Cuando oyeron, pues, la ley, separaron de Israel a todos los mezclados con extranjeros. Y antes de esto el sacerdote Eliasib, siendo jefe de la cámara de la casa de nuestro Dios, había emparentado con Tobías, y le había hecho una gran cámara, en la cual guardaban antes las ofrendas, el incienso, los utensilios, el diezmo del grano, del vino y del aceite, que estaba mandado dar a los levitas, a los cantores y a los porteros, y la ofrenda de los sacerdotes. Mas a todo esto, yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes rey de Babilonia fui al rey; y al cabo de algunos días pedí permiso al rey para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una cámara en los atrios de la casa de Dios. Y me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la cámara, y dije que limpiasen las cámaras, e hice volver allí los utensilios de la casa de Dios, las ofrendas y el incienso.
Nehemías 13:3-9
Fue una bendición pertenecer a la generación de retornados a Jerusalén, después de setenta años deportados a Babilonia.
Durante el tiempo de la restauración se evidenciaba a Dios obrando en su favor, guardándolos del enemigo, frustrándoles los planes de boicotear la obra, y exhibiendo Su poder en el levantamiento de todo el muro de Jerusalén en tan sólo cincuenta y dos días.
Así que todos en la ciudad se maravillaban, recibían la lectura de la ley, se humillaban en arrepentimiento, se gozaban y se fundían en alabanzas...
Estos mismos que también escribieron una fiel promesa a Dios, de total obediencia a Su palabra, y la firmaron cada uno con sus nombres, ahora estaban volviendo de nuevo a lo de antes de la restauración.
Y es que ya anduvimos advertidos, con las constantes amenazas de Tobías a Nehemías, que el hecho de que algunos principales mantenían comunicacion amistosa con él, a la larga (o no tanto) les iba a traer serios problemas.
Pues este mismo Tobías, enemigo aférrimo de Israel, venía a ser pariente del sacerdote Eliasib, de una confianza tal que el sacerdote lo puso en el sitio más privilegiado que existía: el mismísimo templo de Dios, en el lugar de las ofrendas y de lo consagrado al Único y Todopoderoso Dios vivo y verdadero.
Esta decepcionante escena no se habría materializado de haber estado Nehemías presente. Pero en aquel tiempo le tocó volver al servicio de Artajerjes, para emitir otra solicitud de permiso y volverse cuanto antes.
Debió de pasar el tiempo suficiente como para que olvidaran la ley, dejando de lado las lecturas. Ya que, para esta ocasión, ya habían vuelto a tener la necesidad de separar a los mezclados con extranjeros, cosa que ya se hizo durante el inicio del levantamiento de los muros, organizado por Nehemías.
Además que, un templo ocupado por un pagano como Tobías, ¿quién iba a querer sustentarlo con sus ofrendas y diezmos? ¿Acaso no se iba a beneficiar éste de lo que debía ser para consagración, si ya se estaba beneficiando del propio templo?
En consecuencia, el pueblo dejó de diezmar y sustentar a los levitas y a los cantores del templo. Así que a éstos les toco volverse cada uno a su heredad para buscarse la vida.
Porque los propios levitas y cantores dejaron de asimilar el servicio a la casa de Dios como su sino en la vida, para llegar a tenerlo como una labor remunerable como otra cualquiera. Por lo que, en cuanto les dejó de entrar el sustento, abandoraron totalmente el servicio del templo, lugar en el que aquel Tobías parecía haberse salido con la suya.
Pero Dios permitió que Nehemías volviera a tiempo para reponer de nuevo el orden y la santidad en la ciudad y, sobretodo, en el Templo.
Siglos después de este acontecimiento, Dios mandó a Su Hijo, el Señor Jesucristo, que se entregó por nosotros en la cruz del calvario para la redención por nuestros pecados. Con Su resurrección al tercer día nos dió acceso directo a la vida eterna en Él y con Su ascensión a la diestra del Padre nos dió el Espíritu Santo a morar en nosotros, siendo ahora cada uno, el templo de Dios.
Los inicios de la iglesia en Judea fueron hermosos, donde los convertidos convivían y perseveraban unánimes en la lectura y la oración. Con la muerte de Esteban y el inicio de la persecución a todo aquel que considerara a Jesús como el Mesías, se vieron obligados a volverse a las ciudades de donde habían venido. Este acontecimiento facilitó la expansión del evangelio.
La iglesia iba creciendo, habiendo cada vez más ciudades en las que se congregaban. Una expansión que requería también de alguien que les mantuviera unánimes en la sana doctrina. Y para esto fue llamado Pablo por el Señor, como apostol a los gentiles, para sentar la base doctrinal cristiana de donde todos se levantaran como una sola edificación, en Cristo.
Igual que cuando en Jerusalén firmaron la fiel promesa, cuando nacía una nueva congregación de la iglesia de Cristo, sus inicios reflejaban la disposición de mantenerse escrupulosamente fieles al evangelio.
Todo iba bien mientras Pablo se mantenía cerca pero, podía suceder como a los de Galacia, que de no mantener su disciplina en la sana doctrina y en la práctica de la fe cristiana en lectura y oración, acabaron abrazando doctrinas judaizantes, por haberse querido emparentar con falsos hermanos.
"Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema."
Gálatas 1:6-8
Desde el inicio de su ministerio, Pablo se daría cuenta que el mayor de los peligros de la iglesia y del asentamiento de sus bases fundamentales residían en las sectas judaizantes.
Y en esto se centró y discipuló a maestros y pastores para que hiciesen lo propio, algo que todos en la iglesia nos deberíamos aplicar:
"Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio."
2 Timoteo 4:1-5
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