A MANOS LLENAS, Deuteronomio 15:7-11.
Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite. Guárdate de tener en tu corazón pensamiento perverso, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la remisión, y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso para no darle; porque él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te contará por pecado. Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas. Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra.
Deuteronomio 15:7-11
REFLEXIÓN:
La cooperación por mandato, les advierte contra la mezquindad del que mira por encima del hombro al que no tiene y no le ayuda en sospecha de que no le sea devuelto lo prestado.
La advertencia en sí es contra el de corazón perverso, que priva al que va apurado en sus necesidades básicas, teniendo con qué ayudarle.
Se sugiere a la acción del avaro, aquel que cierra sus ojos cuando pasa por al lado de un indigente, o echa la vista hacia el otro lado, aún pesándole su billetera o cargando la compra del día recién hecha.
La generosidad se ha de tornar ley porque el hombre pronto es tentado a salvaguardar lo que estima de su propiedad y cada uno mira para sí mismo, endureciendo el corazón contra el prójimo.
Dios incentiva al generoso con la promesa de su bendición, ya que no le importa si está cercano o lejos el año de remisión, sino que se centra en cubrir la necesidad del vecino.
Además no hay excusa, porque siempre hay a quién ayudar.
APLICACIÓN:
Dios está en contra de quienes dan para recibir a cambio y no con corazón sincero.
Él nos ha provisto de todo lo necesario a sus hijos, lo nínimo que nos pide es que en generosidad, ayudemos al necesitado, confiando que nuestro Proveedor es el Soberano y Creador de todas las cosas, y que no desampara a los suyos.
El mayor ejemplo de generosidad lo tenemos en el Señor Jesucristo, quien siendo Dios, habitó entre nosotros viviendo y sufriendo como hombre, para finalmente ser entregado en sacrificio por nuestros pecados. Murió y resucitando al tercer día, luego fue ascendido a los cielos y ahora se encuentra a la diestra del Padre, donde a más de habernos redimido con su sangre, en el "consumado es", y dado paso a la vida eterna con su resurrección de entre los muertos, ahora aguarda el día en que va a volver a nosotros, pero ya no como cordero que va al matadero, sino como Señor de señores y Rey de reyes, para destruir por completo la maldad con toda Su autoridad, mientras tanto, el Señor nos da una muestra de su paciencia, para que todos podamos proceder al arrepentimiento.
Nosotros desde Adán somos los menesterosos, pero Cristo nos ha dado de su propia vida, proporcionándonos hasta Su identidad delante del Padre, como justificación y salvaconducto a la vida eterna en Su presencia.
Solo debemos creer en Él y aceptarlo como Señor y Salvador en nuestras vidas en un sincero arrepentimiento.
¿Cómo no vamos a ser generosos, teniendo tal ejemplo en Cristo?
Asimismo tenemos palabra de exhortación para encaminarnos al carácter del Hijo:
"Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma."
"Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras."
(Santiago 2:15-17 y Tito 2:11-14)
Existe un pensamiento religioso que indica que, como salvos por gracia y no por obras, ya no es necesario hacer buenas obras, por lo tanto, no ayudan al necesitado ni se molestan en hacer mostrar la gracia.
Pero para esto esta la gracia de Dios, para que seamos salvos por ella y para que nos presentemos delante de los hombres a manos llenas de obras no muertas, sino llenas de gracia.
Porque al igual que la salvación es un regalo inmerecido por el que ha pagado Cristo, el mismo Dios que nos prepara este don, también nos dispone para buenas obras, no para salvación sino como testimonio de ella en una nueva vida en Cristo.
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas."
Efesios 2:8-10
ACCIÓN:
Hoy voy a pedir que me acompañes en mi pregunta y te respondas a modo introspectivo.
¿Estoy obrando generosamente, conforme al carácter de Cristo o según mis propios intereses?
A veces caemos en pensar que con cumplir con la práctica de la fe cristiana dentro del ámbito litúrgico eclesial ya estamos cumpliendo con la voluntad de Dios. Debemos desechar este pensamiento lo antes posible y observar lo que dice Santiago:
"La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo."
"Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma."
(Santiago 1:27 y 2:15-17)
Amado Padre Celestial y Dios Todopoderoso, gracias por Tu perfecta Palabra que me va formando cada día más en el carácter de Cristo. En confrontación con la lectura de hoy, te pido perdón por haber cerrado los ojos tantas veces y haber apretado el puño para no soltar de tus bendiciones hacia los menesterosos. Ruego me sea dada la sabiduría necesaria para, además de poder entender tu Palabra, aplicarla poniéndola por obra. No sean mis andares como de tener una fe muerta sino en disposición de presentarme siempre delante de los hombres a manos llenas de Tu gracia. Para Tu gloria y honra, en el nombre de Jesús.
Amén.
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