Esta es la bendición con la cual bendijo Moisés varón de Dios a los hijos de Israel, antes que muriese. Dijo: Jehová vino de Sinaí, Y de Seir les esclareció; Resplandeció desde el monte de Parán, Y vino de entre diez millares de santos, Con la ley de fuego a su mano derecha. Aun amó a su pueblo; Todos los consagrados a él estaban en su mano; Por tanto, ellos siguieron en tus pasos, Recibiendo dirección de ti, Cuando Moisés nos ordenó una ley, Como heredad a la congregación de Jacob. Y fue rey en Jesurún, Cuando se congregaron los jefes del pueblo Con las tribus de Israel.
Deuteronomio 33:1-5
REFLEXIÓN:
Amorosas las palabras que dan inicio a las bendiciones de despedida de Moisés hacia el pueblo.
Siendo pronta su partida, se desprende de la coraza de autoridad que le tocó llevar por tantos años, para mostrar delante de todos el profundo amor que les tiene, por el modo en que sus ojos extraen lo más amable de ellos y lo expone en estos versos, en colofón a toda una vida de servicio a Dios y a Su pueblo, aún cuando todavía desconocía su propósito, en sus años fe juventud.
Justo y recto es llamado Israel en estas letras de despedida, no solamente en la insinuación de obediencia y lealtad a Moisés y a la ley dispuesta por Dios en el Sinaí, sino por el nombre que utiliza para identificarlo como Jesurún.
Y es que Moisés no observa la apreciación de lo malo, de aquellos que se rebelaron contra Dios y contra él, sino en la posterior generación, desplegada ante su discurso, como destinataria oficial de sus bendiciones.
Y no es que les muestre una realidad que no es, ni esté echando mano de la hipocresía diplomática, sino que el amor es el colirio por el que miran sus ojos, que hace resaltar por sobre lo reprochable, toda buena cualidad que adquiere en sometimiento e identidad como pueblo de Dios.
Y es que "El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas." Como plasmó Salomón en Proverbios 10:12. Porque todos tenemos faltas, excepto Quien no tenía ningunas y sin embargo pagó por todos nuestros pecados con su vida: el Señor Jesucristo.
APLICACIÓN:
Es una gran bendición sabernos rescatados por gracia de Dios mediante la fe en Jesús, por Su obra redentora en la cruz del Calvario y por su resurrección al tercer día, dándonos acceso a la vida eterna en Él.
Y aunque hemos sido hechos una nueva criatura en Cristo, pasándonos de muerte a vida en el Espíritu, no es nuevo si decimos que no somos perfectos, sino que andamos hacia la perfección, entre tropiezos, corrección y disciplina, hasta el día en que seamos glorificados.
Así que por el momento estamos sujetos a pasiones carnales propias de nuestro cuerpo corruptible, aunque nuestro objetivo es que esta sujección se dé cada vez menos.
Por lo tanto no señalamos lo malo del hermano con ánimo juicioso, sino en lo que se nos dé la ocasión de edificarle, llévese para su corrección en el amor de Cristo.
He aquí un llamamiento de Pablo al amor de Dios, el cual es vínculo perfecto y no destruye, sino que fortalece la comunión entre hermanos:
"Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto."
Colosenses 3:12-14
ACCIÓN:
Cuando me alcanzó la gracia de Dios a través del evangelio, esto no supuso una obra de un día, sino que viviendo yo aún en la impiedad y en la multitud de mis pecados, sin intención de dejarlos ni de buscar a Dios, Él en Su inconmensurable amor y misericordia me fue encaminando hacia Su perfecta Palabra, la que transforma el alma.
Así es que amorosamente, a pesar de días y días en mis pecados, iba sanando poco a poco mis ansiedades a través de la lectura Bíblica, hasta el día en que llegué a entender la obra de Cristo en la cruz del Calvario. Gracias a Dios por Su amor y Su paciencia, pues aún en medio de mis pecados Él se centró en las bondades venideras en Cristo y no en la miseria que arrastraba en el momento.
Este es el colirio del amor de Dios que debo aplicar también en mis ojos, para no ver lo malo en el prójimo, sino todo lo bueno que el Señor puede hacer en su vida.
Y para que no se me olvide, cierro mi reflexión con el siguiente pasaje:
"Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad."
Filipenses 4:8
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