Estos cuatro le nacieron en Jerusalén: Simea, Sobab, Natán, y Salomón hijo de Bet-súa hija de Amiel.
1 Crónicas 3:5
Estos son los hijos de David que nacieron en la santa ciudad de Jerusalén.
El inicio de la relación del rey David con la madre de éstos supuso un punto de inflexión, en donde las bendiciones que empezaban a fructificar durante sus primeros años de reinado en Hebrón y con varias victorias a sus espaldas, ya desde la ciudad de Jerusalén, no sólo se estancarían, sino que acabarían tornándose en tormentos familiares, a causa de dos graves transgresiones cometidas por él.
Sucedió que habiendo tenido que salir a batallar como le era costumbre, prefirió no ir por esta vez, dejando que fueran sus hombres de guerra quienes se ocuparan del asedio a Rabá.
En la comodidad de su palacio y con la confianza del poder que su reino había adquirido, se permitió el lujo de levantarse tarde y pasear por su terraza.
Desde allá vio a una mujer que se bañaba en su casa, la cual le atrajo por su belleza.
Ni corto ni perezoso la mandó a llamar, percatándose de que su esposo Urías, que era soldado suyo, no se encontraba en casa, al andar destinado en la guerra.
Cayó en la tentación pecando gravemente en adulterio con ella, pero esto no quedó así. Sino que habiendo quedado ella embarazada, David tramó un plan por tal de zafarse de este escándalo.
El plan constaba en conceder un permiso a Urías con tal de que éste intimara con su esposa y que de ese modo él creyera ser el causante del embarazo.
Pero la cosa no quedó ahí, ya que Urías no actuó según lo esperado, sino que prefirió guardarse de visitar a su mujer, para mantenerse concentrado junto con el resto de soldados por la misión en la que se encontraban. Y agravó aún más la situación, por tal de no descubrir su adulterio, mandando a matar a Urías.
Adulterio y asesinato cuidadosamente perpetrados, pensando que así jamás saldrían a la luz. Pero Dios lo descubrió a través del profeta Natán, anunciando las consecuencias de sus actos:
"Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer. Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol. Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá."
2 Samuel 12:10-14
Así que el primero de los cuatro hijos que tuvo con Betsabé falleció al poco de haber nacido.
Además, tal y como anunció Natán, tuvo que experimentar a partir de entonces una serie de desgracias familiares por las que iría perdiendo a sus hijos, por muerte o por rebeldía, de modo que sólo Salomón se mantuvo a su lado, el cual acabó sucediéndolo en el trono.
Es impactante que, después de las persecuciones que tuvo que sufrir en el pasado y el esfuerzo por llegar hasta donde estaba, una vez se encontraba en la mejor etapa de su vida, acabara estropeándolo por no haber estado donde tenía que estar, en la guerra, en lugar de andar cultivando los deseos de la carne.
Cuando uno ya se siente cómodo y a salvo, se relaja. Deja de hacer lo que debe y, al desentenderse de sus deberes, desvia su atención hacia lo que no conviene. En su relajación acaba sucumbiendo a la tentación y luego uno quiere cubrir su pecado, delante de Dios y de los hombres. Pero a Dios no se le escapa nada y todo pecado oculto acarrea graves consecuencias.
Y al respecto de esto ya avisó el Señor a sus discípulos, a quienes llamaba a que le acompañasen en Getsemaní:
"Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil."
Mateo 26:41
En cuanto a los hijos que le nacieron a David en la ciudad santa, los nombres de ellos han pasado desapercibidos en las Escrituras, a excepción de Salomón, de manera que ni siquiera se recuerda quién de estos cuatro fue el primero en nacer, el que sufrió la consecuencia del pecado de David, con la enfermedad que le llevó a la muerte.
Y es que nacer en el seno de la familia real, de la santa ciudad de Jerusalén, no aseguraba la fama ni el poder. Y a la vista está, por cuanto la mayoría de ellos se desviaron tras la codicia, yéndose en pos de quien estuvo a punto de autoproclamarse rey a escondidas de David que aún regentaba su título, en el lecho de su vejez.
Esto se asemeja mucho a quienes han nacido en seno cristiano, mas el hecho no les asegura la vida eterna, sino que les es necesario experimentar la salvación en primera persona, lo que es el nuevo nacimiento o la conversión a Cristo.
De lo contrario, y por muy cristianos que se quieran sentir por familiaridad, sus nombres no quedarán registrados en el libro de la vida y pasarán desapercibidos como aquellos hermanos de Salomón, nacidos en la santa ciudad, de los que poco se sabe. Y es que como dice ese refrán tan conocido entre los cristianos: "Dios tiene hijos pero no tiene nietos", la adopción sólo es posible por medio de Cristo.
Y sino, que le pregunten a Nicodemo, aquel miembro del Sanedrín de tiempos en que Jesús pisó por entre los hombres y fue a visitarlo en la noche, reconociendo que sólo el Mesías era capaz de hacer todo lo que Jesús mostró a través de varios milagros y señales.
Pues la respuesta del Señor fue clara y contundente:
"Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios."
Juan 3:3
La reflexión de hoy nos lleva a la confrontación tanto a cristianos nacidos de nuevo, para que no descuidemos nuestra vida devocional y evitemos las tentaciones; como a aquellos nacidos de padres cristianos que aún no han tomado la decisión de entregar su vida a Cristo para ser lavados del pecado y adoptados como hijos de Dios.
Buscando un texto que nos pueda servir a ambos, aunque en el contexto, este pasaje iba dirigido a creyentes, sírvanos para la aplicación de la enseñanza de hoy: "ocupémonos en nuestra salvación".
"Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad."
Filipenses 2:12-13