EL EJEMPLO DEL SIDIM, Deuteronomio 29: 22-28.
Y dirán las generaciones venideras, vuestros hijos que se levanten después de vosotros, y el extranjero que vendrá de lejanas tierras, cuando vieren las plagas de aquella tierra, y sus enfermedades de que Jehová la habrá hecho enfermar (azufre y sal, abrasada toda su tierra; no será sembrada, ni producirá, ni crecerá en ella hierba alguna, como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra, de Adma y de Zeboim, las cuales Jehová destruyó en su furor y en su ira); más aún, todas las naciones dirán: ¿Por qué hizo esto Jehová a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira? Y responderán: Por cuanto dejaron el pacto de Jehová el Dios de sus padres, que él concertó con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto, y fueron y sirvieron a dioses ajenos, y se inclinaron a ellos, dioses que no conocían, y que ninguna cosa les habían dado. Por tanto, se encendió la ira de Jehová contra esta tierra, para traer sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro; y Jehová los desarraigó de su tierra con ira, con furor y con grande indignación, y los arrojó a otra tierra, como hoy se ve.
Deuteronomio 29:22-28
REFLEXIÓN:
(En la Tierra hay lugares que suscitan la curiosidad.
El más llamativo, por su singularidad y por hallarse en el punto más bajo de todo el planeta con respecto al nivel del mar, es el Mar Salado, donde el Valle de Sidim.
Una zona de sal y asfalto, que no es mar ni hay vida. Y donde la hubo en sus orillas hasta que les vino la destrucción repentina.)
El ejemplo de lo acontecido en el valle de Sidim es la visión más gráfica que podemos tener sobre las consecuencias de la ira de Dios caída sobre la tierra, y debía de bastar con sólo nombrar sus ciudades destruídas para que a nadie se le ocurriera quebrantar el pacto con Dios, que se estaba llevando a cabo en los últimos días de Moisés.
Tres ciudades nombra el Señor, con tres ayes hacia ellas, por su rechazo mostrado hacia Él a pesar de sus milagros y demostraciones Mesiánicas acontecidos en ellas.
"¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido. Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida."
Lucas 10:13-15
En este caso, Tiro y Sidón les será de ejemplo, diciendo Jesús que "para ellas será más tolerable el castigo".
También, ya de paso, vemos que estas dos, Corazín y Betsaida, no es que rechazaran directamente a Cristo, sino a sus 70 discípulos enviados para anunciar el reino. Lo cual nos enseña que todo el que es de Cristo, como Él mismo es, según leemos en el versículo posterior:
"El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió."
Lucas 10:16
APLICACIÓN:
El ejemplo del Sidim está sobre los que rechazan abiertamente a Dios y a todo lo que Él representa.
En la obra evangelística no sirve un "todo vale" pero tampoco sirve un "insiste alte el claro rechazo". Esto viene a decir que la proclamación del evangelio se da en testimonio para que llegue al conocimiento del mundo para su salvación. Del receptor ha de ser la respuesta, en la cual Dios hace la obra por el Espíritu Santo en su conciencia.
El que rechaza abiertamente y de forma contundente nuestro mensaje, no nos rechaza a nosotros sino directamente a Cristo.
El que rechaza a Cristo va a hacer todo lo posible para que no se vuelva a proclamar su evangelio y, por tanto, lejos de haber pie a que se convierta, más bien se apresura a impedir su difusión a toda costa.
En este caso se requiere de la sabiduría suficiente para decidir cuándo el mensaje se da por entregado y centrarse en otro lugar, dejando en manos de Dios el designio de los incrédulos.
Un versículo que conocemos muy bien, y se suele usar para tal menester es el siguiente:
"No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen."
Mateo 7:6
Aunque hay que reconocer que en muchos casos abusamos de éste, usándolo como excusa para no compartir la Palabra con quienes, a nuestro prejuicio, intuímos que no va a querer escucharla.
Este es un craso error, puesto que la acción regeneradora no es posible si primero no se da la Palabra, la cual es de Dios y por la que Él mismo hace la obra en el que desconocía y ahora sabe, por medio del Espíritu Santo, para la salvación de su alma.
No es necesaria una insistencia si no se requiere, lo importante es que la semilla haya sido echada, sea cual fuere el tipo de terreno donde ha caído.
Es imperiosamente importante percatarnos que, antes de los ayes contra Corazín y Betsaida, Jesús primero dió señales y milagros, tales para que lo aceptaran como el Mesías, y ellos decidieron rechazarlo después de eso.
Aprendemos que primero se da el mensaje antes de la condenación, y que la sentencia la trae el Juez, no el mensajero.
ACCIÓN:
¿Cuál es mi actitud con respecto a la difusión del evangelio? ¿Abuso de los ayes por tal de justificar mis carencias evangelísticas o me dedico a sembrar e ir avanzando, dejando que sea el Señor quien hace la obra de la conversión?
Reconozco mi arrogancia en ambos sentidos: en el tanto insistir a aquél familiar que veo claramente que me está rechazando (esto no es bueno, porque incluso puedo estar sirviendo de tropiezo a la obra de Dios en su conciencia), y en dejar de darle el mensaje prejuzgando: "lo va a rechazar".
Esta es una actitud corregible desde ya, y me voy a hacer uso de estas palabras para afianzarme en la corrección:
"¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios."
Romanos 10:14-17
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