Los hijos de Cam: Cus, Mizraim, Fut y Canaán.
1 Crónicas 1:8
Ahora que decidí proseguir mis reflexiones devocionales a través de los libros de Crónicas, pensé que quizá no me detendría mucho por los primeros capítulos, ya que tratan exclusivamente de los registros genealógicos desde Adán y hasta el retorno de la deportación a Babilonia.
Pero como bien diría Pérez Millos y en alusión a 2 Timoteo 3:16-17 donde la palabra de Dios dice: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra". Toda la Biblia es Palabra de Dios y toda la palabra de Dios es doctrina.
Así que, queriéndome zafar de antemano pensando "bueno, no es más que un registro de los nombres en su orden genealógico y según su relevancia en el pueblo judío", me dí cuenta que Dios usa toda Su palabra y nos la despliega para que del versículo más aparentemente simple a ojos humanos, podamos extraer una gran enseñanza para aplicar en nuestras vidas, para enriquecer nuestro conocimiento o para equiparnos en la labor evangelística.
Así que hoy me detengo en el versículo ocho del primer capítulo, en el que podré aprender más sobre la doctrina del pecado.
Para entrar en materia, el pecado no tuvo su origen en el hombre, sino que se originó en las zonas celestiales, concretamente las áreas más cercanas al trono de Dios, en el corazón del más hermoso querubín creado por Dios, cuyo nombre era Lucero.
"Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad."
Ezequiel 28:14-15
Hallamos a la más hermosa criatura de Dios, en su momento, tanto que su corazón se ensoberbeció en contra de Dios.
En un intento de golpe de estado, el orgulloso querubín y su tropa de ángeles insurgentes, fueron expulsados de la presencia de Dios al más bajo de los cielos, de donde aguardan y se pasean rodeando la tierra buscando el mal de los hombres.
Cuando Dios creó al hombre, a Su imagen y semejanza lo creó y le delegó el virreinado sobre la tierra, solamente por debajo de Él.
"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra."
Génesis 1:26-28
Entonces vino aquél que confabuló con los ángeles contra Dios, queriendo ser como Él y hacerse un trono en las Alturas, y como no pudo, fue a arrebatarle el trono al hombre.
Lamentablemente no le fue muy difícil conseguirlo, sino que usándose de una serpiente convenció a Eva de engaño, que rápidamente codició el fruto del pecado, lo mordió y le dió a Adán, quien, tomándolo, cayó en pecado.
En ese mismo momento el hombre se vió inevitablemente repelido de la presencia de Dios, debido al pecado que contaminó su alma. Ya le advirtió el Creador: "De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás."
Y vino la muerte y el pecado a dominar al hombre, desde entonces y hasta que la muerte sea echada al lago de fuego.
La separación del hombre para con Dios le repercutió, también, en la pérdida de su capacidad para regir sobre la tierra, por lo que Satanás, quien antes era conocido como Lucero, gobierna el mundo desde entonces.
Ya conocemos el origen del pecado, y que, a la sazón de la caída de Adán, éste se hereda a toda la humanidad por defecto, en el corazón de cada hombre.
"Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?"
Jeremías 17:9
Desde Adán hasta Noé van diez generaciones de hombres sobre la tierra. Pocas, pero las suficientes como para que Dios destruyera por completo a todo ser viviente con un diluvio, debido a la multitud de sus maldades. De modo que solamente Dios salvó a Noé junto con su familia y a una selección animal para la repoblación postdiluviana.
Si a partir de Noé comenzáramos a contar desde cero a las generaciones, no pasaría ni una en que el pecado volviera a pisar suelo seco y sólo tres bastarían para que el hombre creara de nuevo un imperio poderoso buscando adueñarse de la gloria de Dios y dando paso al politeísmo.
El primer pecado registrado después de salir del arca fue perpetrado ni más ni menos que por Noé.
"Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña; y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda."
Génesis 9:20-21
Seguidamente, su hijo Cam pecó descubriendo su desnudez y declarándolo a sus hermanos.
"Y Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera."
Génesis 9:22
Y desde aquel suceso Canaán, su hijo, acabó siendo objeto de maldición, y puesto por servidumbre al resto de las naciones.
(Porque de cada hijo de Noé saldrán naciones, cada una jugará un papel más o menos relevante en la historia de la humanidad y en concreto, del pueblo de Dios.)
De Canaán son las tierras que prometió Dios a Abraham por heredad, para toda su descendencia a través de Isaac su hijo de la promesa.
A Cus lo relacionaremos con la región de Etiopía, de donde sería originaria la mujer de Moisés, aquella que fue objeto de las críticas de María y Aarón, en el desierto. De Cus nacerá Nimrod, quien más adelante será un poderoso sobre la tierra.
Por el historiador judío Flavio Josefo indagaríamos que Fut vendría a ser lo que conocemos por Libia.
Y por último, pero el más relevante, tocante a la doctrina del pecado, tenemos a Mizraim, del que nacerá una poderosa nación muy conocida que es Egipto, cuna de la idolatría y lugar del alzamiento del hombre como si fuera un dios.
Dos generaciones bastaron, pues, para que el hombre volviera al estado pecaminoso que lo llevó a morir en el diluvio.
Debemos reconocer que nos cuesta bien poco hacer las cosas mal, tanto así que, para pecar, sólo basta con no hacer nada.
Pues ya lo dijo Santiago:
"y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado."
Santiago 4:17
Sabemos ya cómo y dónde se originó el pecado, qué consecuencias tiene para con el hombre y la imposibilidad de éste de dejar de pecar.
Ahora bien, el hombre por sí mismo no tiene forma alguna de revertir la maldición del pecado.
Es por eso que no podemos concebir la doctrina del pecado sin tener presente una doctrina mayor, que es la de la salvación.
Pues Dios que nos ama, trazó un plan de salvación para nosotros. Para que, cumpliendo con toda justicia, podamos ser hallados justificados delante de Él y recibir vida eterna.
Y Su plan se llama Cristo Jesús, Su amado Hijo unigénito entregado por nosotros, pagando Su impecable vida por la nuestra y resucitando al tercer día, derrocando así al pecado y a la muerte.
"Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro."
Romanos 6:23
Hallamos, pues, que en Cristo recibimos perdón y vida eterna. Pero, ¿Qué debemos hacer para recibirlo?
Esto mismo se preguntó un soldado a Pablo y Silas, y esta fue su respuesta:
"Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa."
Hechos 16:31
Dios demanda que confiemos en Él, depositando la fe en Su Hijo, para que por Él seamos salvos.
Y esta es una seguridad, porque Dios es Fiel y lo que promete, lo cumple.
"El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él."
Juan 3:36
Si todavía no has creído que Jesús es el Señor, muerto, resucitado y ascendido a la diestra del Padre, desde donde aguarda el día en que volverá y nos llevará con Él, hoy es el día de hacerlo y ser libre de este pecado que nos lleva a muerte.
Si ya somos creyentes, pero nos sentimos desalentados a causa de nuestra tendencia a caer siempre en los mismos errores que nos llevan a pecar, recordemos que tenemos un Padre amoroso esperando escucharnos para darnos consuelo. Sirvámonos del consejo de Juan:
"Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo."
1 Juan 2:1-2
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