EN CONSTANTE MEMORIA, Nehemías 1:1-4.
Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino, que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
Nehemías 1:1-4
REFLEXIÓN:
Nehemías fue uno de los cautivos que acabaron deportados a causa de los Asirios. Él consiguió hacerse un sitió más bien privilegiado durante el exilio, al llegar a pertenecer a la corte del rey Persa, Artajerjes.
Pues recibiendo la visita de su hermano, su memoria se trasladó de inmediato a sus compatriotas, a sus parientes y a su tierra, Jerusalén, por cuanto nunca dejó de tener presente a los que escaparon y a la santa nación del reino de la promesa de Dios.
Un corazón jamás desligado de la tierra que le vió nacer y del Creador que así lo dispuso, inundado ahora de congoja por la triste noticia recibida de su hermano.
La atención se centra en los muros de la ciudad y en sus puertas, después de haber nombrado la mala situación de sus compatriotas.
Oído ésto se sentó, lloró, hizo duelo, ayunó y oró... Todo esto indica que se identificó directamente con lo acontecido en su ausencia, haciéndose partícipe del dolor y de la vergüenza de ver desnuda y echada en tierra a la ciudad que vivió los gloriosos y victoriosos años de David y Salomón.
Porque una ciudad sin muros no era más que el reclamo directo a los saqueadores y maleantes, cuanto más cuando se erguía en ella el reciente templo por parte de Zorobabel con sus utensilios devueltos de las arcas de Babilonia.
APLICACIÓN:
Vivimos en la que se puede llamar la época más egoísta por la sociedad más egocéntrica que jamás se ha vivido en toda la historia de la humanidad.
Quizá alguno pudiera decir: "Esto no es cierto, puesto que ya existió una sociedad muy malvada, tal que Dios la destruyó por completo enviando un diluvio, dejando sólo a Noé y a su familia".
Lo cierto es que si ya no ha habido más diluvio no es porque la situación de la maldad mundial de hoy sea menor que la de esos tiempos, sino que cada vez que la humedad ha hecho parte en los cielos, siendo merecedores de otra nueva destrucción como la de antaño, el arco aparece en las nubes, el cual nos hace recordar que continuamos vivos por la pura misericordia de Dios.
Dicho esto, y para que las tinieblas no opacaran la totalidad de la humanidad, Dios envió a Su Hijo. Él es la luz y la vida, para acabar con la acción de la muerte con su propia vida y resurección, para que Su luz disipare las tinieblas de todo aquel que deposita la fe en Cristo Jesús como Señor y Salvador.
Y Dios vino a habitar entre los hombres en la persona de Jesucristo, y durante Su estancia en Su tierra y entre los suyos, enseñó muy bien cuál es el carácter del heredero del reino de Dios, el que Él vendrá a establecer sobre la tierra cuando vuelva en todo el esplendor de Su gloria.
Pues incentivando a la caridad hacia el hambriento, el pobre, el enfermo, el preso y el extranjero, se pone en su lugar, diciendo:
"Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis."
Mateo 25:40
Esta misma premisa le sirve para premiar al que asiste en compasión , como de exhortación y castigo al que ignora a los necesitados teniendo aún con qué ayudarlos.
Nacida la iglesia de sobre la tierra, tras la ascensión del Señor a la diestra del Padre, ella viene a constituirse la portadora de la luz de Cristo sobre las tinieblas del mundo, y en la antítesis del carácter egoísta de la sociedad perdida, el creyente es llamado a practicar la constante memoria en compasión y misericordia hacia el prójimo.
Y Pablo instará a la apropiación del compadecimiento ajeno entre hermanos, en la iglesia que estaba en Roma, vistas las desaveniencias y los conflictos acontecidos entre los creyentes judíos y los gentiles, que no se acababan de llevar bien.
Una muy sencilla instrucción después de toda una carta llena de evangelio y reprensión, en apertura a un despliegue de consejos hacia el buen hacer y la convivencia en la iglesia:
"Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran."
Romanos 12:15
Reconozcamos que en nuestro pensamiento carnal a veces caemos en razonar: "Este hermano cayó enfermo a causa de su recurrencia en el pecado." Y lejos de ayudar, le hacemos a un lado, como al leproso que echaban de la ciudad y lo hacían gritar al son de "inmundo", para que nadie se contaminase con él (esto lo leemos en Levítico 13:45).
Pero incluso cuando hay enfermedad a causa de pecado, Dios no llama a enjuiciar al caído, sino que el ánimo en la iglesia ha de ser el de alentarlo y orar por él en su necesidad, para su sanación y la restauración de su relación y su crecimiento en Cristo.
"Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho."
Santiago 5:16
ACCIÓN:
Y tras lo leído me paro a preguntar con qué frecuencia tengo yo en memoria a los hermanos que viven en países conflictivos, en persecución, en pobreza, con problemas de salud o presos a causa del evangelio. Cuándo me ocupo en participar con ellos en su dolor. Cuántas de mis oraciones van dirigidas en apoyo hacia ellos y cómo ayudo a los que tengo cerca, según las posibilidades que Dios me da.
"Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo."
Hebreos 13:3
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