Y el resto de Israel, de los sacerdotes y de los levitas, en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad.
Nehemías 11:20
De un modo u otro, tanto los que fueron asignados para habitar en Jerusalén como los que no, todos tenían su lugar en el reino.
Cada uno disponía de su heredad, la cual fue designada a suertes en tiempos de Josué, en las tierras que Dios prometió para Su pueblo.
Para tener heredad era imprescindible ser de los hijos de leví, acreditados según el registro de genealogías.
De modo que muchos fueron excluídos del sacerdocio, no en este momento, sino cuando se dió el primer registro de retornados, encabezado por Zorobabel, por no poder demostrar su linaje.
Algunos pudiéramos ver, en esta exclusión, una falta de consideración para con aquellos que retornaron y no pudieron verificar sus raíces.
Aunque a estas alturas de la historia del pueblo de Dios ya no debían caer en el mismo error de siempre, que era el mezclarse con otras culturas y naciones, corrompiendo así su calidad de nación santa y testimonio de Dios al mundo.
Porque de esta nación vendría el Mesías prometido por Dios, el Redentor, a liberarnos del pecado y de la muerte y a establecer Su reino eterno sobre la tierra.
Y Dios cumplió Su promesa en la persona del Hijo, el Señor Jesucristo viniendo en carne para entregar Su vida por la nuestra, dándonos una nueva vida y un lugar en Su reino.
Entonces todo aquel que en Él cree es pasado de muerte a vida y sellado con el Espíritu Santo en una nueva identidad como hijo de Dios.
El sello del Espíritu Santo es la acreditación del linaje de los que creen que Jesús es el Señor, que murió, resucitó, subió a la diestra del Padre y ha de volver para establecer Su reino eterno sobre la tierra.
Así que muchos pueden decir de sí mismos pertenecer a Cristo, pero sin la verificación de la nueva vida en Él por el Espíritu Santo que lo atestigua en su forma de vivir y en su fruto, éstos no tienen lugar en el reino.
Esta aclaración le fue necesaria los hermanos de Corinto pues, al parecer, o no sabían distinguir entre los unos y los otros, o no estaban mostrando con su forma de vivir según su acreditación como hijos de Dios.
"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios."
1 Corintios 6:9-11
Y en esta justificación accedemos a un lugar en el Reino de los Cielos, como coherederos con Cristo, por el testimonio del Espíritu Santo en cada creyente.
Ahora pues, librados del fatal destino de la muerte por nuestros pecados y pasados a vida por la fe en Cristo Jesús, el Señor no dá esta esperanza:
"En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis."
Juan 14:2-3
Por la esperanza de la concesión del eterno lugar reservado para con nosotros en Cristo, seamos fieles a la acreditación recibida por el Espíritu Santo, viviendo conforme al Espíritu y no conforme a los que no lo tienen, por tal de atestiguar al mundo la proclamación del evangelio por medio de nuestros frutos.
Y mientras esperamos el día de la toma de nuestra heredad en el Reino, Pablo nos regala este práctico pensamiento:
"Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos."
Romanos 8:24-25
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