Estos son los que vinieron a David en Siclag, estando él aún encerrado por causa de Saúl hijo de Cis, y eran de los valientes que le ayudaron en la guerra. Estaban armados de arcos, y usaban de ambas manos para tirar piedras con honda y saetas con arco. De los hermanos de Saúl de Benjamín:
1 Crónicas 12:1-2
El capítulo doce inicia presentándonos a aquellos que apoyaron a David estando él en el exilio.
Porque Siclag, aunque era una tierra repartida en Israel por heredad, esta no llegó a desalojarse de sus anteriores pobladores, por lo que venía a ser territorio filisteo.
Y allí estaba David, entre los filisteos en Siclag, ciudad que se le asignó como asilo en compensación por su servicio al rey Aquis mientras se encontraba huído de Saúl.
Que David fuera un hombre valiente y que su fe fuese tan robusta como para vencer a un gigante con una honda y un canto rodado no implica que él no se sintiera sólo y desamparado en medio de los paganos.
Pero le llegó la ayuda, y no fue un apoyo cualquiera, sino que Dios le envió, de entre los valientes, a los más preparados, para acompañarlo en esta dura etapa de persecución y guerras.
Este soporte de valientes que vino en su ayuda estaba preparado para proteger a su rey desde la distancia. Ambidiestros y precisos, sus hombres podían reducir al enemigo con arco y honda, sin necesidad de salir de su escondedero.
Así que David pasó de estar aparentemente solo a tener un séquito de valientes defendiendo su paso.
Hubo un tiempo después un profeta llamado Eliseo, este fue siervo de Elías y mayores milagros obró Dios a través de él que su señor. En cierto momento el rey de Siria mandó a sus tropas a buscarlo, porque, al ser profeta, a Eliseo se le revelaban todos los planes secretos del rey Sirio, de manera que Israel conseguía ir un paso por delante de su enemigo.
Ocurrió que estando Eliseo con su siervo, los sirios sitiaron la ciudad por lo que, aparentemente, no tendrían escapatoria.
Pero cuando supuestamente estaban solos, Dios les tenía un gran ejército de ángeles que los protegía.
"El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo."
2 Reyes 6:16-17
Sobre la protección de Dios en ayuda de los suyos también fue muy conocedor Moisés, quien tuvo que experimentar su huída de Egipto para tener que volver allá cuatro décadas después para liberar a Israel de la esclavitud.
Existe un conocidísimo Salmo de protección, este es el Salmo 91, al cual se le atribuye popularmente la autoría a Moisés, que nos recuerda este amparo a los hijos de Dios:
"Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra."
Salmos 91:9-12
Y este mismo Salmo quiso torcer Satanás para tentar a Jesús en el desierto quien, en su impecabilidad, respondió con un "escrito está", con la Palabra perfectamente usada, lanzada cual saeta o piedra, para callar al enemigo.
Después de esto el Señor inició Su ministerio anunciando Su reino y mostrándose al pueblo según hablaron de Él los Salmos y los profetas.
En Jesús toda la Palabra tiene su cumplimiento, así que al igual que en Él se cumplieron todos los milagros y señales Mesiánicos, también en Él se cumpliría el rechazo de los representantes de Israel, quienes lo acabarían mandando a matar por manos romanas en una cruz en el monte del Calvario.
Y esto lo estuvo advirtiendo a sus discípulos, para prepararlos en todo lo que debía de acontecer antes, durante y después de Su camino hasta la cruz.
"He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo."
Juan 16:32
El aviso de Jesús venía conjuntamente con el anuncio de esperanza a ellos, recalcándoles "el Padre está conmigo".
Y cuando llegó el momento en que el Señor fuera arrestado por los hombres del Sanedrín, Pedro quiso defenderlo atacando a uno de ellos con su espada cortándole la oreja.
En éstas, Jesús le reprochó el acto, ¿acaso Dios necesita quien le defienda? Y dijo:
"¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?"
Mateo 26:53-54
Y así se hizo. Jesús murió, fue sepultado y resucitó al tercer día venciendo al pecado y a la muerte. Cuarenta días después ascendió a la diestra del Padre, desde donde aguarda el momento en que volverá, ya no a sacrificarse, sino a reinar en toda Su gloria.
Mientras tanto nos ha dado el Espíritu Santo a todos los que creemos en Él y lo reconocemos como Señor y Salvador personal, pasándonos de muerte a vida y siendo hechos hijos de Dios y miembros de Su iglesia.
Y aunque la iglesia aún ha de vivir por un tiempo en este mundo, (por cuanto tiene por cumplir su propósito sobre la tierra, el cual es ejercer la portavocía del evangelio de Jesucristo para salvación de las almas), no queda desamparada. Sino que, además de estar posicionada en la victoria en Cristo, el Espíritu la mantiene.
Tanto así como los ángeles que Dios envía para protegernos aunque no los sepamos apreciar, como el siervo de Eliseo, y como aquellos valientes que ayudaron a David estando él en Siclag...
El Señor prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo.
Hoy es día de no dejarnos inundar por el desánimo o la sensación de desamparo en esta adversidad que nos rodea y parece no tener fin.
Pues si hoy la melancolía tiene ganas de hacer acto de presencia, acallémosla con saetas de fe, como bien hizo Pablo a la espera de ser ejecutado.
"En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león. Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén."
2 Timoteo 4:16-18
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