Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al extranjero, no teniendo temor de mí, dice Jehová de los ejércitos. Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.
Malaquías 3:5-6
Recordemos que Malaquías está hablando en profecía a los sacerdotes que sirven en el templo, en Jerusalén.
Por tanto a ellos les anuncia el juicio del Señor enumerando, seguidamente, una serie de pecados que están cometiendo o se están permitiendo entre los levitas.
Pues es por los de Leví que se da ejemplo al resto, por cuanto ellos son los consagrados para servir en el templo, custodiar, difundir y aplicar las Escrituras, y ejercer la intercesión por el pueblo.
Sin embargo éstos se enfrascaron en el desacato a la ley, siendo los primeros en inculcarla al pueblo.
Malaquías no esta hablando a laicos ni a extranjeros, empero, la lista de transgresores saca los colores a cualquiera que la lea.
Porque se mezclaron con mujeres extranjeras mientras repudiaban a sus esposas. Y participaron del culto a sus ídolos, sus celebraciones paganas y sus supersticiones.
Juraron mentira, por cuanto aún debía estar fresca la tinta de cuando firmaron su pacto de fiel promesa a Dios, en días de Nehemías, mientras que ya lo habían roto en deslealtades.
Vivían oprimiendo a los desfavorecidos, aún en su escasez, aparentando hacer más de lo que hacían por ellos, por obtener mayores ofrendas. Y moviéndose entre fraudes e injusticias.
Y todos estos actos los cometían pensándose impunes delante de Dios, por el pacto que hizo en su día con Leví y con los hijos de Aarón.
Tuvo Dios, pues, que enviar a Malaquías a anunciarles juicio contra todas estas cosas. Y ellos tenían dos opciones: escuchar a Malaquías y arrepentirse, o ignorarlo y continuar con sus malas obras.
Éste también viene a profetizar el día en que el Señor juzgará a vivos y a muertos.
Por lo que no hay motivo por el qué jactarse aquel que conoce la ley, pero la transgrede, pero sí lo hay para volver contrito y humillado a Dios, apelando a Su misericordia.
Y es que, si por Cristo y en el Espiritu Santo somos consagrados y puestos en lugar de santidad no es para que nos sintamos mayores y mejores que nadie sino para que, desde nuestra nueva identidad en Cristo, sirvamos de portadores de Su luz, para que más almas se beneficien como nosotros de la salvación, por la gracia de Dios, por medio de la fe en Cristo Jesús.
Pero por allá en Roma se congregaban juntamente los creyentes judíos con los gentiles, de los cuales, los judíos, se jactaban de ser más santos que los otros, por cuanto ellos tenían en conocimiento la ley que recibieron de Moisés en el Sinaí, por la cual andaban a criticar a sus hermanos gentiles que la desconocían.
Ya estaba mal que lo hicieran para cuestionar la santidad de sus hermanos gentiles, pero aún estaba peor por cuanto ellos mismos no cumplían con la ley de Cristo, con esta actitud, por ende, Pablo les dedicó estas palabras:
"Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros."
Romanos 2:23-24
Y quizá nos pudiera escandalizar leer en qué situación de rebeldía se encontraban los sacerdotes en tiempo de Malaquías, aunque siglos después, en la iglesia de Cristo, los hermanos sitos en Corinto protagonizaron actitudes similares. Circunstancias que llevaron a Pablo a confrontarles duramente en su primera carta, de la cual extraemos la siguiente reprensión:
"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios."
1 Corintios 6:9-10
Dios es inmutable y lo que Él promete lo cumple, y en Él no hay variación, sino que permanece fiel a Su palabra.
Y si nosotros recibimos la vida eterna en Cristo, Dios no nos la va a quitar, pero eso no nos exime de pasar por juicio, ya que toda la iglesia comparecerá ante el tribunal de Cristo, donde no solamente se hará recuento de los frutos de obediencia, sino también se sentenciará contra toda injusticia cometida.
Porque las consecuencias de cometer injusticia no solo afectan a nuestra relación personal con Dios, por cuanto la existencia de pecado oculto interfiere en nuestra comunión con Él. Sino que la peor consecuencia viene a darse en el ámbito evangelístico, puesto que el mal testimonio de un sólo cristiano puede provocar el rechazo de muchos de recibir el evangelio, y perder la oportunidad de salvar sus almas.
Es momento de cuestionarnos cómo está nuestra relación para con Dios y hasta qué punto podemos ser hallados fieles o injustos, delante de Sus ojos, por el fruto que generamos.
Mientras tanto, en nuestra meditación, apropiémonos de esta súplica de David:
"Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios;Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud."
Salmos 143:10
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