PENSANDO EN LOS DEMÁS, Deuteronomio 22:8
Cuando edifiques casa nueva, harás pretil a tu terrado, para que no eches culpa de sangre sobre tu casa, si de él cayere alguno.
Deuteronomio 22:8
REFLEXIÓN:
Un sólo versículo, pero que dice tánto...
Parecería evidente que alguien va a construir una baranda de protección en el terrado de su casa. La verdad es que lamentablemente existen muchos que se la ahorren, pensando: "Yo no me pienso asomar, ni siquiera pienso subir mucho a mi terrado". Este pensamiento ni es sabio ni demuestra nada más que no sea amor propio, el despotismo de su ego sobre los demás.
Así que, en el caso del pueblo de Dios, el simple hecho de colocar una protección en el terrado de su casa iba a suponer un mandamiento a cumplir, para incentivar a sus hombres que mientras lo construyeran, fueran pensando en cuán peligroso podría ser si alguien que no fuera él, decidiera asomarse en su terrado.
Paseando por mi ciudad, en la actualidad, puedo encontrarme espacios urbanos con diseños modernos, atractivos e incluso con zona de juegos infantiles, realmente peligrosos, pues no se han diseñado teniendo en cuenta a quienes han de acercarse por la zona o a hacer uso de las instalaciones.
Esto sucede porque la sociedad de hoy día vive inmersa en una cultura yoísta, es decir "primero yo, luego yo, y si queda un poco más de tiempo, también yo". Así que cuando antes veíamos parques infantiles llenos de vallas protectoras, hoy vemos figuras arquitectónicas dignas de galerías de arte, pensadas más para impresionar al visitante que en la seguridad de las pequeñas personitas que se suben para jugar en ellas.
Este mismo pensamiento se ha trasladado en la intimidad de los hogares, viéndose familias que cada uno mira por sí, mientras tanto sus hijos se distraen con cualquier cosa. De ese modo puede resultar que una madre se deje conectado un secador de pelo cerca del lavamanos pensando, "bueno, sería estúpido que se me ocurriera mojarlo", pero no pensar en su hijito pequeño que no entiende que agua y electricidad hacen una letal combinación.
Dejar latas de bebidas abiertas donde alguien se pudiera cortar manipulándolas, objetos cortantes o punzantes, dejar suelos mojados donde alguien se pudiera resbalar, o medicamentos y productos de limpieza a mano de cualquiera que los pueda confundir con caramelos... Son detalles que delatan al yoísta, el cual no estaría de más que se tuviera que sujetar por ley a unas normas estrictas de concienciación social y familiar, ya que por sí mismo no lo va a hacer jamás.
APLICACIÓN:
Pues vemos que el Señor Jesucristo conoce muy bien el corazón del hombre. Así aún a los que somos de Él, nos insta al amor mutuo por mandato:
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
Juan 13:34
Este amor no trata de inventar palabras agradables para hacer sentir bien a alguien solamente cuando está delante, porque esto sería hipocresía. Él habla de un amor incondicional que sólo Dios puede dar y que mostró, a través de Jesús, dando su vida en sacrificio por nuestro rescate del pecado y de la muerte.
Porque dice también el apóstol Juan, con respecto al amor al prójimo que el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. (Esto lo podemos leer en 1 Juan 4:8).
Por lo que es vergonzoso que un creyente, que ha saboreado la misericordia de Dios en su vida, el perdón y la nueva vida en Cristo, solo piense en sí mismo y en sus prioridades personales por encima de los demás, y aún más reprensible si esos demás se tratan de los componentes de su núcleo familiar. Y con la siguiente sentencia lo indica Pablo, en una de sus cartas a Timoteo:
"porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo."
1 Timoteo 5:8
Por lo que volvemos al segundo de los principales mandamientos del Señor: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Ya que, meditando en el egocéntrico pensamiento del "primero yo, luego yo y por último, también yo", hallamos el principio anticristiano descrito en Apocalipsis 13:18, el cual es el número de la bestia, conformado por tres veces el número del hombre, o lo que es lo mismo, el amor propio elevado a la máxima potencia. Que es la antítesis del amor de Dios, el cual se da de Sí mismo en rescate por toda la creación.
ACCIÓN:
La iglesia a veces se vé envuelta en un pensamiento individualista, no quizá tan extremo, ya que somos de Cristo, pero como que pretendemos que todos los hermanos sean, se expresen y se ocupen en la misma manera, con la misma madurez y en las mismas cosas que nosotros, dentro del cuerpo de Cristo.
Pero a Dios le plació que su iglesia estuviera caracterizada por una amplia variedad cultural y racial, de manera que la gracia de Dios resaltara por sobre las diferencias en unidad del Espíritu Santo y en el amor y la libertad en Cristo.
En lo personal, para ejercitar el amor de Cristo y desechar el amor propio, que es carnal, me sirvo del siguiente texto:
"Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano."
1 Corintios 8:9-13
Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado, agradeciéndote por tu perfecta Palabra que me confronta y endereza, te pido perdón por las veces que me he pretendido poner como ejemplo, por encima de los demás, mirando solamente por mí misma, actuando sin pensar en cómo pudiera afectar mi actitud hacia los demás hermanos. Pido también que me dés la sabiduría necesaria para entender cuándo una acción mía puede ser causa de tropiezo en la familia, en el mundo o entre los hermanos, para que pueda corregirlo y vaya acomodando mi ser al carácter de Cristo. En el nombre de Jesús, Tu precioso Hijo y mi Señor y Salvador. Amén.
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