JUSTA CORRECCIÓN, Deuteronomio 25: 1-3
Si hubiere pleito entre algunos, y acudieren al tribunal para que los jueces los juzguen, éstos absolverán al justo, y condenarán al culpable. Y si el delincuente mereciere ser azotado, entonces el juez le hará echar en tierra, y le hará azotar en su presencia; según su delito será el número de azotes. Se podrá dar cuarenta azotes, no más; no sea que, si lo hirieren con muchos azotes más que éstos, se sienta tu hermano envilecido delante de tus ojos.
Deuteronomio 25:1-3
REFLEXIÓN:
Porque el propósito del castigo es la corrección para el bien del que lo recibe, y no una venganza. No se observa la posibilidad de escarnio en la práctica de la justicia dictaminada por el Juez de los jueces.
Cuarenta azotes como tope, y lo demás sería motivo de castigar al que azota, por interpretar que ya no aplica ley, sino ultraje contra su semejante.
Una vez recibido los cuarenta azotes, los cuales se entienden que son reservados al reo merecedor del mayor castigo, ya quedaba saldado el pago, y luego paz.
En tiempos del primer siglo de la era de Jesucristo, Pablo indica como fue receptor de este máximo castigo a causa del evangelio.
"De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno."
2 Corintios 11:24
Vemos dos detalles en este verso. El primero es ver como a Pablo no le amilanó recibir una sola primera vez el máximo castigo por parte de los judíos que trataban de silenciar el evangelio. Sino que continuó con su labor, recibiendo hasta cinco veces la misma pena.
Luego, el concepto "cuarenta azotes, menos uno" es una alteración legalista de los intérpretes de la ley del momento que, no teniendo en cuenta la integridad del castigado, que es lo que en realidad pretende el mandamiento original, el cual manda infringir solamente el justo castigo sin peligrar la vida del hombre, más bien trataban de salvaguardar sus propias espaldas, de ser castigados por excederse en el número de azotes, lo que denota una doble moral religiosa.
APLICACIÓN:
Aunque secularmente se entienden los desastres naturales y los diversos problemas más o menos graves del hombre como "los azotes de la vida", hay que tener en cuenta que el hombre y toda la creación no sufre sino la consecuencia de la acción del pecado y de la muerte. Siendo que el hombre que no tiene a Dios se puede ver envuelto en desgracias buscadas por sí mismo directamente o por su propia incredulidad.
Pero cuando este incrédulo es alcanzado por la palabra de verdad, y en aceptación a Cristo, pasa a pertenecer a la familia de Dios, por su adopción por medio del Espíritu Santo, se vé liberado de la acción de la muerte como pago por sus pecados, habiendo sido saldados por el Señor Jesucristo en su obra redentora en la cruz del Calvario.
Las palabras "disciplina" y "corrección" van a tomar el espacio propio que ocupan en la relación Padre-hijo, por tal de que este último crezca recto y firme en su nueva identidad en Cristo.
Mientras que la disciplina de Dios abarca las instrucciones de vida conforme a Su voluntad, dadas en Su palabra. La corrección es la acción resultante de la confrontación directa entre la instrucción del Padre y la obediencia del hijo.
Cuando no se da esta obediencia, tarde o temprano se va a dar la consecuencia, la cual es el castigo. Claro que no se trata de recibir azotes literalmente dichos, pero si que estos achaques tienen una acción similar tanto en el ámbito terrenal como en el espiritual, por tal de que la corrección se dé lo antes posible.Y esta corrección tiene por finalidad llegar a ser conforme a la perfección del carácter de Cristo y a Su santidad, según dice el Señor a través de Pedro.
"como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo."
1 Pedro 1:14-16
ACCIÓN:
En confrontación con lo leído y reflexionado, en la vergüenza de mi corazón, constreñido por la perfecta palabra de Dios, veo que no me cuesta nada proferir juicio e incluso si yo pudiera, infringir castigo sobre los demás, señalando "éste no es obediente a ésta o a aquella instrucción del Padre"... ¡Cuántas veces debía dirigirse a mí este, mi dedo acusador!
Tengo un último versículo que quiero plasmar antes de mi oración, que es el siguiente:
"Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo."
1 Corintios 11:31-32
Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado. Te doy las gracias por esta, Tu perfecta palabra que me instruye, me enseña y me confronta para que mis pasos anden según la perfecta huella del Señor Jesucristo. Pues hallo que debo corregir mi mirada hacia los hermanos sobretodo hacia los más débiles, por tal de tratar con ellos de la forma más amorosa y paciente posible según Tú lo haces con todos tus hijos sin acepción de personas, para su aliento y corrección. Amado Padre, también te pido la sabiduría necesaria para poder contribuir a la mutua edificación en Cristo en obediencia a Tu perfecta voluntad y para Tu gloria y honra, por los siglos de los siglos. Amén.
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