viernes, 2 de julio de 2021

A LA PAR DE LA CONQUISTA, Deuteronomio 3: 8-29

A LA PAR EN LA CONQUISTA, Deuteronomio 3:18-20.

Y os mandé entonces, diciendo: Jehová vuestro Dios os ha dado esta tierra por heredad; pero iréis armados todos los valientes delante de vuestros hermanos los hijos de Israel. Solamente vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestros ganados (yo sé que tenéis mucho ganado), quedarán en las ciudades que os he dado, hasta que Jehová dé reposo a vuestros hermanos, así como a vosotros, y hereden ellos también la tierra que Jehová vuestro Dios les da al otro lado del Jordán; entonces os volveréis cada uno a la heredad que yo os he dado.
Deuteronomio 3:18-20

REFLEXIÓN:

A la par... Ya que en obediencia y fe. Juntos en unión de fuerza, y porque Dios lo había determinado así, consiguieron desocupar las tierras que le habían sido dadas en este bando del Jordán, ahora del mismo modo se haría al otro lado del río.

Así sucedió, que las tribus de Rubén y Gad tenían mucho ganado. Y resultando que las primeras tierras conquistadas estaban preparadas para albergar rebaños, le pidieron a Moisés poder poseerlas ya de antemano, y se les evitase cruzar el Jordán.

La solicitud prosperó, y repartida también la zona con media tribu de Manasés, se determinó como requisito indispensable que aún teniendo ya donde posarse, estos varones no se retirasen de la misión, sino que cruzasen el río y codo con codo con el resto de las tribus, ultimasen la conquista de todo lo que Dios había preparado como heredad.

APLICACIÓN:

La unidad de un pueblo determina su fortaleza ante las adversidades y asimismo se constituye un buen frente para la conquista de nuevas tierras.

Como Dios con el pueblo de Israel, también asi ha determinado que todo aquel que cree en el Señor Jesucristo sea hecho miembro de su cuerpo por la acción bautismal del Espíritu Santo, en unidad identitaria, de acción y en un mismo sentir.

De esta manera la iglesia, que es el cuerpo de Cristo, siendo Él la cabeza, se mantiene unida como un cuerpo, compuesto y conectado por las coyunturas y venas que reparten la savia de la vida.

Así es que un cuerpo sano, completo y bien conectado prospera en su desarrollo intelectual y físico, añadiendo crecimiento a sus miembros de manera uniforme y equiparándose a su cabeza de manera proporcionada.

Por esto el apóstol Pablo ordena en Filipos:

"Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios."
Filipenses 1:27-28

Para que unánimes y unidos en el mismo Espíritu, la obra del evangelio se haga eficaz en la unión de la iglesia, tanto como para ser de ejemplo de distinción al mundo, como para la permanencia contra sus estrategias ofensivas.

Así pues, los creyentes, tenemos este mandato:

Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.
Colosenses 3:12-15.

ACCIÓN:

Leo, medito y resuelvo repasar en mi mente dónde pueda encontrarse la desavenencia contra el hermano, que me impide mantener la armonía  en el sentir en Cristo, para corregirla, atajando y desechando todo aquello que dificulta nuestro buen funcionamiento en el cuerpo de Cristo.

Hoy es día de recordar que a Dios le ha placido componer la unidad de Su iglesia y que ésta se destaque a través de la diversidad cultural, social y étnica, para que se evidencie así la acción de Su amor en nosotros y su gracia, la cual hace posible esta unidad en un mismo Espíritu.

Señor, Dios Todopoderoso y Padre Amado, primeramente quiero darte gracias por Tu perfecta palabra  que  me muestra cómo ha de ser mi caminar en tu santa y perfecta voluntad, confrontándome y ayudándome a corregir y a desechar las cosas que están mal en mi vida. En esta hora yo necesito de tu ayuda, pues he hallado que me afectan de más algunos detalles y diferencias que tenemos entre hermanos. Quiero decir en confesión de mi pensamiento, que no consigo conciliar algunas acciones del hermano que no concuerdan con su praxis ministerial, o que de repente aquel hermano de quien aprendo por la capacidad y el conocimiento que has puesto en él, resulta no coincidir conmigo en la forma de entender el cómo Tu has determinado que lleguemos al uso  de la fe en Cristo. Confieso que trato de evitar a los hermanos que a mi parecer son conflictivos, los que buscan los defectos de los demás o los que parecen contagiar una actitud arrogante contra los que aún no han adquirido un conocimiento básico de la doctrina del vivir en Cristo. Y en confesión de estas cosas te pido perdón y sabiduría para poder resolver todo esto con amor hacia ellos, tal y como Tú los amas igual que a mí, de manera que pueda ver en ellos, no sus defectos o el agravio que afecte a mi persona, sino la obra redentora de Cristo en sus vidas y el Espíritu Santo que nos une y va obrando en cada uno de nosotros hasta que lleguemos a la perfección conforme es Cristo. Te doy gracias por la paciencia que depositas en los hermanos, que me edifican con mansedumbre a pesar de mis defectos o mi impaciencia. Ayúdame también en este aspecto, para que mi actitud no sirva de agravio a nadie sino más bien de beneficio en su crecimiento y desarrollo de la fe cristiana, para que unánimes en Cristo, sea Su luz la que proyectamos al mundo, en amor y traiga mucho fruto. En el nombre de Jesús, amén.



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