BENDICIÓN RESTAURADORA, Deuteronomio 33:8-11
A Leví dijo: Tu Tumim y tu Urim sean para tu varón piadoso, A quien probaste en Masah, Con quien contendiste en las aguas de Meriba, Quien dijo de su padre y de su madre: Nunca los he visto; Y no reconoció a sus hermanos, Ni a sus hijos conoció; Pues ellos guardaron tus palabras, Y cumplieron tu pacto. Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, Y tu ley a Israel; Pondrán el incienso delante de ti, Y el holocausto sobre tu altar. Bendice, oh Jehová, lo que hicieren, Y recibe con agrado la obra de sus manos; Hiere los lomos de sus enemigos, Y de los que lo aborrecieren, para que nunca se levanten.
Deuteronomio 33:8-11
REFLEXIÓN:
Un notable contraste desde que Jacob se pronunciara hacia Leví, juntamente con Simeón, y hasta que Moisés profirió su bendición.
Pues mientras que Moisés despunta con un favor especial a los Levitas, en sus bendiciones, con respecto a los demás, no así fue el tono que usó Jacob hacia ellos.
Y es que Jacob condenó el acto atroz que cometieron en Siquem. Pues maldijo así sus actos, los que más adelante les traerán duras consecuencias.
"Simeón y Leví son hermanos; Armas de iniquidad sus armas. En su consejo no entre mi alma, Ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, Y en su temeridad desjarretaron toros. Maldito su furor, que fue fiero; Y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, Y los esparciré en Israel."
Génesis 49:5-7
Pasados los siglos, Leví se presentó como la única tribu a favor de Dios en el desierto, tras su liberación de Egipto, y de ahí fue el mismo Dios que lo compensó,restaurándolo con el sacerdocio en Israel.
APLICACIÓN:
Aún hay quien discute el conocido dicho: "Dios ama al pecador pero aborrece el pecado".
Lo cierto es que poco hay que discutir al respecto, siempre y cuando no se pretenda echar mano del legalismo de las sectas basadas en la justificación por obras, o en la exclusividad de la salvación a unos pocos escogidos para serlo, de entre el resto seleccionado para la perdición.
Pues si desde Adán somos todos pecadores, ¿qué sentido habría en que Dios mandara a Su Unigénito Hijo a morir por nosotros, pecadores, si es que Dios no ama al pecador?
Pero Dios Hijo se hizo con una naturaleza humana para habitar entre nosotros, pecadores, para morir por nosotros, sufriendo sobre Sí mismo toda la ira de Dios contra todo el pecado del mundo. Para que con el sufrimiento de las torturas y su muerte se diera por satisfecho el pago para la redención de nuestras almas pecadoras, y con su resurrección al tercer día viniésemos a recibir una nueva vida en Él, restaurados y pasados a ser hijos de Dios.
Un buen ejemplo, de restauración en muestra del inconmensurable amor y misericordia de Dios hacia los pecadores, lo encontramos en Pablo, quien atestigua:
"Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén."
1 Timoteo 1:12-17
Y como a nuestra limitada mentalidad humana y razonamiento carnal no le cuadra que haya lugar al perdón después de haber sido merecedor de toda maldición causada por el pecado, no conseguimos concebir cómo podría un terrorista asesino, con el mero hecho de haber creído en la salvación por medio del Señor Jesucristo, lo aceptara como Salvador en su corazón, transformándolo, el Espíritu Santo, en una nueva persona, por la vida que Cristo pone en él, en su inconmensurable amor por su alma, rescatada en la cruz del Calvario.
Pablo nos viene a recordar con estas letras que nosotros dejamos de tener parte con el pecado desde el mismo momento en que nos convertimos a Cristo, no debiendo dar lugar a que éste tenga un espacio habitual en nuestra nueva vida. Asimismo nos insta a que nuestra restauración en Cristo sea dada a conocer para la salvación de las almas. Dice así:
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación."
2 Corintios 5:17-19
ACCIÓN:
Pues si Moisés no tomó en cuenta el pecado de Leví, conforme Jacob condenó su acción contra Siquem, y si Dios no toma en cuenta nuestros pecados, sino que envía a Cristo como medio de reconciliación, ¿cómo puedo estar yo reservándole una condena a aquel que a mi parecer "no tiene perdón de Dios"?
Si el Señor dice en Su palabra que El Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas,
¿por qué buscar venganza? ¿No estoy, con ello, atentando directamente contra el evangelio de la reconciliación y contra el poder restaurador del Espíritu Santo?
Cierro mi reflexión con el siguiente pasaje:
"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros."
Juan 13:34-35
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