martes, 21 de septiembre de 2021

GRATITUD CON LAS PRIMICIAS, Deut. 26:5-11


GRATITUD CON LAS PRIMICIAS, Deuteronomio 26:5-11

Entonces hablarás y dirás delante de Jehová tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos a Jehová el Dios de nuestros padres; y Jehová oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová. Y lo dejarás delante de Jehová tu Dios, y adorarás delante de Jehová tu Dios. Y te alegrarás en todo el bien que Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que está en medio de ti.
Deuteronomio 26:5-11

REFLEXIÓN:

(Duro golpe es a la arrogancia del rico, que alguien le recuerde que un día fue pobre.)

De un arameo sacado de su tierra, echado a caminar la vida nómada, sin una lengua propia y sacado de su identidad y de su parentela.

Un individuo nacido en Ur de los Caldeos, sacado de en medio de la idolatría, un hombre de mujer estéril... Pero a Dios le plació sacar de él la mayor descendencia que jamás nadie podrá tener: desde un hijo hasta una nación, extendiendo en él la bendición, hasta todas las familias de la tierra.

Y allí se encontraba la nación resultante, multiplicada, prosperada, liberada, guiada y a puntito de pisar la tierraque Dios prometió a Abraham, el nómada arameo a quien el Todopoderoso escogió, como raíz de este maravilloso árbol genealógico, de donde saldría el Mesías.

¡Qué menos que las primicias de los frutos de la nueva tierra que Dios les da en heredad, para ofrecérsela a Él en agradecimiento!

Pero el corazón del hombre es tardo en agradecer así como en reconocer la mano de Dios sobre toda cosa buena que acontece. Quedará como una orden, pues, que el pueblo separe lo primero de todo el bien recolectado, tan pronto hagan posesión de las tierras.

Y como buen síntoma de humildad, que es admitir que sin Dios no somos nada, Ana dejará plasmadas en la historia sus palabras adorando a Dios en gratitud por la respuesta a sus oraciones. Y no sólo eso, sino que confirma su corazón agradecido consagrando al servicio de Dios el hijo que Él le ha dado.

"Él levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo. El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia fuerza."
1 Samuel 2:8-9

APLICACIÓN:

Cuando Cristo murió en la cruz del Calvario, tras su "consumado es" y después de haber dejado su espíritu en manos del Padre, se rasgó el velo que reservaba el Lugar Santísimo del Templo al Sumo Sacerdote, extendiéndose el acceso a todos los hombres. Este acceso se hizo palpable en su resurrección al tercer día, con la cual pasó a ser para Dios las primicias de los resucitados y, ascendido a la diestra del Padre, aguarda el día en que nos tomará consigo (esto es, a los que formamos parte de Su iglesia) y seremos también transformados juntamente con Él.

La misma palabra "primicias" es usada por Pablo para expresar cómo es que el Señor Jesús viene a ser las primicias de Dios, en cuanto a la resurrección de entre los muertos, para seguidamente resucitarnos juntamente con Él, cuando seamos arrebatados.

"Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia."
1 Corintios 15:19-24

Habiendo sido pues, rescatados de las profundidades del lodazal de la muerte y llevados a la vida en Cristo, no nos queda nada que ofrecerle, sino alabanzas perpetuas en gratitud por habernos sacado de ese muladar y llevado a comer en Su mesa, poniéndonos por coherederos en Cristo, justificados por Él delante del Padre.

Ninguno de nosotros estamos exentos de  envanecernos, tras haber saboreado la libertad en Cristo y todas sus bondades en nuestra nueva vida. No está mal que disfrutemos de ellas, pero en el momento en que dejamos de echar una primera mirada al Padre, en agradecimiento y entrega a Él, buscando Su voluntad, ya estamos dejando que la arrogancia y el orgullo manche nuestros corazones.

Otra vez Pablo, ahora hablando de sí mismo, va a explicar cómo Dios trata personalmente con él, en vistas de su tendencia a enorgullecerse en su carne, para mantenerlo humilde a pesar de las revelaciones. Recordándole Quién es el que lo capacita y le hace prosperar en su ministerio.

"Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí."
2 Corintios 12:7-8

ACCIÓN:

Leída y meditada, esta Palabra me hace reconsiderar mis bienes, capacidades y oportunidades que van presentándose en mi día a día. Luego examino cuál es la actitud con la que los recibo y hacia dónde se inclina mi corazón.

Cuando el Señor me rescató, yo no era ni  más ni mejor que aquél arameo errante, extranjero por allá donde acampaba, viviendo por fe en la promesa que generaciones después se iban a ir materializando. Cuando Cristo llegó a mi vida y yo lo acepté como mi Señor y Salvador, Dios el Padre me acogió en sus brazos, no conociendo yo todavía lo básico en Su Palabra, y poco a poco fué abriéndome al entendimiento, poniendo hermanos en mi camino y edificándome en Cristo, hasta el día de hoy.

Concluyo, como diría Samuel, el hijo que Ana consagró a Dios y que el Señor lo usó en gran manera, "hasta aquí me ayudó el Señor". 












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