sábado, 30 de octubre de 2021

UNO MAYOR, Deut. 34:10-12


UNO MAYOR, Deuteronomio 34:10-12.

Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel.
Deuteronomio 34:10-12

REFLEXIÓN:

Moisés queda totalmente distinguido por sobre todos los demás profetas que Dios fue levantando hasta Juan el bautista, quien proclamara el inicio del acercamiento del reino de Dios, allanando el camino por donde Jesús, el Mesías, iba a ser presentado ante todo Israel.

No es contradictorio que Moisés, en profecía, hubiera anunciado antes que se levantaría un profeta como él, segun palabra que le fue dada de Dios, la cual dice así:

"Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis;"

"Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta."
Deuteronomio 18:15 y 18-19

Pues del Mesías habla la profecía. Siendo que ningún otro hombre levantado por Dios como profeta pudo llegar a la altura de la comunión que tuvo Moisés con Dios, y de la magnitud de señales y prodigios que el Todopoderoso obró a través de él, no podía ser levantado otro sino uno mayor que Moisés. Y éste sólo podía ser el Cristo, quien es Dios encarnado y habitando entre los hombres.

Y sus primeros discípulos lo tuvieron claro desde el principio, o por lo menos desde Andrés a Natanael, los cuatro que le siguieron:

"Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)."

"Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret."

"Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel."

(Juan 1:40-41, 45 y 49)

Es curioso que un pescador como lo era Felipe fuera capaz de reconocer a la primera que Jesús se trataba del protagonista de la profecía de Moisés sobre el profeta que sería levantado, y que por consiguiente, este era el Hijo de Dios y el Rey de Israel, por conclusión de Natanael.

Mientras que los más entendidos en la ley y los profetas, que eran los escribas y los fariseos, no lo aceptaban ni aún cumpliendo las obras Mesiánicas delante de sus narices.

Pues resulta que lejos de maravillarse por haber sanado a uno que llevaba 38 años sin poderse mover, esperando que alguien lo metiera en el estanque de Betesda, aunque ya perdiendo toda esperanza, miraba resignado como los demás corrían por entrar a aquellas aguas que, según creencias populares, sanaban al primero que se adentraba en ellas...

Pues no, no se maravillaron sino más planeaban matarlo, porque a su parecer, Jesús transgredía el día de reposo sanando a enfermos o echando fuera demonios. Sobre tal cosa, en Señor les contestaba:

"(...)Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo."
Juan 5:17b

Y aún se enfurecían más por hablar de sí como de Hijo de Dios.

La realidad es que su enojo venía precisamente porque conocían muy bien las Escrituras y no podían negar que Jesús estaba cumpliendo a rajatabla con lo que Moisés escribió de Él. Por lo tanto Jesús les exhortará:

"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida."

"No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?"
Juan 5:39-40 y 45-47.

APLICACIÓN:

Dios se ha querido revelar claramente al hombre desde el principio de los tiempos y declararle Su voluntad de que seamos reconciliados con Él en Cristo.

Esta revelación se fue dando de forma paulatina, progresando según le ha ido yendo a la humanidad la capacidad de asimilar la información, desde el primer anuncio de redención por medio de la simiente de la mujer, presentada en Génesis 3:15, lo que se conoce como el proto-evangelio, hasta la total revelación de la que disponemos en el tiempo actual, con la iglesia constituída y debidamente fundamentada en Cristo por medio de los apóstoles que el Señor delegó.

Aún así quienes pudieron acceder a las Escrituras en los tiempos antiguos, leerlas y meditar en ellas, aunque tuvieran solo una porción de la revelación de Dios, estaban capacitados para reconocer cualquier cumplimiento de las profecías que recibieron hasta la fecha. De manera que el que no lo aceptara no podía culpar a Dios de no dar anuncio, sino que habiendo la información justa y perfecta para ese tiempo en cuestión, el destinatario no supo o no quiso aplicarla.

Pues el que entonces y los que ahora se niegan a aceptar al Mesías prometido en la persona del Señor Jesucristo, sino que se desvían en divagaciones religiosas o anticristianas, estos son endurecidos en sus corazones y velados en su mirada, por la mera obcecación de ellos.

"Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará."
2 Corintios 3:14-16

Pero mayor que la dureza del corazón del hombre es la misericordia de Dios, que en Su paciencia espera a que los incrédulos sean creyentes, salvos y adoptados para Él en Cristo.

Porque por muy pecador que haya sido alguien contra Dios, Su misma palabra indica:

"Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto."
Eclesiastés 9:4

Dios no impide a nadie la oportunidad de arrepentirse, porque Su voluntad es que nadie se pierda.

Tenía que venir uno mayor a Moisés y ya vino, se presentó ante todo Israel, pero la nación le rechazó enviándolo a la cruz, donde se dió el cumplimiento del plan de rescate de Dios para con el hombre, en pago por nuestro pecado, poniendo Su vida en lugar de la nuestra, hallando nosotros así, la justificación delante del Padre por medio del Señor Jesucristo.

El anuncio está escrito y lleva proclamándose más de dosmil años desde que se consumara la perfecta obra redentora de Jesús en la cruz del Calvario, con su resurrección al tercer día y aguardando desde que ascendió a la diestra del Padre para volver en toda Su gloria para reinar sobre todas las naciones.

Y este es el anuncio, que Dios ha mandado a Su Hijo a morir por todos los pecadores, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Y esta es la voluntad de Dios, que nadie se pierda, sino que manda a todos y en todo lugar que se arrepientan, y puedan así ser salvos en Cristo.

ACCIÓN:

¡Qué gran privilegio el tener la oportunidad de vivir en Cristo y librarnos así de la paga del pecado, que es la muerte!

Esta lectura ha supuesto una enorme bendición a mi vida, unas fuerzas renovadas, una fe fortalecida y un gozo restaurado en Cristo Jesús, mi Señor y Salvador.

Por la Perfecta Palabra de Dios tratando en mi vida durante la lectura del libro de Deuteronomio, mi corazón late en gratitud y reconoce cómo el Padre ha ido obrando en mi persona por medio de la Palabra ejecutada por el Espíritu Santo en cada una de las redarguciones, enseñanzas, exhortaciones e instrucciones que he ido recibiendo a diario.

Por Tu Perfecta Palabra recibida en el transcurso de los treinta y cuatro capítulos de Deuteronomio, Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado, Te doy las gracias. Que todo lo que he recibido no se desvanezca en el tiempo, sino que permanezca en mis meditaciones diarias y en mi diario caminar para ir aplicándolo todo de manera práctica y pueda ser cada vez más semejante a Cristo.
Tuya es la gloria, la honra el poder y la alabanza, por los siglos de los siglos. Amén.














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