sábado, 16 de octubre de 2021

UN CASTIGO EJEMPLAR, Deut. 32:49-52


UN CASTIGO EJEMPLAR, Deuteronomio 32:49-52

Sube a este monte de Abarim, al monte Nebo, situado en la tierra de Moab que está frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que yo doy por heredad a los hijos de Israel; y muere en el monte al cual subes, y sé unido a tu pueblo, así como murió Aarón tu hermano en el monte Hor, y fue unido a su pueblo; por cuanto pecasteis contra mí en medio de los hijos de Israel en las aguas de Meriba de Cades, en el desierto de Zin; porque no me santificasteis en medio de los hijos de Israel. Verás, por tanto, delante de ti la tierra; mas no entrarás allá, a la tierra que doy a los hijos de Israel.
Deuteronomio 32:49-52

REFLEXIÓN:

(Si había un castigo ejemplar por excelencia ante todo el pueblo, tocante a que Dios no hace acepción de personas si es que la desobediencia de uno lo hace caer en disciplina, ese era el de Aarón y Moisés, quienes después de encabezar y asegurar una guianza y una santidad según ordenanza Divina, habían sido privados de pisar la tierra prometida. No se trataba de un castigo gratuito, algo sucedió para que se diera lugar al penal desenlace.)

El caso expuesto era el siguiente: Que Dios no permitió a Aarón ni a Moisés entrar a la tierra prometida a causa de su desobediencia.

Y así a voz de pronto uno piensa en la gran labor de ambos, de cómo los ha utilizado Dios y del gran favor de Él para con ellos, Su gracia y misericordia... Acaba preguntándose: "¿Qué pudo suceder para que finalmente les fuera privado disfrutar de la tierra de la promesa?"

A continuación, un muy breve panorama, pero el justo para entender el caso:

El escenario ronda el desierto de Zin, un pueblo sediento y enfurecido contra Dios y contra Moisés y una peña de la que Dios haría brotar aguas para saciarlos. ¿Cómo se llevó a cabo el milagro? Acá leemos las instrucciones:

"He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel."
Éxodo 17:6

Así que Moisés golpeó la peña con la vara y de ella salieron las aguas para dar de beber al pueblo.

Dentro de este mismo escenario, el acontecimiento se va a repetir tiempo después: el mismo pueblo, airado y con sed, la peña de la que ya vieron brotar aguas y un Moisés recibiendo instrucciones al respecto.


"Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias."
Números 20:8

Esta vez Dios le da una instrucción diferente. El instruído, acompañándose de Aarón, ya no golpeará la roca, sino que la hablará y de ella sola brotará el agua.

La orden era bien sencilla de ejecutar, en cualquier caso, eran dos presentes, por si acaso alguno de los dos pudiera decir "no escuché bien lo que nos ordenó Dios que hagamos", siempre quedaría el otro para aclararlo.

Pero no obedecieron, ni el uno, ni el otro. Sino que el primero se contagió de la avidez del enojo popular, encendiéndose se dejó llevar e hizo lo que ya sabía según su experiencia pasada: golpear y sacar agua. Su acompañante Aarón simplemente no hizo nada, dejando hacer a Moisés según le parecía porque "¿para qué hablar a la peña si uno puede golpearla? Sí Moisés, tú haz que yo me quedo mirando aquí callado", nada que ver con la instrucción de Dios.


La consecuencia supuso lo peor para ellos dos: no pisar la tierra que Dios les daba por heredad, a la cual Moisés y Aarón se dedicaron a tiempo completo y con todas sus fuerzas a encaminar a un pueblo numeroso y difícil... trabajo que bien hubiera merecido el premio.

"Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado."
Números 20:10-12

He aquí el castigo ejemplar, que Moisés, subiendo a Abarim y a Nebo, ya no bajaría más de allí. El pueblo no vería más el rostro de aquel que allá estaba cuando nació cada uno de sus habitantes, junto con Josué y Caleb.

Y para que conste, quedará plasmado en la historia, entre las letras de la ley, para ser sabido de generación en generación.

APLICACIÓN:

El mayor castigo ejemplar para toda la humanidad y en toda su historia sobre la tierra es la paga del pecado de Adán, que es la muerte, y su transmisión en su simiente, corrupta desde el momento de la desobediencia, trascendiendo a toda la humanidad.

Así que aquí estamos, con una conciencia corrompida por la codicia, el orgullo y la soberbia, que nos mantiene inevitablemente repelidos de la Santa presencia de Dios.

Pero esto tiene solución, porque tiempo atrás, incluso antes de la fundación del mundo, Dios trazó un plan de perdón y de vida a la humanidad, que no transgrede la sentencia de muerte sino que con toda justicia viene a satisfacerse el pago, para  que nosotros no tengamos que sufrirlo.

La justicia de Dios dice que la paga del pecado es la muerte y que sin derramamiento de sangre no hay remisión.(Esto lo leemos en Romanos 6:23 y Hebreos 9:22). Esto quiere decir que para que la separación de Dios con el hombre sea restaurada cumpliendo con toda justicia, venía siendo necesario que otro hombre perfecto como Adán, que era limpio, sin pecado y a la misma imagen de Dios en todos sus sentidos excepto en la esencia (siendo hombre y no Dios), viniera a ser sacrificado propiciando el pago de vida por vida, para hallar la justificación  ante el Juez de jueces, que es Dios.

Entonces vino Salomón a decir:

"Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque."
Eclesiastés 7:20

Asimismo su padre David y Pablo más tarde, citando su salmo, dijeron:

Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
(Romanos 3:10-12 en referencia al Salmo 14).

Estaban en lo correcto, ¿qué hombre podría, pues, satisfacer el pago de la sentencia para la liberación del castigo por el pecado a todos los hombres?

Era necesario que hubiera un hombre perfecto, limpio, impecable, que además estuviera dispuesto a morir por toda la humanidad.

Pablo razona lo siguiente:

"Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno."
Romanos 5:7

Pero Dios, en Su inconmensurable amor y misericordia, nos proveyó de Hombre, que viniera a derramar hasta la última gota de su limpia sangre inocente para la redención por nuestro pecado y la justificación por su resurrección al tercer día.

"el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación."
Romanos 4:25

Y este Hombre es Jesús, el Verbo de Dios hecho hombre quien, siendo el Creador  de todas las cosas, adquirió naturaleza humana y sufrió como tal toda ira de Dios sobre Sí mismo, a causa de nuestros pecados.

Son las palabras del Señor Jesucristo, las que muestran de la forma más clara y sencilla la acción del amor de Dios y de la justificación del hombre por medio de Su persona.

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios."
Juan 3:16-18

La conclusión es entonces que el castigo ejemplar ha sido sufrido por un Hombre para que el resto podamos beneficiarnos por Él mediante la fe en su obra redentora en la cruz del Calvario, y la aceptación de Jesús como Señor y Salvador, Dios venido en carne, muerto por nosotros, resucitado al tercer día y que aún a de volver dando completa destrucción y para siempre a toda maldad.

O como dijo Pablo:

"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros."

Y también:

"que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo."
(Romanos 5:8 y 10:9)

ACCIÓN:

Puede ser (ya que así somos, en nuestra deformación carnal), que nos sintamos tan viles, tan sucios a causa de nuestros pecados cometidos, que el desánimo irrumpa en nuestro corazón, pensándonos no dignos de recibir el perdón de Dios.

Lo cierto es que nadie, nadie y nadie, por muy piadoso y justo que aparente ser aquí en la tierra, por más obediente que sea, compasivo, caritativo, inteligente, valiente, sufrido... Nadie es merecedor del perdón de Dios, sino que todos debíamos pagar con la muerte. Siendo que la justificación por medio del Señor Jesucristo es un regalo que a Dios le ha placido darnos, por amor de Sí mismo, evidenciando su principal y distintivo atributo: Dios es amor.

Esta será la lectura final, antes de inundar mis meditaciones de palabras de gratitud y alabanzas a mi Señor y Salvador Jesucristo y a mi Amado Padre celestial por este hermoso regalo de perdón y vida en Él:

"Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros."
Isaías 53:4-6












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