domingo, 27 de junio de 2021

UN SELAH EN CONFIANZA, Salmo 143:1-6.

UN SELAH EN CONFIANZA.

Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; Respóndeme por tu verdad, por tu justicia. Y no entres en juicio con tu siervo; Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano. Porque ha perseguido el enemigo mi alma; Ha postrado en tierra mi vida; Me ha hecho habitar en tinieblas como los ya muertos. Y mi espíritu se angustió dentro de mí; Está desolado mi corazón. Me acordé de los días antiguos; Meditaba en todas tus obras; Reflexionaba en las obras de tus manos. Extendí mis manos a ti, Mi alma a ti como la tierra sedienta. Selah
Salmos 143:1-6

REFLEXIÓN:

Selah... Y en oda inicia la oración de arrepentimiento de quien conoce muy bien al único que puede saciar su alma.

Selah... Y David, cual seca tierra del camino que reverdecía en su época de bonanza. A causa de la sequía, se consume dentro de sí, con la sed que no retiene de quien devora y continúa enjuto... Ahora el hueso envuelto en piel acude al que rehidratará su cuerpo, no sin antes exponerle abiertamente la causa de su estado.

APLICACIÓN:

Aunque somos hechos nuevas criaturas al haber creído y aceptado a Cristo como Señor y Salvador, la vieja naturaleza sigue presente en nuestro cuerpo de carne y hasta que este fenezca.

Por eso es de vital importancia que nos mantengamos alimentados con la Palabra e hidratadas nuestras almas en comunión con el Padre, manteniendo una vida devocional activa.

Pues igual que a un cuerpo seco le es imposible asimilar un alimento si no contiene una mínima hidratación, ya sea por parte del alimento o por la salivación de la boca, un creyente no puede recibir el aporte de la Palabra si no lo hidrata con una estrecha relación con su Autor, el Espíritu Santo que mora en él, dejándole ocupar a Dios el control de su vida.

Un creyente deshidratado es un cristiano guiado por su propio parecer, en las concupiscencias de su carne e intentando mantenerlas a raya por sus propias fuerzas, lo cual resulta en pecado,  irremediablemente, su mala práxis de la fe.

No se puede decir que no exista el hijo rebelde, del mismo modo existe el creyente deshidratado. La diferencia entre el que es de Cristo y el que no lo es, reside en el Espíritu Santo que mora en él y que lo va a llevar sí o sí a acudir a los pies de Cristo, arrepentido, humillado y clamando por ayuda, y esta vez sí se dejará dirigir por el Espíritu, habiendo aprendido la lección en consecuencia de su rebeldía.

Con estas palabras, Pablo instaba a los creyentes en Roma a que no se dejaran seducir por las obras de la ley, las cuales son obras de la carne, sino que se mantuvieran en el Espíritu y se dejaran llevar por Él.

Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Romanos 8:12-16

ACCIÓN:

Leo a David buscando ayuda urgente a Jehová y lo reconozco, lo veo en mí clamando auxilio al Padre.
Reconozco mi dejadez, mi frialdad y mi pretender resistir por mis propios medios al bombardeo de tentaciones de este mundo. Reconozco no haber esperado el visto bueno del Señor en mi planificación ministerial y reconozco mi sequía y necesidad de acudir a Cristo en busca de rescate, perdón y fortaleza.

Y por si acaso me invada la vergüenza a causa de mi ausentismo y me quieran aturdir los pensamientos de culpabilidad y la errónea sensación de no merecer acercarme al Padre en busca de ayuda, concluyo mis anotaciones con las siguientes letras:

Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Hebreos 4:15-16


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