sábado, 19 de marzo de 2022

EL HEBREO, LOS DÍAS DE PELEG Y EL HERMANO PEQUEÑO, 1 Crónicas 1:19

EL HEBREO, LOS DÍAS DE PELEG Y EL HERMANO PEQUEÑO, 1 Crónicas 1:19

Y a Heber nacieron dos hijos; el nombre del uno fue Peleg, por cuanto en sus días fue dividida la tierra; y el nombre de su hermano fue Joctán.
1 Crónicas 1:19

De la línea genealógica de Sem, su bisnieto Heber descubre la característica principal del pueblo de Dios. Nombre cuyo significado viene a decir "el que cruza al otro lado", interpretable también como "emigrante", viene a ser la raíz del nombre con que serán conocidos en su historia: los Hebreos.

Su primogénito Peleg, nombre del cual significa "Hay quien ha dividido", marcará un antes y un después en la sociedad de su época, porque Dios esparcirá a los hombres de la tierra, confundiendo de antemano sus lenguas.

Porque los hombres decidieron confabularse todos a una con tal de alcanzar a Dios a su manera, construyendo una alta torre que llegara hasta Su trono sobre los cielos, y poner ahí su nombre.

"Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.
Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad."
Génesis 11:4-8

El hijo menor de Heber se llama Joctán, que significa literalmente "Pequeño", nacido después de Peleg.

El pueblo de Dios ha protagonizado varios traslados importantes en su historia.
Dos de ellos muy significativos, que son el cruce del Mar Rojo y el paso por el Río Jordán, ambos pisando como por tierra seca, por mano milagrosa de Dios.

Y aunque pudo conquistar la tierra prometida, liderado por Josué, el pueblo no fue capaz de tomarlo en su totalidad y mantuvo sin desalojar de ella a muchos pueblos paganos.

Esto le conllevó la división de la nación en dos reinos, por cuanto abrazaron la idolatría de los vecinos, hasta la destrucción completa de Jerusalén y su deportación a Babilonia.

Cierto que un remanente pudo retornar y restaurar la capital, tan cierto como que la gran mayoría se esparcieron entre el exilio y entre las naciones paganas, y no volvieron a pisar más las tierras de Canaán.

Y es que siempre que el pueblo de Dios quiso hacer las cosas a su manera y no según la voluntad de Dios, ha sufrido dispersión.

Y aunque Dios envió a Su Hijo para poder reconciliarse con su pueblo por medio de Él, y con toda la humanidad. Los Hebreos no supieron reconocer a Dios en la persona del Hijo, el Señor Jesucristo, porque no encajaba con la idea que tenían del Mesías que estaban esperando.

Y Cristo fue enviado a la cruz por los principales representantes de Israel para ser condenado a muerte, acusado de blasfemia. Porque Él se presentó como quien es, Dios mismo en la persona del Hijo, y ellos no lo quisieron aceptar y lo negaron aún teniéndolo delante de sus narices.

Pero ya estaba establecido por Dios que Jesús debía ser entregado, muerto y sepultado, para resucitar al tercer día y ascender después a la diestra del Padre, para dar vida al hombre por medio de Él, dando nacimiento a su manada pequeña, la cual es la iglesia, el cuerpo de Cristo que Dios ha establecido como lumbrera en el mundo.

Los tiempos de Peleg aún pueden verse entre los judíos, entre quienes velaron sus ojos al no querer aceptar a su Mesías prometido. Pero no por mucho tiempo, sino hasta que el pequeño rebaño del Señor, Su santa iglesia, sea levantada con Él a Su presencia.

Tiempos vendrán entonces, y cada vez están más cercanos, en que el remanente de Israel abra los ojos y reconozca a Jesús como Señor y Salvador, y deje por fin de ser el que va de allá para acá, para tomar posesión perpetua de su tierra prometida.

"Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor."
2 Corintios 3:15-18

El efecto "Peleg" también se puede ver en la iglesia, cuando buscamos servir a Dios a nuestra manera y no según Su voluntad.

Las consecuencias empiezan en lo personal de quien se obstina en su arrogancia de pretenderse más sabio que nuestro Padre celestial. Esta arrogancia lo va dispersando de la verdad y del amor en Cristo por los hermanos y por las almas, hasta el punto de acabar con los ojos velados en lo que no aprovecha.

El Señor está cada vez más cercano a recoger a Su iglesia. Está en cada uno de sus hijos el procurar que también estemos cercanos al propósito por el que fuimos llamados. Para que no nos encuentre dispersos y sin fruto.

Hoy es día de dejar de andar errante como sin rumbo, salir de las distracciones que nos alejan del Padre y volver a nutrirnos de la santa y perfecta palabra de Dios, para ser hallados con abundante fruto delante de Él.

"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta."
Romanos 12:2






















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