domingo, 3 de octubre de 2021

LA MEJOR OFERTA, Deut. 28:1-2


LA MEJOR OFERTA, Deuteronomio 28: 1-2.

Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.
Deuteronomio 28:1-2

REFLEXIÓN:

(La mejor oferta jamás ofrecida al hombre es la que presenta Dios, no sólo en cuanto a bendiciones terrenales, sino a las más importantes, que son las eternas.)

"Quien algo quiere, algo le cuesta", reza el refrán popular. Y suele suceder así, que el hombre se empeña en conseguir algo en lo que su corazón se encaprichó y se emprende a la aventura de llegar a hacerlo, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Por lo tanto no debería ser muy complicado esforzarse en guardar y obedecer los mandamientos que está recibiendo el pueblo de Dios, por tal de conseguir lo que todo hombre debe anhelar: bendición eterna.

El pueblo está pronto a cruzar el Jordán para continuar la conquista de las tierras de la promesa, pero no sin antes recibir de forma clara y contundente, los mandamientos, leyes y preceptos que deberán guardar, poner en práctica y enseñar a las próximas generaciones.

Descritas las maldiciones que deberán de proclamar en lo alto del monte Ebal, se abre un generoso paréntesis que ofrece a sus oyentes un adelanto de las bendiciones que conllevan la obediencia, claro que también ofrecerá, en contraste, las maldiciones sobre la sublevación.

APLICACIÓN:

No ha habido hombre en toda la historia del mundo que haya podido cumplir con toda la ley expuesta por Dios a los hombres, excepto Jesús, Dios Hijo humanado, nacido de virgen y sujeto a coma y tilde sin transgredir en absoluto al más mínimo mandamiento del Padre.

"Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre."
Filipenses 2:5-11

Porque no vino a obedecer la ley sino que aún le dió el cumplimiento de lo que ella representaba.

Porque esta ley dada a Moisés no demostraba más que la imperiosa necesidad del pueblo de un Mesías que les rescatara y les fuese de justicia ante Dios, en vista de la imposibilidad de cumplirla de cabo a rabo, sin transgredir en algún punto, aún si fuere por ignorancia o confusión.

Así que cumpliendo no venía a demostrar que la ley Mosáica fuera más o menos fácil de cumplir por cualquier hombre, sino que con su impecabilidad venía a consumar el plan eterno de reconciliación de Dios para con los hombres, en la cruz del Calvario.

Plan que ofrece bendición eterna a todo el que oye, guarda y pone por obra a Cristo en su corazón, por la ejecución de la regeneración del Espíritu Santo y por medio de la Palabra de Dios.

Y como a Jesús, en su obediencia y humillación, Dios lo exaltó hasta lo sumo. Los que en Él hemos creído debemos estar prestos a obediencia y humildad, en espera de la exaltación que Dios ofrece por amor de Su nombre, a cada siervo del Señor Jesucristo.

Pero ¡cuánto cuesta obedecer cuando uno está cansado del trabajo, con dolores, o en medio de situaciones adversas!

Me pregunto cómo lo harían nuestros hermanos que sufrían persecución en el primer siglo de la iglesia, e incluso en la actualidad en países conflictivos.

Meditando en la Palabra hallo que el esfuerzo que atañe la obediencia en el hombre, pasa de ser fatiga a ser una delicia conforme el creyente enriquece su conocimiento en la Palabra y adereza su día en oración y alabanzas.

Y así Pedro instó a los hermanos de la dispersión, a que a través del entendimiento, conforme a mayor conocimiento de Dios y de Su voluntad, fueran alimentándose más las ganas de continuar en obediencia hacia la perfección de Cristo, a pesar de las tribulaciones que estaban atravesando.

"Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo."
1 Pedro 1:13-16

ACCIÓN:

Y después de lo leído y lo reflexionado me pregunto: ¿Es para mí, la ley de Cristo, una norma de obligado cumplimiento o una suculenta delicia que me acompaña con tentempiés en el camino de la vida?

Igual que un buen trabajador se complace de la tarea bien hecha y entregada con el corazón, así su jefe satisfecho, hace todo lo posible para que nunca se vaya de su empresa. 

¡Gocémonos en la obediencia a Cristo y nos colmará de bendiciones!

"Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre."
Salmos 16:11.















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