domingo, 6 de marzo de 2022

A QUIEN BUSCAN Y DESEAN, Malaquías 3:1

A QUIEN BUSCAN Y DESEAN, Malaquías 3:1

He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Malaquías 3:1

El pueblo de Dios se encuentra en un momento en que hasta los sacerdotes dudan de Dios y lo piensan indiferente a sus actos.

Ellos dudan de Dios pero esperan con ansias que se manifieste el Mesías de quien tanto han oído por parte de los profetas, el Rey que obtendrá el perpetuo trono y los liberará de toda opresión enemiga con su gran poder.

Lo contradictorio de todo esto es que están dudando del mismo que vendrá en rescate de ellos, igual que hizo en su día cuando los sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido.

Y a Malaquías le es dado a profetizar sobre otro mensajero de Dios que dará paso a quien ellos tanto buscan y desean, aunque aún ni saben que es Dios mismo, hecho hombre, y qué repercusión tendrá todo esto en sus vidas.

Porque nosotros leemos desde las lentes del futuro algo que ellos aún ni les alcanza a la imaginación lo que les queda en porvenir.

Pero ellos esperan a un rey poderoso y guerrero como David, y sabio y fructífero como Salomón.

Este rey vendrá, pero no sin haberse presentado una primera vez delante de ellos como pacificador, para la salvación del hombre, como Cordero de Dios que ha de ser inmolado.

Este que tanto esperan y desean, va a ser anunciado por un mensajero que vendrá después de Malaquías, no pronto, ya que aún deberán pasar por más de cuatro siglos de silencio, donde Dios no enviará profeta.

Y este de quien Dios dice "el cual preparará el camino delante de mí", se tratará de Juan el Bautista, nacido de Elisabet y Zacarías, y a quien se le dio por cometido preparar el terreno para el anuncio del reino, bautizando para arrepentimiento a los judíos.

Juan el Bautista es, pues, el cumplimiento de la reseña profética de Malaquías y el que cumple con el anuncio de Isaías, que dice:

"Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado."
Isaías 40:3-5

Será entonces cuando, dice el Señor, vendrá subitamente a Su templo. 

Porque ellos llevaban tiempo sirviendo en el templo sin notar la presencia de Dios en él, y en la apatía de ellos, desistieron de servir de buena gana y con corazón sincero. Sino que convirtieron su labor como una representación religiosa sin más, por la cual, mientras asistieran al templo y cumplieran con un mínimo de ceremonias al año, sin importar la calidad, tenían más que suficiente para verse aceptos delante de Dios.

La presencia súbita del Señor en el templo se dio cuando el velo del Lugar Santísimo se rasgó de arriba a abajo, mientras en lo simultáneo del acontecimiento, el Cordero era inmolado en la cruz del Calvario, con el "consumado es" exhalado de su boca y entregando su espíritu al Padre.

Este es el Señor a quien ellos, los sacerdotes de Israel, tanto buscaban, pero que en el tiempo en que se presentó delante de ellos, no quisieron reconocerlo y lo mandaron a matar por manos romanas.

Jesús de Nazaret, el Señor, fue muerto, sepultado y resucitado al tercer día. Ascendió luego a la diestra del Padre dando paso al nacimiento de Su iglesia durante la fiesta del Pentecostés.

Y ahora, desde el trono celestial, aguarda el día en que va a volver a la tierra, ya no como Salvador y siervo del Padre, sino como Poderoso Rey de reyes y Señor de señores, el del pacto de Dios con Israel, ante quien se someterán todas las naciones y será destruída por completo toda la maldad.

Y este es el ángel del pacto que nombra Malaquías, a quien los sacerdotes desean, el del pacto con David, el que viene a por Su trono perpetuo y no perdonará la injusticia.

El mensajero que profetiza Malaquías será el último de todos los profetas enviados por Dios para la revelación del Hijo del Hombre, el Mesías, el Señor Jesucristo.

Y es el mismo Señor quien lo deja claro:

"La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él."
Lucas 16:16

Porque la revelación de Dios se manifiesta en carne en Jesús, quien resulta la más clara y práctica expresión de Dios al hombre, y no hay nada ni nadie mayor que él ni mejor capacitado para presentar a Dios Padre que el propio Dios Hijo.

"Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;"
Hebreos 1:1-2

Queda, pues, en manos de la iglesia, la labor de anunciar el evangelio de la salvación al mundo, en Cristo Jesús, por la gracia de Dios y por medio de la fe, a todo aquel que en Él cree.

Ahora cabe preguntarnos si, como miembros de la iglesia de Cristo, estamos cumpliendo con nuestro cometido evangelístico, igual que en su tiempo cumplieron todos los mensajeros enviados por Dios para el anuncio de la venida del Señor.

"Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa."
Mateo 5:13-15

























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