INSTRUCCIÓN Y MOTIVO, Deuteronomio 7:1-6.
Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia. Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto. Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego. Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial,más que todos los pueblos que están sobre la tierra.
Deuteronomio 7:1-6
REFLEXIÓN:
(Por si acaso llegaran a pensar que Dios no repara en medir fuerzas, ya lo deja bien claro, nombrándolas y todo, hay al menos siete naciones mayores y más poderosas que Israel, al otro lado del Jordán.)
Para Dios la potencia del hombre no es nada. Él es quien entrega estas naciones a Su pueblo para que las acabe por completo.
Y da paso a un par de instrucciones muy concretas, las cuales el pueblo ha de acatar según las dicta a Moisés, prevenidas con sus porqués, para que no pueda decir luego "no sabía, no entendía".
La primera instrucción tiene que ver con el trato personal, diplomático y cultural con estas naciones, el cual tiene que ser nulo.
La segunda se centra en el ámbito místico y religioso, destruyéndolo por completo sin que quede atisbo de ello.
Los motivos son claros: la infidelidad del hombre para con Dios y la soberanía de Dios para con la elección de un pueblo, el cual quiere que sea santo: apartado y diferente a los demás.
APLICACIÓN:
Jesús vino a liberarnos de ataduras mucho mayores y más potentes que todas nuestras capacidades para librarnos de ellas. A través de su perfecto sacrificio en la cruz del calvario, derrotó la acción del pecado y con su resurrección al tercer día aniquiló la irreversibilidad en la que nos encontrábamos a causa de la muerte, abriendo ante nosotros la puerta a la vida eterna, la cual es Cristo.
Desde entonces a todo aquel que en Él cree le es dada la potestad de ser hecho hijo de Dios en Cristo Jesús, quien lo justifica delante de Dios y da vida a su espíritu, hasta entonces muerto a causa del pecado, esta es una nueva identidad por sobre la naturaleza carnal y corruptible que perece irremediablemente.
Una vez somos hechos nuevos en Cristo aquellas ataduras que nos impedían dejar de pecar, simplemente desaparecen y aparece en nosotros la capacidad de desechar de nuestras vidas aquellas cosas que solo atañen a los deseos de la carne, enfocándonos en nuestra nueva identidad espiritual que es dada en Cristo por el Espíritu Santo, quien pone la voluntad, la gallardía y la potencia necesarias para vencer a diario la batalla interna que se genera entre los deseos de la carne y los del Espíritu, pues son contrarios.
Y para que hallemos victoria y no andemos cayendo de pecado en pecado en cada tentación que se nos pase por delante, Dios nos instruye a través de Su palabra, nos aconseja y nos mantiene en la santidad donde nos posicionó el día en que aceptamos ser perdonados en Cristo, apartados y distinguidos del resto del mundo.
A continuación, un pasaje muy significativo, referente al vivir cristiano y a su santidad en Cristo.
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Efesios 4:22-24
Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Y de la misma manera que instó al pueblo de Israel a no mezclarse con nada pagano ni inmiscuirse en sus culturas por tal de mantener su santidad y su identidad en Él, ahora nos exhorta a que dirijamos la mirada a Cristo y no al mundo, para que se evidencie la obra redentora que hizo en nosotros, apartándonos para Sí, poniendo sobre nosotros Su identidad.
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
2 Corintios 6:14-18
ACCIÓN:
Después de la reflexión de hoy me pregunto si estoy haciendo un buen uso de mi libertad en Cristo o si por el contrario, (al saber que mi vida es justificada en Él, y Su acción redentora es permanente por cuanto es Fiel y Verdadero quien promete y da vida eterna a quien cree en Él), estoy echando mano de mi pasada forma de vivir y del amplio surtido de tentaciones que ofrece este mundo, mezclando lo santo con lo inmundo, escondiendo mi distinción como propiedad de Cristo.
Es hora de ser firme y determinante, sabiendo que por cada momento que ocupo mimetizándome con los que no conocen a Cristo, más almas perecen sin Él, y Dios nos pedirá cuentas por haber privado a otros de su salvación cuando nosotros sí tuvimos ese privilegio.
Y como último apunte:
"Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas."
Santiago 2:1.
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