EL FRUTO ES DETERMINANTE, Deuteronomio 20:19-20
Cuando sities a alguna ciudad, peleando contra ella muchos días para tomarla, no destruirás sus árboles metiendo hacha en ellos, porque de ellos podrás comer; y no los talarás, porque el árbol del campo no es hombre para venir contra ti en el sitio. Mas el árbol que sepas que no lleva fruto, podrás destruirlo y talarlo, para construir baluarte contra la ciudad que te hace la guerra, hasta sojuzgarla.
Deuteronomio 20:19-20
REFLEXIÓN:
En las instrucciones para la guerra se encuentra una orden que más que orden parece un recordatorio o un consejo práctico en la lógica para la supervivencia y estrategia bélica.
El panorama representado es el siguiente:
Israel se encuentra sitiando una ciudad y la duración de batalla se está alargando. El hecho de nombrar la acción de meter hacha en los árboles para destruirlos es muy normal dentro de este escenario, ya que es un recurso que les puede servir para hacerse artilugios de asedio y defensa.
El caso es que, en la largura de días, si han talado sin seleccionar árboles, salvando los que dan fruto, les puede jugar una mala pasada obligándoles a una retirada por falta de provisión de alimento.
Serán pues los árboles que no dan fruto los únicos destinados a la tala para ser utilizados para el bastión del sitio, quedando en pie los que proveerán del mantenimiento para los guerreros.
El fruto es determinante, hace que el árbol se mantenga, mientras tanto el talado pierde la integridad de su naturaleza, al no cumplir esta función productiva.
(Todo lo que Dios ha creado cumple una función dentro de Su creación, siendo que lo que no la cumple se hace inútil, innecesario o incluso puede alterar el ritmo o la capacidad funcional de lo demás.)
Cuando a un cuerpo le deja de funcionar el cerebro por completo, no es capaz de respirar o hacer latir su corazón sin ayuda artificial, ya que de él proviene la orden para llevar a cabo estas funciones vitales. Ahora bien, aunque el cuerpo aparenta funciones vitales, ya no le es posible mantenerlas en el momento en que se desconecte de los aparatos de apoyo artificial, como el de la respiración asistida o la inducción del ritmo cardíaco. Clínicamente se conoce este caso como el de la muerte con corazón latiente. Aunque también es muy discutible no solamente entre el gremio sanitario sino en lo ético y moral, humanamente hablando.
Se dice que una mujer puede estar clínicamente muerta y aún así albergar con vida un feto en su vientre. En este caso van a intentar por todos los medios mantener artificialmente las máximas funciones vitales del cuerpo de la fallecida hasta que el bebé cumpla el tiempo en que pueda ser sacado de ese vientre. Digamos que en caso de muerte cerebral (se entiende que es la total disfunción del cerebro, totalmente irreparable), el protocolo se declina por la desconexión de maquinaria de apoyo, dejando que el resto del cuerpo deje de funcionar por sí mismo. Pero si se encuentran con la oportunidad de extraer con vida el fruto del vientre de la fallecida por muerte cerebral, su plan de actuación se deja de centrar en ella sino en el bebé, la mantendrán "conectada" el tiempo que haga falta a los medios disponibles en salvaguarda de la vida.
Podemos ver entonces que el principio de que "el fruto es determinante" se mantiene en la conciencia humana, aunque cada vez la maldad va degenerándola más, hasta el día en que se deje por completo de tener un concepto sano de este principio básico de vida.
APLICACIÓN:
La analogía entre el fruto y la vida tiene mucho peso en el cristianismo, siendo el Señor Jesucristo quien la enfatiza para dar a entender la vital importancia de la existencia de fruto como evidencia de permanencia en Él:
"Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto."
"Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer."
Juan 15: 1-2 y 4-5
También ofrece una parábola donde a través de un viñador y una higuera infructuosa se escenifica la paciencia que tiene Dios para con el hombre y cómo, a través del Señor Jesucristo, se les ofrece una nueva oportunidad de vida, cuando otro ya lo hubiera desechado.
"Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después."
Lucas 13:6-9
La paciencia de Dios para con nosotros se hace patente a lo largo de la historia, de cómo ha ido pasando por alto nuestros contínuos desplantes e ignorancia, por tal de que un día fuéramos hechos hijos suyos a través del evangelio de Jesucristo, en conocimiento de su obra redentora en la cruz del Calvario y de su resurrección al tercer día.
Pero el Señor también es muy tajante para con aquellos que dan frutos pero no son acordes con una conexión a Él, sino alimentados por la savia religiosa de la justificación por obras:
"Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego."
Mateo 3:8-10
Luego también recibimos enseñanza del Señor a través de los frutos, en cuanto a la distinción entre los hijos de Dios y los falsos profetas:
"Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis."
Mateo 7:15-20
Se entiende que los frutos de los falsos profetas no concuerdan en nada con los de los que son de Cristo, siendo que tienen apariencia de piedad y sin embargo llevan una vida y pensamientos pecaminosos.
ACCIÓN:
La lectura de hoy y la reflexión sobre el pasaje me lleva a estas palabras del Señor:
"En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos."
Juan 15:8
Y automáticamente me traslado introspectivamente al repaso de en qué medida está siendo glorificado el Padre en mi vida en Cristo. Veo también que un discípulo del Señor lleva mucho fruto... ¿puedo yo, tocante a este baremo, denominarme discípulo del Señor, o me está quedando muy grande el título?
Si la cantidad de mi fruto es proporcional a mi permanencia en Cristo, me es necesario valorar objetivamente qué y cuánto fruto estoy dando que glorifique al Padre, y de esta manera no queda duda de cuán infiel es mi permanencia en Él.
Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado, gracias por Tu perfecta palabra que me confronta y me instruye para mi corrección y llegar a ser cada vez más acorde al carácter de Cristo. Pues Tu Santa y preciosa palabra de hoy me confronta y por ello te pido perdón por no mantener esta permanencia en Tu amado Hijo, mi Señor Jesucristo, que debiera tener para Tu gloria y honra y para que, pudiendo ser usada por Tí , pueda dejar de andar en los tropiezos de mi relajado uso de la fe y desarrollarme en Cristo como pámpano de abundante fruto y agradable a tus ojos. A Tí sean toda la gloria, la honra y la alabanza, por todos los siglos. Amén.
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