viernes, 1 de octubre de 2021

MENOSPRECIANDO LA VIDA, Deut. 27:25.


MENOSPRECIANDO LA VIDA, Deuteronomio 27:25

Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente. Y dirá todo el pueblo: Amén.
Deuteronomio 27:25

REFLEXIÓN:

(¡Qué poco valora la vida el que está muerto! Con una mano recibe el dinero y con la otra empuña el arma... Deja su cuerpo a merced del maligno, quitando la vida a quien la tiene guardada en las alturas, sin percatarse que es él mismo, el finado.)

No necesariamente el que quita la vida es el que actúa directamente contra la integridad de su víctima, sino aquel que causa el desenlace inevitable de su muerte.

De este modo la susodicha maldición puede suponer el accesorio a dos mandamientos, que son "no matarás" y "no dirás falso testimonio contra tu prójimo".

Porque el que mata, algún motivo tiene para hacerlo. Aunque no reciba soborno material de un solicitante físico, el mismo pensamiento negativo  ejerce la función del que encarga la consumación del mismo. Siendo, la satisfacción ideada en sus pensamientos, el incentivo que le lleva a matar.
Digamos que el homicida se ha dejado sobornar por su propio pensamiento pecaminoso, ya sea la envidia, los celos o la sed de venganza.

Caín supone el primer asesino de la historia, el cual podemos leer cómo, pudiendo escoger entre el bien y el mal, prefirió atender a su envidia y cumplir su deseo de satisfacerla con la muerte de Abel, su hermano. 

"Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él."
Génesis 4:6-7

Tocante al que habla falso testimonio contra su prójimo, puede suponer que esta declaración fraudulenta tenga un claro desenlace de muerte hacia el acusado. Por lo que, se haya dejado sobornar por una tercera persona o por lo abstracto de sus maquinaciones, forma parte de estos malditos.

Y el hombre más conocido entre los que ostentan el título de maldito en la Biblia podría ser tranquilamente Judas Iscariote. Pues aunque no abriera la boca, para entonar un falso testimonio verbal hacia el Señor Jesucristo, el mismo acto de facilitar su arresto ya hablaba por si solo.
Y a la vista está, pues sus remordimientos fueron su maldición, quitándose la vida.

"Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó."
Mateo 27:3-5

APLICACIÓN:

Con referencia al acto de quitar la vida a alguien, el Señor Jesucristo ofreció una clara interpretación del mandamiento "no matarás", conforme debía de cumplirse en todo aquel que aspira a formar parte del reino de Dios:

"Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda."
Mateo 5:21-24

Esto supone la necesidad de solucionar los desencuentros entre prójimos lo antes posible, para no dar lugar a pensamientos similares a los de Caín o Saúl, por ejemplo. Sino que en ejercicio de humildad sea restaurada la comunión y el buen testimonio en Cristo.

ACCIÓN:

Personalmente he de preguntarme si estoy valorando o menospreciando la vida que Dios ha dado en Cristo, con mi actitud hacia los hermanos con los que se ha dado un desencuentro.  Si dejo que mis pensamientos me sobornen o los hago callar, en ejercicio del perdón y de la reconciliación, conforme Cristo nos reconcilió con el Padre en la cruz del Calvario.

Vale la pena ejercitar la sinceridad entre hermanos.Aunque moleste o duela escuchar la verdad, es necesario para la corrección y el perfeccionamiento de la iglesia. Por lo que enojarse contra el hermano a causa de una verdad es no interpretar la corrección, sino tomarla como ofensa.

Y esa ofensa ha de ser zanjada con diligencia, expuesta y aclarada entre los hermanos para evitar un mal sentimiento o una hipocresía que impiden la comunión entre miembros del mismo cuerpo.

Siendo Cristo por cabeza, nuestro ejemplo y meta, buscando parecernos cada vez más a Él, echo mano de este valiosísimo consejo de Pablo:

"Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo."
Efesios 4:25-27

Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado. Te doy las gracias por Tu perfecta palabra que me enseña, me corrige y me instruye para llegar a ser como Tu Amado Hijo. Y en confrontación con ella te pido perdón por albergar aquel sentimiento de decepción hacia el hermano, y te pido que lo bendigas, lo guardes y que sea propiciada la oportunidad de que nuestra relación sea restaurada, para una correcta edificación en Cristo. Asimismo te pido que me guardes en las ocasiones en las que me vea tentada a hacer uso de la hipocresía, y me armes de valor para hablar directamente y sin dobleces cada vez que se ha de afrontar claramente cualquier aspecto negativo.
Sea para Tu gloria y honra, en el nombre de Jesús. Amén. 
















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