DISTINTO A LOS DEMÁS, Deut. 14:1-2.
Hijos sois de Jehová vuestro Dios; no os sajaréis, ni os raparéis a causa de muerto. Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra.
Deuteronomio 14:1-2
REFLEXIÓN:
Una distinción singular con respecto al resto de los pueblos, sobre la tierra, ordena Dios que se haga en cuanto al uso del luto y del duelo. La cual vuelve a recordar, pues la primera vez fue dicha como instrucción Levítica, para que se deshicieran por completo de esa costumbre adquirida desde su esclavitud en Egipto y que aludía a las diferentes cosmovisiones idólatras que se concentraban en la zona.
(Porque sufrir una pérdida, una desgracia o una eminente amenaza de destrucción, acarrean un pesar difícil de gestionar. El cual la sociedad soporta mejor, según su entendimiento, exponiéndose públicamente de la manera en que le parece que su dolor va a ser mejor reconocido entre los hombres, provocándoles a empatía, y le aporten un aliciente a su persona que le permita sobrellevar su vivencia a base de la condescendencia ajena.)
Los pueblos paganos se usaban del tipo de prácticas mencionado en este peculiar mandato de Dios.
Los cortes en la piel eran señas de duelo por la muerte de algún ser querido. Se provocaban incisiones que, además de dañarlos y exponer un dolor sufriente ante la sociedad, les permitían participar en su creencia de que, con la sangre caída por esas heridas, iban alimentando a sus muertos. Y al parecer, luego del corte, dejaban la marca impresa para la posteridad, según sus creencias.
El tema de raparse el pelo venía a ser parecido, pues no solamente trataba de cortarse un cabello porque sí, sino que de manera que sugiriera una acción violenta contra su cabellera, a modo de trasquilones o afeitados no a modo estético sino añadiendo a su dolor un punto extra de humillación, compadeciéndose de sí mismos públicamente.
Aunque curiosamente, Job sí que participó en este tipo de demostración de duelo. Debemos tener en cuenta que él vivió en una época que se supone anterior, incluso, a que a la de la salida de Abram de la tierra de Ur de los caldeos, en la época post-Diluviana. Donde el hombre se había vuelto a enrolar por completo en la idolatría, a raíz de la subida al poder sobre la sociedad de Mizraim, hijo de Cam y de Nimrod nieto de éste.
Volviendo al tiempo en que Moisés les recordaba la Ley antes de traspasar el Jordán, ellos venían de 430 años de opresión politeísta y habían adquirido para sí como si de su cultura se tratase, muchas costumbres y creencias paganas, de las cuales, algunas se mantienen a día de hoy en el pueblo judío.
¿Pretendía Dios quitar el duelo al pueblo con este mandato? Para nada, sino que se deshicieran de las prácticas paganas tocante a ese duelo y de la connotación idólatra que contenían, ya que tenían otras formas de dolerse lícitas, dentro de su identidad como pueblo de Dios, tales como el ayuno, sentarse sobre ceniza y cubrirse de ella, vestirse de cilicio y rasgarse los vestidos... Que son los más comunes durante la lectura Bíblica.
APLICACIÓN:
Aunque nos conviene, como miembros de la iglesia de Cristo, aplicar este mandamiento, no por el uso propio del duelo sino por el mantenimiento y por la integridad de nuestro cuerpo, el cual ha venido a ser morada del Espíritu Santo, en cuanto a la demostración del dolor ante la muerte de un ser querido o su partida a la presencia del Señor, la connotación del duelo deja de tomar la imagen exterior y el lamento desesperanzado, como protagonistas, sino que somos alentados con la esperanza de una vida eterna después de ésta, que se vive estando en carne en este mundo, la cual está destinada a perecer.
Por supuesto, seguimos experimentando un duelo por la ausencia de nuestros seres queridos. Cierto es que el lamento viene cuando el que se ha ausentado no había llegado a conocer a Cristo o había mostrado rechazo hacia el Evangelio, mas cuando la ausencia se trata de un hermano en Cristo, ya sea también familiar de carne o no, nos consuela bastante el saber que se encuentra en la presencia del Señor y que tarde o temprano estaremos también, con Él nosotros.
ACCIÓN:
Estamos viviendo un tiempo en que se ha aumentado considerablemente el número de ausencias, debido a esta afección virulenta que está azotando al mundo, además de las causas que ya existían, como enferemedades, vejez o accidentes fortuítos.
Esto nos causa gran dolor, porque ya no podemos disfrutar de aquella persona estimada o familiar cercano, o contar con nuestro ser querido en esas fechas señaladas, o buscarlo cuando necesitamos un consejo o confiarle una experiencia personal.
Por una causa similar, Pablo se vió en la tesitura de escribir unas palabras de aliento a los hermanos de Tesalónica, quienes se sentían turbados por el qué habría sido de sus seres queridos fenecidos en la tierra, puesto que alguien les había hecho creer que la segunda venida del Señor ya se había llevado a cabo.
Alentémonos, pues, con las siguientes palabras:
"Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras."
1 Tesalonicenses 4:13-18
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