miércoles, 23 de junio de 2021

UN SELAH DE AFRENTA, Salmos 89:38-45.

UN SELAH DE AFRENTA.

Mas tú desechaste y menospreciaste a tu ungido, y te has airado con él. Rompiste el pacto de tu siervo; Has profanado su corona hasta la tierra. Aportillaste todos sus vallados; Has destruido sus fortalezas. Lo saquean todos los que pasan por el camino; Es oprobio a sus vecinos. Has exaltado la diestra de sus enemigos; Has alegrado a todos sus adversarios. Embotaste asimismo el filo de su espada, Y no lo levantaste en la batalla. Hiciste cesar su gloria, Y echaste su trono por tierra. Has acortado los días de su juventud; Le has cubierto de afrenta.
Selah
Salmos 89:38-45

REFLEXIÓN:

Selah... Y toda la misericordia que Dios acuerda  mantener a Su pueblo, el beneficiado lo torna afrenta en contra de Su ungido.

Selah... Un reino asegurado, un trono permanente y un Rey que es para siempre... Pero los súbditos no entienden de lealtad, pues pronto se vuelven en contra de su soberano.

Selah... Desprovisto de frente defensiva y fieles  en batalla que guarden su trono, sino que ve como estos que debían ocupar defensa y protección se ocupan de abrir el paso al enemigo en ataque directo, dejando que éste le pase por encima y llenándolo de vergüenza.

APLICACIÓN:

Duras son las palabras plasmadas en el pasaje,
que describen lo más ruín del hombre contra su rey...

Pues el Rey vino, se presentó ante Su pueblo, anunció Su reino, dió de comer a Su gente, sanó a Sus enfermos, enseñó a Sus súbditos y no dejó lugar a dudas de que era el Ungido, mostrando delante de sus ojos, lo que sólo el Ungido podía hacer, según oráculo de los profetas.

Y debiendo ellos rendirle culto de distinción y coronación, acomodarle Su trono, guardarlo y llenarlo de escoltas y cubrirlo de alabanza... Hicieron todo lo contrario, despreciándolo, no reconociéndolo por Rey y entregándolo a sus enemigos para que ellos hicieran de Él lo más vergonzoso, tratándolo como maldito y clavado en el madero.

Pero todo esto no hubiera sucedido de no formar parte del Plan perfecto y eterno de Dios. Pues la deshonra y la más profunda miseria y vergüenza por la que tuvo que pasar no fue en vano. Sino que entregando el espíritu y por tres días muerto su cuerpo, al tercero resucitó dejando su sepulcro vacío y venciendo con ello al pecado con su "consumado es" en el último suspiro, y a la muerte, con su resurrección, ascendió a los cielos con su cuerpo y, sentado a la diestra del Padre, intercede por los suyos y aguarda el momento en que vendrá, ahora ya no para morir, sino para establecer Su reino en todo el esplendor de Su gloria y haciendo desaparecer para siempre la maldad en toda Su creación.

Este Rey y Ungido es el Señor Jesucristo, el Hijo entregado por Dios por amor a sí mismo en pago por el pecado de todos los hombres desde Adán y hasta el último nacido sobre la tierra durante el  gobierno de la maldad sobre este mundo.

ACCIÓN:

La palabra de Dios no esconde las miserias del hombre, tanto así que nos escandalizamos al leer cómo un pueblo se rebela contra su Rey de tal manera que lo lleva a la muerte sin haberlo dejado de pasar primero por la mayor de las vergüenzas ante toda la humanidad.

Pero no nos escandalizamos cada vez que desobedecemos Su Palabra, cada vez que pecamos aún dejándolo de poner en primer lugar en nuestro día a día, ya que por Él y en Él están guardadas las almas de los que en Cristo hemos creído y lo hemos recibido como Señor en nuestras vidas.

Sirva como aporte el siguiente pasaje:

"Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago."
Gálatas 2:17-18

Padre Amado, gracias por Tu palabra que me confronta y me anima a mantenerme en la senda de la vida. Líbrame de volver a edificar aquellas cosas que destruíste en mí clavándolas con Cristo en la cruz. Guárdame del mal, fortaléceme y dame de tu sabiduría de manera que pueda entender y discernir Tu voluntad en mi caminar diario. Sea forjado en mi ser el carácter de Cristo. 

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