martes, 15 de junio de 2021

UN SELAH DE BIENAVENTURANZA, Salmos 84:5-8.

UN SELAH DE BIENAVENTURANZA

Bienaventurado el hombre que tiene
en ti sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos.
Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion. Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración; Escucha, oh Dios de Jacob.
Selah
Salmos 84:5-8

REFLEXIÓN:

Selah... ¡Y cómo cambia el panorama de quien decide una vida de total dependencia a Dios! Que unas lágrimas saladas se tornen en fuentes de agua fresca y limpia es un común en él.
Selah... Y de poder en poder camina el que tiene los pasos afianzados en el Señor y en Él está su defensa. Un camino hacia la gloriosa presencia de Dios en Su reino.

Y la conclusión del selah inicia en una petición que nos invita a leer su siguiente  verso:

Mira, oh Dios, escudo nuestro, Y pon los ojos en el rostro de tu ungido.
Salmos 84: 9.

APLICACIÓN:

Durante nuestra pasada forma de vivir sin Cristo, nuestros males caían en saco roto. Nuestras lágrimas y batallas mellaban en nuestro ser sin poder extraer de ellos más de lo que eran, lágrima y batalla.

Mas Dios nos ha provisto de una nueva vida en Cristo, en la que todo lo que nos puede acontecer, sea bueno o malo, nos va a llevar irremediablemente a la dicha de ser forjados en el carácter de Cristo.

Así aportó Pablo en su carta a los Romanos este apunte que converge con el expresado por el salmista, tocante a la bienaventuranza de quien depende de Dios.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
Romanos 8:28

En este verso, Pablo dice explícitamente que todas las cosas nos ayudan a bien, pero no a todos, sino a los que amamos a Dios y concluye especificando: a los que conforme a su propósito somos llamados.

ACCIÓN:

Vivir una vida en Cristo y en total dependencia de Dios nos provee de la dicha de hallar bondades en todo, sea cual fuere la situación, para nuestro crecimiento y acercamiento a Su gloriosa presencia.

Pero esta dicha conlleva primero la responsabilidad de vivir en consecuencia de ella, es decir, una sincera y total entrega personal a Dios en sumisión a Cristo.

Y yo me pregunto si mis pasos se están dando conforme a la voluntad de Dios o conforme a mi propio parecer.

Leo, medito y examino mis pasos. Me pregunto de nuevo, esta vez, si puedo hallarme merecedor de la bienaventuranza proferida por el salmista o si necesito corregir, desde ya, todo aquello en mí que no está acorde a la voluntad del Padre, y someter mis pensamientos y mi proceder a los pies de Cristo.

Y como último apunte, anoto este recordatorio:

El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.
1 Juan 2:6


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