que, no soportando el peso de su ministerio, lo dejan para volver a una vida laica y mimetizada con el mundo.

El apostol Pablo, por ejemplo, se vió abandonado por uno de ellos en los más duros momentos de su vida, en los que, desde el frío, oscuro e insalubre calabozo, sólo le quedaba esperar a ser llamado para su muerte.

"Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia."
2 Timoteo 4:9-10

Con esta expresión: "amar a este mundo", Pablo no indicaba necesariamente que Demas adquiriera una contundente enemistad para con Dios, sino que, enrolándose en las cosas propias de la vida natural de  cualquier hombre, dejó de lado su ministerio.

Cierto es que cada vez se complica más, para un cristiano, poder sobrellevar la vida en este mundo sin mermar en la calidad de su relación con Dios y en su ministerio. Porque vivimos en una sociedad repleta de incentivos a las distracciones, además del sistema que obliga a mantener largas jornadas para el sustento básico de cada uno.

Pero, recordando que Dios conoce de qué tenemos necesidad antes incluso de que lo pidamos, y no queriendo pasar al olvido, como aquellos que se quedaron acomodados en el exilio, asumamos nuestra identidad como hijos de Dios y mantengamos nuestra labor en Cristo, para que de esta sociedad insana puedan registrarse cada vez más almas en el reino de los cielos.

"Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre."
1 Juan 2:17















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