Y los días que anduvimos de Cades-barnea hasta cuando pasamos el arroyo de Zered fueron treinta y ocho años; hasta que se acabó toda la generación de los hombres de guerra de en medio del campamento, como Jehová les había jurado.
Deuteronomio 2:14
REFLEXIÓN:
Y este fue el coste de provocar a Dios una y otra vez en desobediencia y continua queja. Treinta y ocho años y toda esa generación perdida, hallaba su muerte en el desierto.
Ya que tan vehementemente rechazaron la tierra que les daba Dios, Él juró que jamás la verían y, no sin antes hacerles vagar durante cuatro décadas por el desierto, así lo hizo cumplir , de modo que no quedó ninguno de aquella generación, ni siquiera Moisés, y en excepción de Caleb y Josué que fueron guardados por su fe y obediencia.
Algo parecido le sucedió a Moisés desde que salió huyendo de Egipto hasta que le llamó el Señor en Horeb, que Dios lo estuvo tratando durante cuarenta años, por tal de eliminar de su carácter todo lo malo y prepararlo para tamaña misión en la que debía enrolarse encabezando al pueblo de Dios.
Pues esto mismo acababa de sufrir el pueblo, un proceso de purga y preparación para lo que les debía acontecer, afrontar con mayor logro y energía toda instrucción de Dios y ponerla por obra para el disfrute de la tierra prometida. Ahora sí, en disposición y obediencia.
APLICACIÓN:
Dios creó todas las cosas que se ven y las que no se ven. Tanto así que, aun no habiendo creado el mal, propiamente dicho, sí que hubo la oportunidad que éste apareciera en el corazón de alguna de sus criaturas.
Cuando el mal brotó y se materializó en Lucero, éste fue echado de la presencia de Dios juntamente con la tercera parte de los ángeles, que es lo correspondiente a los que se rebelaron contra Dios al dar oído a los engaños de este querubín envanecido por la idea de apropiarse de la gloria de Dios.
No quedándose conforme, aún engañó al hombre a base de chismes retorcidos de manera que también el fue expulsado de la Santa presencia de Dios en el jardín de Edén.
Pero aunque los ángeles caídos junto con su jefe Satanás fueron condenados desde el principio de su rebelión sin oportunidad de redimir su mal, sí que ha provisto para el hombre el sacrificio perfecto en Cristo Jesús, para la remisión de sus pecados, la regeneración por medio del Espíritu Santo y la santificación haciéndonos aceptos hijos de Dios en Cristo.
Este Mesías Redentor se presentó primero delante del pueblo que Él escogió crear para establecer Su reino en la tierra. Y su pueblo no solamente no lo reconoció, sino que además lo entregó en manos de los romanos para que fuera crucificado con los que en ese entonces eran tomado por los malditos de la sociedad.
Habiendo pasado por el sacrificio, necesario y previsto desde antes de la fundación del mundo según Su plan eterno de reinado y salvación. Ahora todo hombre ha pasado de estar totalmemte perdido en sus pecados e irremediablemente encaminado a la muerte, a poder ser salvo creyendo en el Señor Jesucristo y en su obra redentora en la cruz, para el perdón de nuestros pecados.
A todo esto, tras el rechazo de su pueblo a recibir a su Mesías en el establecimiento de Su reino terrenal. Dios dejó de tratar con ellos para iniciar una nueva etapa en la tierra, conocida como la dispensación de la gracia, que viene a ser la era de la iglesia.
Mientras tanto, aún le queda un proceso por el cual pasar, al pueblo de Dios, mas este durará menos a causa de su dureza sin precedentes y como no la habrá ya nunca jamás, en lo que conocemos como la gran tribulación, cuando ya la iglesia habrá sido arrebatada por el Señor para llevarla a Su presencia:
Y acontecerá en toda la tierra, dice Jehová, que las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios.
Zacarías 13:8-9
ACCIÓN:
Si bien hemos sido hechas nuevas criaturas en Cristo Jesús, los que en Él hemos creído, aún permanece en nuestro cuerpo de carne nuestra vieja naturaleza, la cual tenemos el deber de someter a los pies de Cristo, con la ayuda y dirección del Espíritu Santo que mora en nosotros, según la voluntad de Dios.
Este proceso de sometimiento de la carne se conoce como la santificación y tiene por finalidad formar el carácter de Cristo en nosotros de manera que cada vez seamos más parecidos a Él, hasta llegar a llevar su misma imagen grabada en nuestra manera de vivir. Y como todo proceso, no es fácil, es más, suele ser más bien difícil y doloroso. Y aunque más o menos largo, según nuestra disposición personal al cambio y obediencia, Pablo lo describe de la siguiente manera:
Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
2 Corintios 4:17-18
Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado, te doy gracias por Tu perfecta Palabra que has puesto a mi disposición, que me confronta, me enseña y corrige según la voy leyendo y conforme abres mi entendimiento para seguir creciendo en Cristo según es Tu voluntad. Te pido perdón por las veces que me molesto por las situaciones adversas que me acontecen, por no verlas con fe sino con mis ojos naturales. Te pido perdón por cada queja que haya salido de mi boca a causa de las pruebas. Eterno Padre celestial, fortalece mi fe para que pueda soportarlas en obediencia a tí y con corazón humilde y agradecido, para que no se alargue el proceso más de la cuenta a causa de mis debilidades. Y para que el carácter de Cristo sea formado en mí y con mi testimonio pueda alcanzar a muchos, en el nombre de Jesús, Tu amado Hijo, te lo pido. Amén.
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