Porque a las cámaras del tesoro han de llevar los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino y del aceite; y allí estarán los utensilios del santuario, y los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores; y no abandonaremos la casa de nuestro Dios.
Nehemías 10:39
Unánimamente y tras firmar el juramento expresado en consecuencia de lectura de la ley, plasman su compromiso de provisión permanente al templo, a su personal y a su servicio.
En comprensión de que Dios es su Sustentador, el pueblo entiende que toda provisión para el templo le ha sido dada antes por Él, para que sea repartida conforme a Su voluntad.
Porque Dios no va a desamparar a Su pueblo, sino que le provee de todo lo necesario para hacer de él una nación grande, poderosa y resistente al paso del tiempo, ya que de él ha de nacer el Mesías prometido.
Comprendiendo, pues, que desde su salida de Egipto y hasta la fecha no hay obra en ellos que les haga merecedores de este favor, se unen en el compromiso de la constante provisión de la obra de Aquel que les sostiene y mantiene por amor de Su nombre.
Porque siglos después se verá cumplida la promesa del Mesías en la persona del Hijo, el Señor Jesucristo. Y habiéndose entregado a muerte en remisión de nuestros pecados, resucitó al tercer día, dándonos acceso a la vida eterna, y ascendió a la diestra del Padre, donde aguarda el día en que ha de volver para destruir para siempre la maldad de este mundo y establecer Su reino Eterno.
Pero el Señor no ascendió para dejarnos huérfanos sino que, a todo aquel que en Él cree le es dado el Espíritu Santo, Quien le da una nueva identidad como hijo de Dios y un lugar en la iglesia de Cristo.
La iglesia es también conocida como el cuerpo de Cristo y como una edificación fundamentada en Cristo como base.
La unanimidad en el crecimiento y en el sustento de la iglesia se ve reflejada en los primeros que experimentarom sus inicios y a lo largo del primer siglo.
"Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos."
Hechos 2:44-47
Aunque el carácter generoso de la iglesia primitiva tuvo su contrapunto en la picardía de Ananías y Safira, además de en el carácter receloso de los hermanos de Corinto.
Los primeros, Ananías y Safira, se encontraban en el momento en que nacía la iglesia, entre todos los hermanos que vendieron sus propiedades para el abastecimiento congregacional.
Pero quisieron tirar de astucia y falsear el valor de sus propiedades por tal de quedarse con una parte sin que la iglesia se enterara.
Y los segundos, los de Corinto, pretendieron hacerse los más listos de entre las congregaciones, adelantándose a la propuesta de recaudar fondos para ayudar a los hermanos de Judea pero queriendo escabullirse luego de participar con aus aportes.
Pero Dios, que conoce hasta lo más profundo de nuestro corazón, lo deja dicho en Su palabra, y así lo escribe Pablo:
"Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos."
1 Corintios 3:19
Por lo que Ananías y Safira cayeron muertos por pretender engañar al Espíritu Santo.
En cuanto a la iglesia de Corinto sólo les cayó la exhortación por parte de Pablo, por tal de que, movidos por sus conciencias y por su propia voluntad, se animaran finalmente a aportar la ofrenda requerida.
Y como también dice Pablo, en el cuerpo de Cristo somos miembros los unos de los otros.
Así que, ¿estamos procurando para el bien común de la iglesia de Cristo o somos como Ananías y Safira?
"Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad."
1 Juan 3:17-18
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