viernes, 15 de octubre de 2021

CÁNTICO TESTIMONIAL, Deut. 31:18-20.


CÁNTICO TESTIMONIAL, Deuteronomio 31: 18-20.

Pero ciertamente yo esconderé mi rostro en aquel día, por todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a dioses ajenos. Ahora pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel. Porque yo les introduciré en la tierra que juré a sus padres, la cual fluye leche y miel; y comerán y se saciarán, y engordarán; y se volverán a dioses ajenos y les servirán, y me enojarán, e invalidarán mi pacto.
Deuteronomio 31:18-20

REFLEXIÓN:

En la expresión oral los cantos han supuesto un elemento esencial en la práctica de la comunicación humana.

Siendo que añadiéndole una entonación melódica a una frase estructurada, más o menos difícil de recordar, se transforma en una canción capaz de quedarse en la memoria desde la temprana edad del hombre y hasta su último día en la tierra, esto le va a suponer al pueblo una herramienta principal en su enseñanza, en la preservación de  la ley y de su memoria histórica.

Y aunque las canciones tienen por norma general entonar en sucesión a lo acontecido, Dios ha preparado para que Moisés le cante al pueblo unas letras proféticas nada alentadoras, sino más bien como advertencia, por si aún existiera alguien en Israel que pensara: "Una vez cruzado el Jordán, se acabó la ley".

Un cántico que en la misma profecía demuestra el inconmensurable amor de Dios para con Su pueblo. Al cual, Él conociendo que va a desechar Su ley y a Él mismo, yéndose en pos del paganismo, lo ampara, le guía y le hace entrar en las bondades de la tierra que un día le prometió a Abraham y desde donde se establecerá el trono perpetuo de Su reinado sobre toda la creación.

No fueron en un cántico, pero a Pedro le resonaron en la mente estas palabras de Jesús, tan pronto su lengua se atrevió a negarlo por tercera vez: "Antes que el gallo cante, me negarás tres veces".

Fue así, Pedro le negó, y no sólo una, sino tres veces. Y no con un simple "no", sino incluso jurando y maldiciendo.

"Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno. Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho:Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente."
Mateo 26:69-75

Jesús ya le había advertido, pero no fue hasta después de negarlo que se acordó, no porque fuera la tercera vez que lo hacía, sino tras el memorial conocido como el canto del gallo, del recital emblema de la nación de Israel:

"Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas."
Deuteronomio 6:4-5

Pues Pedro, tras escuchar la advertencia del Señor, bien podría haber echado mano del canto del gallo para tatarearlo mentalmente, el cual le hubiera evitado caer en la tentación de negar a Cristo, quien es la manifestación visible de Dios.

Pero en su lugar prefirió no dar crédito al aviso, "yo no voy a caer tan bajo", pensaría de sí mismo, y desestimándolo, acabó dejándose vencer por el miedo, llegado el momento.

APLICACIÓN:

Los cánticos formaron parte del consejo de Pablo tocante a la vida práctica de la fe cristiana en momentos de  congregación.

No es que se refiriera al mero hecho de cantar, sino más bien al entonado de las Escrituras, de loor y de consejo, de modo que estos cánticos se dieran desde el entendimiento, en conocimiento y sumisión a Dios, a quien se adora y sirve y en disposición a la llenura del Espíritu Santo:

"No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo."

"La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales."

(Efesios 5:18-20 y Colosenses 3:16.)

Existe un refrán secular muy conocido. Tanto así que Miguel de Cervantes lo plasmó en una frase de su personaje Don Quijote de la Mancha, que dice "quien canta, sus males espanta". No va mal encaminado, siendo que el proceso ocupa la mente, atenuando el pensamiento que le turbaba hasta el momento.

Y puesto que en la mente se urden los pensamientos que darán lugar al pecado o a la santificación, este va a ser un tema bastante abordado en las epístolas, (no sólo las Paulinas, aunque acabe citando una de ellas), para un correcto desarrollo en el cuerpo de Cristo.

"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad."
Filipenses 4:6-8

ACCIÓN:

Ahora me queda meditar y examinar con qué cántico despierta mi mente cada mañana, si con uno de adoración en gratitud o uno que atestigua mi desobediencia.

Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado. Te doy gracias por Tu perfecta palabra que me enseña, me confronta y me instruye para la corrección de mis pasos y para el enderezamiento de mi caminar en Cristo.
Te pido perdón, haciendo memoria de cada momento en que he perdido la paciencia, me ha sobresaltado el miedo o el desánimo ha tratado de eclipsar la certeza de la libertad que me fue dada por la obra redentora de Jesús en la cruz del Calvario, y la vida eterna en Su resurrección al tercer día. Señor mío y Padre mío, aumenta mi fe y dame la sabiduría necesaria para detectar aquellos momentos en que las distracciones me apartan de Tu palabra y me desvían en contra de Tu santa y perfecta voluntad. Hoy quiero levantar un Salmo para glorificar Tu Santo nombre y tu inconmensurable amor y misericordia:

"Mi corazón está dispuesto, oh Dios.
Cantaré y entonaré Salmos.
/Esta es mi gloria./
Despiértate, salterio y arpa.
/Despertaré/ al alba.
Te alabaré, oh Jehová,
entre los pueblos.
A Ti cantaré Salmos
entre las naciones.
Porque más grande que los cielos
es Tu misericordia,
y hasta los cielos es Tu verdad. "

(Adaptación en cántico de Salmos 108: 1-4).














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