Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento. Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón. He aquí, yo os dañaré la sementera, y os echaré al rostro el estiércol, el estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente con él. Y sabréis que yo os envié este mandamiento, para que fuese mi pacto con Leví, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Malaquías 2:1-4
Después de la primera confrontación, Dios emite este mandamiento, a los sacerdotes, de consecuencia sujeta a la obediencia de ellos.
Porque, en la expresión condicional "si no", van a sujetarse los efectos enumerados seguidamente.
Las condiciones que Dios demanda son que los sacerdotes oigan y decidan de corazón glorificar a Dios.
Si ellos no aceptan estas condiciones, los efectos les vendrán en forma de maldición.
De repente el tiempo verbal cambia del futuro, sobre estas maldiciones que les iría a enviar, a expresarlas como una acción completa "y aun las he maldecido", por cuanto el sacerdocio no se había decidido de corazón, desde hace tiempo, en dar la gloria a Su nombre.
Porque para los sacerdotes no eran nuevos ninguno de los mandamientos de Dios para que los desobedecieran, ni eran desconocidos Su poder y Su gloria, para que no honraran Su nombre.
Sino que, conociendo la ley y habiendo sabido del Todopoderoso Dios y sus obras, ni obedecían ni glorificaban a Quien puso a Leví en lugar privilegiado de servicio y mediación del pueblo para con Dios.
Les sobrevendría, pues, la consecuencia de sus actos: la infertilidad en sus campos les limitarían las cosechas y serían humillados de tal manera que Dios lo compara con echarles en su cara el estiércol de los animales enfermos y defectuosos que han estado sacrificando, hasta el punto de ser arrojados con ellos al muladar.
Porque ya lo debían saber, también, por los proverbios de Salomón:
"Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu."
Proverbios 16:18
Aún estaban a tiempo de humillar sus corazones en arrepentimiento para volver de nuevo a la voluntad de Dios y disfrutar de Sus bendiciones.
Porque la sentencia que Dios anuncia con condicionantes sujetos a la transgresión u obediencia del que la recibe, se emite en la voluntad de la reconciliación, y no de la condena, y del restablecimiento de la relación del hombre para con Dios.
Porque no es voluntad de Dios que los hombres se pierdan sino que, enviando a Su Hijo unigénito a morir por nosotros, por su sacrificio en la cruz y por su resurrección al tercer día, abrió el acceso directo al Padre por medio del Hijo, el Señor Jesucristo, reconciliándonos y adoptándonos como hijos de Dios.
Y ya lo aclaró el Señor ante sus discípulos, aquellos dos a quien Jesús apodó "Boanerges", lo cual significa "hijos del trueno", en relación a su carácter. Pues Jacobo y Juan, estos dos eran, sugirieron pedir a Dios que mandase fuego del cielo para destruir a los samaritanos por no haberlos querido recibir en su aldea: "porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas", (esto lo leemos en Lucas 9:56).
Así que, habiendo sido sacados del muladar de los pecados y consagrados para Dios en el cuerpo de Cristo por el Espíritu Santo, el Señor con Su palabra nos hace meditar en esta lectura.
Y, conforme al mandamiento que emitió en su día a estos sacerdotes rebeldes por boca de Malaquías, nos viene a servir de confrontación directa: ¿Está atento nuestro oído a la palabra de Dios? ¿Está pronto nuestro corazón a servirle con sinceridad y sin doblez de corazón?
"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos."
Gálatas 6:7-9
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