sábado, 26 de febrero de 2022

LOS LABIOS DEL SACERDOTE, Malaquías 2:7

LOS LABIOS DEL SACERDOTE, Malaquías 2:7

Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos.
Malaquías 2:7

Por el pacto de Dios con Leví, fueron sus descendientes los portadores de la Palabra de Dios al pueblo y los representantes del pueblo para con Dios y viceversa.

Teniendo los sacerdotes la exclusividad de la tutela de las sagradas Escrituras, el pueblo acudía a ellos en busca de consejo en conformidad con la ley.

Debía pues, el sacerdote, empaparse de la sabiduría de Dios, de modo que su boca estuviera al servicio de Dios como representante de Él delante del pueblo.

Cuando Malaquías, mensajero de Dios, comenta que los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, no se refiere a un conocimiento humano basado en su razocinio natural, sino a uno basado en el conocimiento de las cosas de Dios y en la sujección a ellas. Tal como dijera Salomón, en su proverbio:

"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza."
Proverbios 1:7

También Santiago nos ilustra a través de su carta a los hermanos judíos de la dispersión, tocante a los dos tipos de sabiduría:

"¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía."
Santiago 3:13-17

Pues esta sabiduría de lo Alto es la que debían guardar los sacerdotes, asimismo como ahora la ha de guardar la iglesia.

Porque la iglesia es portadora de la luz de Cristo en el mundo, por cuanto extiende el evangelio para la salvación de las almas. No es que a la iglesia le competa el convencer a las almas para que sean salvas, porque esta es función del Espíritu Santo, sino que, por medio del anuncio del evangelio de reconciliación en Cristo, la semilla sea esparcida a todo oído, no solamente de palabras sino también mediante el testimonio de vida en Cristo.

La iglesia está formada por todos los que han depositado la fe en Cristo como Señor y Salvador. Por lo que, cada uno de sus miembros, ha sido puesto en el mundo en virtud de mensajero de Dios. Porque de no ser así, no habría razón de que una persona permaneciera un sólo segundo más en esta tierra después de su conversión a Cristo.

Pero Dios ha establecido que la función de expandir el evangelio de salvación sea llevada a cabo por la iglesia de Jesucristo, no porque Él no pueda hacerlo, sino por hacernos partícipes del fruto de la salvación y de la recompensa en la vida eterna.

Así que, a modo de autoexamen y habiendo entendido cuál es la sabiduría que debemos guardar y mostrar al mundo como representantes de Cristo ante los hombres, deberíamos preguntarnos hasta qué punto nuestros labios guardan la sabiduría de Dios y si nuestra lengua la manifiesta.

Como una última reflexión y examen introspectivo, sirvámonos de nuevo de la epístola de Santiago:

"Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así."
Santiago 3:6-10














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