NI MÁS, NI MENOS, Deuteronomio 12:32.
Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás.
Deuteronomio 12:32
REFLEXIÓN:
Es contínua la orden de escuchar, guardar, atender y obedecer a todos los mandatos que Dios les prescribe.
Y manda a Moisés a insistirles una y otra vez, y en esta ocasión lo borda ordenando, por si acaso se les ocurriera hacerlo, que no le añadan ni le quiten a lo que Él ha decretado.
Y Dios en Su omnisciencia no deja puntada sin hilo, que no haya de ser deshilachado en el futuro, por el mismo Señor Jesucristo, tocante a este tema.
Porque resulta ser que por querer ser tan influentes como los sacerdotes sobre el pueblo de Israel, los fariseos decidieron atribuirse el cargo de intérpretes de la ley y eruditos de las Escrituras. Siendo que, solamente a través de ellos, el pueblo pudiera acceder al conocimiento de las mismas, en un intento de anular por completo el cargo sacerdotal.
Eso les permitió añadir una gran cantidad de tradiciones y preceptos provinientes de sus costumbres sociales, supuestamente amparados por la Ley dada por Dios en el Sinaí, a base de retorcer las Escrituras.
Puesto que el pueblo no tenía el fácil acceso a la Palabra de Dios, que tenemos hoy día, sino que debía acudir a los intérpretes de la Ley ante cualquier consulta o duda existencial, era engañado por la facilidad en que los fariseos añadían lo cultural y humano a los mandatos exclusivos de Dios.
Durante el anuncio del reino, el Señor Jesucristo se vió en la labor de iniciar su discurso, en lo que conocemos como el Sermón del Monte, dando una correcta interpretación de la Ley, alterada y malinterpretada en el pasar de los tiempos, y los requisitos indispensables para acceder al reino el cual representaba.
Y un "oistéis que fue dicho" se iba repitiendo, entre apelando a la memoria de mandatos puestos en el olvido y descubriendo lo incorrecto de ellos, para corregir, aclarar y ofrecer una aplicación práctica y correcta de los mandamientos.
Y después de tantos molestos intentos de los fariseos por desprestigiar al Señor Jesucristo delante del pueblo, alegando que Él no cumplía con sus costumbres y tradiciones, como si de Ley se trataran, Jesús les dijo ésto:
"Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición."
Marcos 7:6-9
APLICACIÓN:
(Es lo que tiene la debilidad del hombre, que cuando no quiere someterse a unas normas, pronto vienen los consensos para cambiarlas, añadirles artículos constitucionales o atenuar unos otros... La excusa perfecta del hombre es: "Los tiempos cambian y las necesidades y aplicaciones de la ley deben cambiar al compás de la sociedad". Pero cambiar la ley bajo ese parámetro provoca una anarquía disfrazada de disciplina, donde lo legal de ahora es lo que antes no estaba permitido. )
En tiempos del Antiguo Pacto, el hombre debía ofrecer un animal sin defecto en sacrificio a Dios para que Su ira fuera descargada sobre la vida de este animal, a causa del pecado del que lo ofrecía, en su lugar. Esto debía hacer periódicamente pues el pecado no quedaba remitido, sino simplemente que la ira que debía caer sobre el pecador, iba siendo descargada sobre el sacrificio.
Pero el Señor Jesucristo, siendo Dios, habitó entre nosotros como hombre, y vivió sin pecado para ofrecer en perfecto, definitivo y eficaz sacrificio, en remisión por todo el pecado del mundo, a través de su obra expiatoria consumada en la cruz del calvario.
Ahora Dios ya no nos demanda ofrecer más sacrificios para poder acercarnos a Él, sino que creamos en Su Hijo el Señor Jesucristo y en arrepentimiento por nuestros pecados, recibamos el perdón del Padre a través de Cristo, aceptándolo como Señor y Salvador en nuestras vidas, para que sean libres del pecado y de la muerte y hechas nuevas por el bautismo del Espíritu Santo.
Lo que ocurre es que muchos queremos apropiarnos del mérito del Sumo Sacerdote, el cual es Cristo, añadiendo a su perfecta y definitiva obra expiatoria, diversos ritos, ceremonias y penitencias que nosotros estimamos, según nuestro razonamiento humano, más acordes con nuestra idea de presentarnos justificados delante de Dios.
Y de ahí surge la multitud de sectas religiosas, tanto legalistas como liberales, que desvían el Único y perfecto requisito para la salvación, que es creer en Cristo, para depositar su confianza en otras cosas como la capacidad del hombre de resistir castigos autoimpuestos o ensalzando prácticas ocultistas y supersticiosas por encima de la obra consumada en la cruz del Calvario.
ACCIÓN:
Del corto versículo de hoy extraigo varias reflexiones que me hacen preguntarme, en la introspección de la práctica de mi fe cristiana, si estoy manteniéndome fiel a Dios y a Su perfecta palabra. O si de lo contrario, una vez mi vida ha sido justificada en Cristo por gracia y no por obras, estoy tratando de cargar sobre los incrédulos unas añadiduras al Evangelio que no aprovechan. Sino más bien ponen tropiezo a que puedan también ser salvos del mismo modo que Dios obró en mi vida.
Concluyo la reflexión con el siguiente versículo:
"Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade."
Gálatas 3:15
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