Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación; porque Judá ha profanado el santuario de Jehová que él amó, y se casó con hija de dios extraño. Jehová cortará de las tiendas de Jacob al hombre que hiciere esto, al que vela y al que responde, y al que ofrece ofrenda a Jehová de los ejércitos.
Malaquías 2:11-12
Y es que todos los problemas que ha tenido Israel se han originado por haberse mezclado con las culturas paganas de su alrededor.
Con "mezclarse" no significa que tuvieran tratos con los pueblos vecinos en cuanto a los negocios y a lo concerniente a las políticas externas o relaciones diplomáticas necesarias para el mantenimiento y la defensa de la nación, sino que se relacionaron en lo personal con sus culturas y religiones, casándose con sus mujeres y permitiéndoles la entrada de sus ídolos y de la práctica del culto hacia ellos a las santas tierras que Dios prometió a Abraham por heredad.
Pues ahora Malaquías les reprendía duramente. Porque ellos rechazaban a las mujeres de Israel y se dejaban seducir por el misticismo idólatra y las prácticas inmorales de las de los pueblos de alrededor.
La gravedad del asunto y lo abominable que es a ojos de Dios, se expresa con el resultado que este provoca, que es la exclusión total de quien lo haga, indiscriminadamente, sin importar su nivel de implicación en el pueblo o status religioso.
Porque ellos pensaban que cumpliendo con su labor en el templo Dios les iba a hacer la vista gorda con sus pecados, pero a Dios las ofrendas que se le hacen mientras aún hay intención de seguir pecando le son abominables, por la arrogancia de quien pretende comprar Su favor a base de ellas.
Recordamos cómo influenció, para mal a Salomón, sus tantísimas esposas y concubinas extranjeras, que consiguieron desviar su corazón a los baales.
A causa de su desvío es que Dios permitió que Israel se dividiera en dos reinos.
También, cómo el rey Acab ha terminado plasmado en la historia de Israel como el rey más despreciable y el que más pecó contra Dios y contra Su pueblo, a causa de Jezabel, quien le indujo a la idolatría, no sólo a él, sino a todo el reino y, también por ella, Acab fue partícipe de homicidio.
Y es que el yugo desigual causa duros estragos.
Aunque en el pasaje Malaquías refiere al hecho de que ellos se casaron con mujeres extranjeras, este pasaje puede aplicarse a otras áreas, en contraste entre lo santo y lo profano, y cómo es insostenible cualquier tipo de relación entre ambos, ya sea en lo amistoso, conyugal o en cualquier otra área, que interfiera en la santificación del hombre de Dios.
Podemos darle una aplicación práctica a la reprensión de Malaquías por "profanar el santuario" y "casarse con la hija de dios extraño", en el sentido del compromiso y la participación activa de un creyente, en prácticas que son contrarias a la voluntad de Dios, la cual es revelada en Su palabra.
Nosotros, los que conformamos el cuerpo de Cristo, no somos mucho mejor que el pueblo de Dios en tiempos de Malaquías. Lo que resulta es que por medio del sacrificio de Jesús en la cruz del Calvario y por su resurrección al tercer día, todos los que creemos en Él recibimos la salvación y una nueva identidad en Cristo por quien somos santificados por la obra regeneradora del Espíritu Santo.
Así que si para ellos el mezclarse con las mujeres extranjeras, la de dios extraño, resultaba en maldición, por su desobediencia a Dios y su caída en la idolatría, también afecta muy negativamente que la iglesia se desvíe coqueteando lo de este mundo.
No porque la iglesia vaya a caer en maldición, puesto que es morada del Espíritu Santo, pero sí se estanca, no produce fruto de salvación al no dar testimonio de Cristo al mundo, e incluso puede llegar a generar el efecto contrario, provocando que el incrédulo rechace el evangelio por el mal ejemplo de conducta que manifieste, a veces peor incluso que los que no conocen a Cristo.
Este punto es muy importante, porque la iglesia está en el mundo, no para que se mimetice con éste y para que continúe según vivía en éste antes de convertirse a Cristo. Sino que, habiendo sido hechos nuevas criaturas los que en Él creemos y conformamos la iglesia, venimos a ser los portadores de la luz de Cristo, no sólo por medio de la palabra dicha, sino la testificada por nuestro diario vivir, marcando la diferencia.
Tenemos unas palabras que Pablo escribió a los Corintios, porque estos estaban dejando entrar a la iglesia muchas costumbres, prácticas y pensamientos propios de la ciudad en donde estaban, Corinto, que era la cuna del ocio y de la idolatría.
"No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo."
2 Corintios 6:14-16
Y ya que, mientras ellos estuvieran enfrascados en sus pecados, Dios no los iba a escuchar, por mucho que alzasen su voz en medio de la congregación o danzasen o manifestaran sus dones, Pablo concluye exhortando esta palabra de Dios:
"Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso."
2 Corintios 6:17-18
El pensamiento y los sentimientos que provienen del corazón humano son tan engañosos que somos capaces de autoconvencernos de que Dios aprueba nuestro pecado simplemente porque nos sentimos bien y nos emocionan los momentos de alabanza en el culto dominical.
Pero la palabra de Dios es muy clara y, por muy bien que nos parezca sentar estar inmiscuídos en un acto pecaminoso, es necesario cortar por lo sano con el pecado y empezar a vivir ordenadamente, si no queremos que la que acabe cortada sea nuestra comunión con Dios.
Nunca es tarde para restaurar nuestra relación con el Padre, Él sabe lo que pensamos, sentimos y que hay una lucha en nosotros en la que a veces la carne parece tomar el territorio. Sólo digámosle que nos ayude a salir de ésta, con corazón arrepentido.
"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."
Hebreos 4:15-16
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