LEY Y ORDEN, Esdras 7:25-26
Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría que tienes de tu Dios, pon jueces y gobernadores que gobiernen a todo el pueblo que está al otro lado del río, a todos los que conocen las leyes de tu Dios; y al que no las conoce, le enseñarás. Y cualquiera que no cumpliere la ley de tu Dios, y la ley del rey, sea juzgado prontamente, sea a muerte, a destierro, a pena de multa, o prisión.
Esdras 7:25-26
REFLEXIÓN:
Dios mandó crear un sistema de ley y orden a su pueblo cuando conquistaran las tierras que dio a Abraham por promesa. La finalidad de este sistema es
asegurar una sociedad permanente, constructiva y encaminada al
objetivo de la promesa de su heredad.
Pues así lo mandó Moisés durante el recordatorio de los mandamientos y las diversas instrucciones tocantes al pueblo que iba a convertirse en nación tan pronto se estableciesen en Canaán.
"Jueces y oficiales pondrás en todas tus ciudades que Jehová tu Dios te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al pueblo con justo juicio."
Deuteronomio 16:18
Siglos después, Dios pondría en el corazón de Artajerjes el peso de decretar por mandato el cumplimiento de esta instrucción legal y organizativa a los habitantes de Jerusalén.
La ley se hace necesaria desde la creación del hombre, porque aunque solemos pensar que ésta tuvo que iniciarse tras la caída de Adán, antes de que esto aconteciera Dios le dió un mandamiento, el cual es ley: "De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás." (Esto lo leemos en Génesis 2:16-17). Y es por medio de esta ley que se evidenció el pecado, una vez transgredido el único mandamiento que Dios había puesto sobre el hombre, el cual era no tomar de una determinada fruta, de un determinado árbol, de entre la suculenta variedad en el más abundante, fértil y precioso jardín y huerto que jamás hayamos visto, el cual fue plantado por Dios mismo.
Y la paga del pecado es la muerte, y esta muerte supone la separación de Dios para con el pecador. El Creador en Su misericordia, no dejó nunca que Su creación se perdiera en su ignorancia, sino que fue revelándose al hombre progresivamente, según la humanidad fuera comprendiendo dentro de su marco histórico.
Abiertamente se mostró a unos, como a Abraham, a Jacob, que son los más relevantes por ser los patriarcas de lo que vendrá a ser el pueblo de Dios y la nación de Israel.
Pero la mayor muestra de Su carácter y del modo en que se puede acercar el hombre a Dios es la ley dada a Moisés en el Sinaí.
Citando a Pérez Millos: "La ley de Dios no está para amargar al hombre, está para enseñar al hombre la distancia que hay entre él y Dios".
Y esta distancia se evidencia al comprobar la imposibilidad del hombre de cumplir con todos y cada uno de los 613 mandamientos que conforman esta ley, derivados y complementarios, junto con los 10 mandamientos más conocidos, pues bien dice la palabra "el que incumple un sólo mandamiento está transgrediendo toda la ley".
Así lo exhortó Santiago a los creyentes judeo-cristianos de la dispersión que, mirando las apariencias y el poder adquisitivo de quienes se acercaban a ellos para conocer al Señor, distinguían al rico por encima del pobre.
"Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos."
Santiago 2:8-10
APLICACIÓN:
Dios no va a mostrar una ley si no hay una finalidad en ella, sabiendo que no hay hombre en el mundo capaz de cumplirla. Porque la ley es la evidencia del pecado para que por medio de esta evidencia el hombre pueda llegar a arrepentimiento y a la aceptación de que no hay nada que podamos hacer para presentarnos justificados delante de Su presencia.
Así que se evidencia la necesidad de un redentor, alguien que cumpla con toda justicia para romper con la maldición del pecado en el hombre, un hombre perfecto, limpio y sin pecado que venga a cumplir con toda la ley y entregue su vida por el pago de todo pecado, para que así toda la humanidad quede libre de este yugo el cual tiene a la muerte por destino.
Y como Dios es perfecto, y Su amor para con el hombre es inconmensurable al igual que Su misericordia. Nos proveyó de Su Hijo quien, siendo Dios, se hizo hombre, naciendo y viviendo como tal, pero sin pecado, sujetándose a toda ley y a toda justicia según la voluntad del Padre. Con el fin de entregar su vida en lugar nuestro para que por medio de la fe en Él seamos tomados por justos a ojos de Dios, no por nuestra propia justicia, la cual nos es imposible de cumplir, sino por la santa y justa vida del Señor Jesucristo cubriendo todos nuestros pecados.
"Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree."
Romanos 10:4
Porque ya desde el inicio de su ministerio, Jesús tomó el peso del pecado de su pueblo, por medio del bautismo de Juan, por el cual él se identificó asumiendo sus pecados, no literalmente, puesto que el Señor jamás pecó, sino el valor de la imputación de cada uno de los pecados de Israel.
"Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó."
Mateo 3:13-15
Así que, cumpliendo Cristo con toda justicia, culmina el ejercicio de la ley en Su nombre, siendo que todo aquel que cree en Él, reconociéndolo como Señor y Salvador, deja de estar sometido a la ley del pecado y de la muerte, sino que a vida ha sido llevado en Cristo.
"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios."
Romanos 5:1-2
ACCIÓN:
Es una gran bendición saber que, a todo creyente, nuestra ley es Cristo y nuestra orden es la perfecta palabra de Dios que nos encamina a que tengamos cada vez un más marcado carácter de Cristo, por la obra del Espíritu Santo, el cual mora en nosotros.
Hoy es día de tomar la ley y, en justicia, proclamar al mundo que existe una forma de poder cumplir con toda ella sin perecer en el intento. No por nuestros propios medios, sino por medio de la fe en Aquel que la cumplió por nosotros, el Señor Jesucristo.
Y por si aún quedara en mí, o en quien lee, algún atisbo de confianza en que hallemos algún favor por nuestro propio mérito en el cumplimiento de alguno de los mandamientos, ultimo mi reflexión con el siguiente pasaje:
"Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree."
Hechos 13:38-39
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