lunes, 1 de noviembre de 2021

VUELTA A LA CONSAGRACIÓN, Esdras 1:7-11


VUELTA A LA CONSAGRACIÓN: Esdras, 1:7-11.

Y el rey Ciro sacó los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén, y los había puesto en la casa de sus dioses. Los sacó, pues, Ciro rey de Persia, por mano de Mitrídates tesorero, el cual los dio por cuenta a Sesbasar príncipe de Judá. Y esta es la cuenta de ellos: treinta tazones de oro, mil tazones de plata, veintinueve cuchillos, treinta tazas de oro, otras cuatrocientas diez tazas de plata, y otros mil utensilios. Todos los utensilios de oro y de plata eran cinco mil cuatrocientos. Todos los hizo llevar Sesbasar con los que subieron del cautiverio de Babilonia a Jerusalén.
Esdras 1:7-11

REFLEXIÓN:

Cuando el Templo de Jerusalén fue destruído todos los santos utensilios de su interior fueron requisados por los asirios, que comandados por Nabucodonosor, fueron llevados al lugar donde tenían sus ídolos.

Cumplidos los setenta años del castigo a Israel en Babilonia, Dios puso en el corazón de Ciro el devolver todos y cada uno de los útiles extraídos del Templo, para que fueran llevados por el príncipe de Judá para retornarlos de nuevo a la consagración, al servicio del Templo, de donde no tuvieron que haber salido.

En el recuento parece deducirse que algún cuchillo se extraviara, pues no llegaba a la treintena, pero el caso importante es que  todas las piezas fueron contadas una a una, de modo que Sesbasar conocía el contenido de su embalaje.

APLICACIÓN:

Desde Abraham y hasta Juan el Bautista, Israel gozó de la exclusividad de las bondades de Dios sobre él, quien fuera la nación santa, el pueblo de Dios.

Pero sus continuos devaneos con el pecado, coqueteando con la idolatría de las otras naciones y provocando a Dios con sus desobediencias, aún siendo exclusivos, también recibían castigo.

Los tiempos de castigo cesaron el día en que Juan el Bautista anunció la llegada del Cristo. Pues Jesús no tardó en presentarse para ser bautizado por él, para iniciar así el ministerio encomendado por el Padre. 

Jesús era el Mesías que Dios prometió mandar en Génesis 3:15, con la simiente de la mujer, tras la caída de Adán en la que salió expulsado de la consagración con Dios, separación que sólo Dios podía enmendar, y lo hizo, en la persona del Hijo.

Y cuando el Hijo, tras ser rechazado por los judíos y mandado a morir por los representantes de Israel, entonó el "consumado es" en la cruz del Calvario, el velo del Templo se rasgó de arriba a abajo, abriendo un acceso y expandiendo la presencia de Dios a todo hombre que creyera en Él y en su obra redentora, y se arrepintiera de toda su maldad.

Porque Jesús murió pero también resucitó tal y como él mismo le hizo saber a sus discípulos de antemano, que esto acontecería:

"Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días."
Marcos 8:31

Y en Su resurrección, se inauguró la vía de retorno a la consagración del hombre para con Dios, de donde nunca tendría que haber salido.

Y el Señor Jesucristo es la vía, Quien, en reconocimiento de que Él es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos, somos limpiados de toda maldad, librados de la acción del pecado y de la muerte y adoptados como hijos de Dios en Cristo.

Con este maravilloso acontecimiento se abrió una nueva etapa en la historia de la humanidad, en donde nació la iglesia de Cristo, al márgen de Israel, compuesta por miembros de toda tribu, lengua y nación.

Porque, igual que la ley de Moisés marcaba una exclusividad en Israel en cuanto a su consagración para con Dios, la distinción identitaria en la iglesia es marcada por Cristo.

"Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree", (citando Romanos 10:4), el fin del sistema veterotestamentario llegó para consagrar, de toda la humanidad, a todos aquellos que depositan la fe en el Señor Jesucristo.

Pero Israel no ha sido desechada, aunque en esta etapa de su historia se encuentre enajenada a Dios a causa del velo que cubre su entendimiento, por no haber querido reconocer al Mesías en la persona del Señor Jesucristo.

Sino que retornará al lugar de donde jamás tuvo que haber salido, que es la gloriosa presencia de Dios, durante los últimos años de este mundo, cuando la iglesia ya haya partido con el Señor.

Y si es cierto que en el recuento pareciera que de entre ellos falta una tribu (Esto lo podemos leer en Apocalipsis 7:4-8), Dios en Su más amplísima misericordia, aún  permitirá la redención, de entre los no contados, a todo aquel que soporte todo el peso de la ira de Dios que caerá sobre la tierra, con la mira de fe puesta en Jesús como el Mesías redentor, y no se salga de ella.

Y esta es nuestra esperanza, que un día volveremos a disfrutar enteramente en Cristo, de esta consagración de la que nunca debimos de haber salido.

ACCIÓN:

La misericordia de Dios se evidencia en estos versos viendo que, aún tras haber pasado los utensilios del Templo a un  emplazamiento lleno de inmunda idolatría, Dios permite que estos vuelvan a su hogar de origen.

Amigo o hermano, el hombre cae y seguirá cayendo por mucho que se empeñe en no hacerlo por sus propios medios. El caso está en que Dios sostiene a quien, después de tanta caída, impregnado de tanta suciedad a causa del pecado, acude a Cristo pidiendo auxilio.

Porque Dios es amplio en perdonar, porque en Su voluntad está que nadie se pierda.

Hoy es día de acudir a Cristo... Mi reflexión ultimará con el siguiente pasaje:

"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."
Hebreos 4:15-16


















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