Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? En que decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace; o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?
Malaquías 2:17
La confrontación de Malaquías a los sacerdotes no es poca.
Porque ellos han creído que por estar donde están, consagrados al servicio de Dios en el templo, lugar privilegiado, tienen la licencia de hacer lo que ellos quieran y aún así obtendrán el beneplácito de Dios.
Por este motivo andan con la conciencia tan embotada que no son capaces de asimilar la confrontación que les está dando el mensajero de Dios. Sino que, como quien no quiere la cosa, aún preguntan, como si no fuera con ellos la reprimenda.
He aquí la pretensión del hombre que, no viendo a Dios, cree que Él no sabe lo que está haciendo en todo momento.
Del mismo modo sucede que, al ellos no poder verlo y en Su silencio, piensan que Dios está conforme con sus malos actos.
Nada más lejos de la realidad, cuando ahora les está enviando a Malaquías y, aún así, no quieren escucharlo. Craso error por parte de ellos, porque, aunque no lo puedan ver ni escuchar el juicio lo va a emitir igual, contra todos los que cometen injusticia.
Pues más de cuatro siglos de silencio de Dios va a tener que sufrir Su pueblo a causa de su rebeldía. Porque ni aún con Malaquías exponiendo sus pecados delante de ellos, hicieron nada para corregirse y volver a Él.
La obstinación de los líderes espirituales y de los doctores de la ley aún continuaría después de la aparición en escena de Juan el Bautista, el profeta que tuvo por menester presentar a Jesús en el inicio de Su ministerio de anunciación del reino de Dios a ellos.
Y tal fue esta obstinación, que no permitió a los fariseos reconocer a Dios ni aún teniéndolo delante de sus narices. Sino que lo mandaron a los romanos para su sentencia de muerte en la cruz del Calvario.
Ellos pensarían, en sus retorcidas y pecaminosas mentes religiosas y sedientas de poder, que se salían con la suya mandándolo a la muerte.
Lo cierto es que la muerte era desde el principio el requisito de Su plan de salvación para el hombre, de modo que sin muerte no podría haber remisión, motivo único y principal por el que Jesús siendo Dios, viniese como hombre y habitara entre nosotros.
Y es por medio de Su muerte en la cruz del calvario y Su resurrección al tercer día que somos libres del pecado y de la muerte.
Y todo aquel que cree en Jesús y lo reconoce como su Señor y Salvador personal queda libre del pecado por la obra del Espíritu Santo que lo lleva de muerte a vida, en Cristo Jesús.
Pero esta libertad atañe a lo espiritual, de modo que la carne se sujeta a lo terrenal mientras esta aún vive y hasta que los cuerpos de los santos sean glorificados, cuando seamos llevados con el Señor.
El apostol Pablo hizo una reseña sobre esto a los creyentes que estaban en Roma:
"Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado."
Romanos 7:22-25
Pablo, como todo el que quiere vivir en Cristo según la voluntad de Dios, tenía que lidiar día a día con esta antagonía.
Aunque también hay quienes se hacen uso de las Escrituras para extraer a su antojo lo que les interesa para que sus conciencias vivan tranquilas aún haciendo lo que no conviene.
Pues si nos basamos en el siguiente versículo, olvidando el contexto:
"Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad."
2 Corintios 3:17
Hallamos que el desorden se adueña de las congregaciones, pues cada cual se manifestará a su antojo según le es en la carne el manifestarse. Ya sin contar con todo aquello que se hará fuera de la congregación, bajo el pretexto de la libertad.
Pero también hallamos en la Palabra de Dios que la libertad en Cristo no es un desorden o un espacio sin ley. Sino que la libertad en Cristo es de por sí una ley, la cual, quien la obedece, va siendo perfeccionado por el Espíritu Santo conforme al carácter de Cristo.
"Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace."
Santiago 1:24-25
Así que como antes éramos esclavos del pecado y hemos sido libertados en Cristo para vida eterna, ahora servimos a la ley de la libertad en Él, que es la del amor.
Una pregunta deberíamos hacernos, por tal de continuar avanzando en la formación de Cristo en nuestras vidas, y para testimonio al mundo: ¿Estamos usando la libertad que Dios nos ha dado para volvernos a atar a los deseos de la carne?
"Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Gálatas 5:13-14
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