lunes, 28 de febrero de 2022

LA AUTOCONFRONTACIÓN, Malaquías 2:10

LA AUTOCONFRONTACIÓN, Malaquías 2:10

¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres?
Malaquías 2:10

Está claro que la pregunta que espeta va dirigida exclusivamente al pueblo de Dios y, aunque hasta ahora la confrontación se está dando en concreto a los sacerdotes, Malaquías se incluye en esta cuestión introspectiva en confesión del pecado, asumiéndolo, conforme es parte del pueblo y por ende, le afecta por igual.

Y es que no todos los hombres son hijos de Dios, sino los que Dios tiene por hijos en Su voluntad, y en este caso se refiere a Israel.

Pues perteneciendo todos al mismo pueblo, teniendo al mismo Dios, dejaron de respetarse unos a otros mirando, en su propia individualidad, cada cual sus intereses.

Así que de la boca de Malaquías se emiten tres preguntas a modo introspectivo:

"¿No tenemos todos un mismo Padre?"

Esta primera pregunta nos delata que el destinatario principal del mensaje es el pueblo de Dios, los que se entienden como sus hijos.

Porque aunque existe el pensamiento popular de que todos los hombres somos hijos de Dios, el tal es erróneo, por cuanto no se sostiene a la luz de la palabra de Dios.

Porque, si contestamos a la segunda pregunta, la cual cuestiona: "¿No nos ha creado un mismo Dios?", si que es sostenible por la Palabra que todos los seres vivientes, y no solo la humanidad, hemos sido creados por Dios. Por lo que todos somos criaturas del mismo Dios Creador.

Pero en cuanto a la paternidad del Creador con respecto a Sus hijos, ésta se da mediante un requisito que los consagran diferenciándolos del resto de los hombres, el cual está sujeto a la voluntad de Dios que, en Su soberanía, estimó no tratar una relación familiar para con todos los hombres, por cuanto, desde Adán, toda la creación quedó manchada por el pecado. Y la existencia de pecado en el hombre provoca que inevitablemente se vea repelido de la presencia de Dios, ya que Él es Santo y en Él no hay cabida al más mínimo pecado. 

Por tanto Dios estimó tratar con un sólo hombre y, a partir de él ir encaminándolo conforme a su eterno plan, de salvación y reino, trazado desde antes de la fundación del mundo.

Pues durante la primera gran decadencia de la humanidad, después de que Adán pecara, Dios mostró Su gracia para con Noé y su familia, destruyendo el resto de los hombres enviando un diluvio sin precedentes y el cual no lo volverá a haber jamás.

Tiempo después, Dios sacó a Abram de Ur de los Caldeos para hacer de él una nación santa, Israel, de la que nacería el Mesías,  Dios Hijo, hecho hombre para extender por Él la salvación a toda la humanidad.

Y es por Él que somos hechos hijos de Dios, los que creemos que Jesús es el Señor y lo tenemos como Salvador personal nuestro.

"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios."
Juan 1:12-13

Y he aquí el requisito, que solamente en Cristo uno puede ser hecho hijo de Dios. Puesto que durante el antiguo pacto Dios determinó que la consagración de Su pueblo se diera mediante la obediencia a la ley, una vez llegado el cumplimiento de la misma, el cual es Cristo, somos adoptados en Cristo, y recibidos como hijos de Dios en Él.

Sus hijos conformamos la iglesia de Cristo y también representamos el cuerpo de Cristo, siendo cada uno un miembro y miembros los unos de los otros en el Espíritu Santo.

Pues la tercera pregunta que presentó Dios a su pueblo, en concreto a los sacerdotes, viene a convertirse en una cuestión aplicable a la iglesia a modo de autoconfrontación:

"¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres?"

La deslealtad del uno contra el otro es la falta de consideración entre los hermanos en Cristo con respecto a sus necesidades naturales y espirituales, así como el privarle del conocimiento de la Palabra para su crecimiento en Cristo, cuando está de nuestra mano edificarle o corregirle en lo que no ande correctamente.

Con "profanar el pacto de nuestros padres" Malaquías se estaba refiriendo al quebrantamiento de la ley en sus desobediencias y en la torcedura de las Escrituras en sus interpretaciones y enseñanzas para con el pueblo.

Pareciera que sólo miraran por su propio interés sin importarles la santificación del pueblo.

Tamaña falta de amor nos puede escandalizar, ahora que lo vemos desde las lentes del siglo XXI d.C.

Lo cierto es que tenemos mucho de qué avergonzarnos en la iglesia contemporánea si, tomando esta misma pregunta y nos la aplicamos a nosotros mismos, comenzamos a tirar de autoexamen.

Porque vivimos en una sociedad que nos demanda prácticamente todo el tiempo que ocupa nuestro día a día, entre trabajo, tareas del hogar, familia...

No será la primera vez que ignoramos al hermano que nos requiere para alguna consulta o necesita de nuestro apoyo moral o espiritual por cualquier motivo, por tal de que "no nos haga perder el tiempo, que tanto necesitamos" para ocuparnos en lo terrenal y pasajero que limita nuestra labor principal como portadores de la luz de Cristo al mundo.

El Señor Jesucristo expresó un nuevo mandamiento a sus discípulos y a la iglesia, que está basado en el amor:

"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros."
Juan 13:34

Porque el amor de Jesús es tal que se dió por completo a Sí mismo para que por Su vida seamos librados del pecado y de la muerte. Ahora el Señor nos demanda que amemos tal como Él nos amó.

Nos debemos preguntar, pues, ¿estamos obedeciendo a este mandamiento, o haremos como los sacerdotes en tiempos de Malaquías, profanando el pacto de sus padres?

"En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad."
1 Juan 3:16-18
















domingo, 27 de febrero de 2022

LOS APÓSTATAS, Malaquías 2:8-9

LOS APÓSTATAS, Malaquías 2:8-9

Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Leví, dice Jehová de los ejércitos. Por tanto, yo también os he hecho viles y bajos ante todo el pueblo, así como vosotros no habéis guardado mis caminos, y en la ley hacéis acepción de personas.
Malaquías 2:8-9

Lamentablemente esta era la característica del sacerdocio que se encontraba sirviendo en el templo en tiempos de Malaquías y durante los sucesivos cuatro siglos en que va a continuar habiendo esta práctica.

Fue grande el grado en que apostataron muchos en el sacerdocio, durante el tiempo de silencio de Dios para con el pueblo, en esa etapa. No porque Dios hubiese dejado en algún momento de ser Omnipresente u Omnisciente en todo lo concerniente a su pueblo. Sino que, precisamente como resultado de esta apostasía, estaban sufriendo un periodo muy duro de tribulación por parte del imperio Griego en el que Dios dejó de enviar profeta alguno. Total, no quisieron escuchar a Malaquías, tampoco iban a atender al que viniera detrás.

Debemos recordar que Malaquías no está profetizando a personas laicas sino a los mismos sacerdotes, los consagrados de Dios para servicio en el templo y para guardar y enseñar todo lo concerniente a la ley.

Porque para apartarse de un camino primeramente ha de haberse estado en él, pues uno no puede apartarse de donde nunca estuvo.

Suele ser confuso, porque tenemos tendencia a pensar que los apóstatas son personas no cristianas, quizá algo convencidos pero no convertidos de veras a Cristo.

Pero el mensajero está hablando con los consagrados de Dios, los sacerdotes, que eran ni más ni menos que la representación del pueblo a Dios y viceversa, por quienes el pueblo recibía consejo y aprendía sobre la ley de Moisés.

¿Podríamos sospechar con esto, si lo extrapolamos a nuestros tiempos, que el creyente puede perder la salvación? El texto no da lugar a tal sospecha, sino que Dios indica que los apartados sufrirán las consecuencias de su apostasía sin necesariamente perder su identidad, aunque esta acabe envilecida y humillada ante "todo el pueblo", los cuales podemos entender que son los que hayan permanecido fieles en el camino.

Entonces, ¿puede un apóstata salir del engaño y volverse de nuevo al camino de la Verdad? Pues precisamente éste es el efecto que Dios intenta provocar en sus sacerdotes mediante el mensajero, Malaquías, con todas estas confrontaciones tan directas hacia ellos.

Porque Dios no manda profeta si no es para que, por la palabra del profeta, pueda darse la corrección, antes que el castigo.

¿Puede haber castigo sin perder la salvación? Pues existe el Tribunal de Cristo, que es exclusivo para la iglesia de Jesucristo, en donde todos y cada uno de los creyentes tendrá que comparecer y donde saldrán a la luz todas sus obras, buenas o malas, acontecidas en sus andares como cristianos, durante su estancia en la tierra.

Pues si el siervo fiel obtendrá corona de recompensa, ¿qué puede obtener el siervo obstinado y desobediente, que nunca cumplió con su Señor?

Por cuanto el siervo desobediente pasará vergüenza ante su Señor, cuánta mayor será la vergüenza para quien, estando en posición de servicio en enseñanza y  consejería del evangelio entre los cristianos, se hayan apartado a falsas doctrinas, y muchos se aparten por escuchar a éstos, antes que a Dios en Su palabra.

Entendemos que quien se aparta de la verdad es un apóstata.

La palabra "apostasía" significa eso en su idioma original, que es el griego, el cual es una palabra compuesta por "apo", que significa "fuera de" y "stasis" , que significa "colocarse" o "establecerse".

Para todo creyente este vocablo es muy duro, hasta el punto que no podemos asimilar que nadie que apostate, saliéndose de la sana doctrina, haya sido algún día un verdadero hijo de Dios, redimido por la sangre de Cristo.

Pero nos podríamos sorprender al ver que de la fidelidad a la apostasía se puede llegar muy fácilmente si uno simplemente deja de nutrirse de la palabra de Dios, de ser constante en la oración y de ocupar un tiempo de calidad para su devocional con Dios.

De hecho, es tan fácil que un cristiano apostate que sólo tiene que hacer una cosa para que esto ocurra: "nada".

Porque cierto es que todo creyente ha recibido el Espíritu Santo, que ha venido ha morar en él desde el primer momento de su confesión y reconocimiento de Cristo como Señor y Salvador. Pero también es cierto que cada creyente puede atender, o no, a lo que el Espíritu le enseña y por donde Él indica que ha de pasar.

De modo que, aunque el Espíritu Santo es Dios y tiene todo el poder sobre todas las cosas. Dios nos ha dado la libertad de decidir hacer o no lo correcto, por cuanto le plació darnos el libre albedrío.

Porque Dios no busca quien le ame por obligación o porque Él lo haya decretado así, sino que cada individuo sea capaz de decidir amarle o no, según su propia decisión.

Así que, después de tomada la mejor decisión de la vida, que es la aceptación de Jesús como Señor y Salvador nuestro, nos queda un serial de decisiones más que tomar, tantas como sucesos diarios nos acontecen durante nuestra estancia en la tierra.

Y sabemos que, los que hemos nacido de nuevo en Cristo, hemos adquirido la naturaleza de Dios, que es la vida eterna en Él, pero no hemos dejado de tener la naturaleza humana caída, mientras andamos en nuestro cuerpo de carne.

Sabemos con esto que, seguimos pecando, aunque ya no por voluntad propia, sino por nuestra imperfección humana y hasta que seamos llevados con el Señor y nuestros cuerpos sean glorificados.

Si pues, es el Espíritu Santo quien nos mantiene en Cristo, es nuestra carne por la que nos podemos desviar, tocante a nuestra pasada manera de vivir o a falsas doctrinas conforme a nuestras concupiscencias.

Y esto es lo que a algunos de nosotros (los de Cristo) nos pasará segun profetiza Pablo en su segunda carta a Timoteo, aunque en la anterior ya le dió aviso sobre el asunto:

"Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas."
2 Timoteo 4:1-4

Porque la antesala de la apostasía es la ignorancia  y la ignorancia es la falta de nutrición en la Palabra de Dios y la falta de disciplina y de práctica en la vida de la fe en Cristo, en comunión con Él.

Pues si no hacer nada nos puede llevar a un estado tal que el de los sacerdotes en tiempo de Malaquías, deberíamos preguntarnos qué estamos haciendo como hijos de Dios mientras pasamos los días en este mundo.

Una pequeña anotación de Santiago nos servirá para tenerla en cuenta en nuestro quehacer diario:

"y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado."
Santiago 4:17



















sábado, 26 de febrero de 2022

LOS LABIOS DEL SACERDOTE, Malaquías 2:7

LOS LABIOS DEL SACERDOTE, Malaquías 2:7

Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos.
Malaquías 2:7

Por el pacto de Dios con Leví, fueron sus descendientes los portadores de la Palabra de Dios al pueblo y los representantes del pueblo para con Dios y viceversa.

Teniendo los sacerdotes la exclusividad de la tutela de las sagradas Escrituras, el pueblo acudía a ellos en busca de consejo en conformidad con la ley.

Debía pues, el sacerdote, empaparse de la sabiduría de Dios, de modo que su boca estuviera al servicio de Dios como representante de Él delante del pueblo.

Cuando Malaquías, mensajero de Dios, comenta que los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, no se refiere a un conocimiento humano basado en su razocinio natural, sino a uno basado en el conocimiento de las cosas de Dios y en la sujección a ellas. Tal como dijera Salomón, en su proverbio:

"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza."
Proverbios 1:7

También Santiago nos ilustra a través de su carta a los hermanos judíos de la dispersión, tocante a los dos tipos de sabiduría:

"¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía."
Santiago 3:13-17

Pues esta sabiduría de lo Alto es la que debían guardar los sacerdotes, asimismo como ahora la ha de guardar la iglesia.

Porque la iglesia es portadora de la luz de Cristo en el mundo, por cuanto extiende el evangelio para la salvación de las almas. No es que a la iglesia le competa el convencer a las almas para que sean salvas, porque esta es función del Espíritu Santo, sino que, por medio del anuncio del evangelio de reconciliación en Cristo, la semilla sea esparcida a todo oído, no solamente de palabras sino también mediante el testimonio de vida en Cristo.

La iglesia está formada por todos los que han depositado la fe en Cristo como Señor y Salvador. Por lo que, cada uno de sus miembros, ha sido puesto en el mundo en virtud de mensajero de Dios. Porque de no ser así, no habría razón de que una persona permaneciera un sólo segundo más en esta tierra después de su conversión a Cristo.

Pero Dios ha establecido que la función de expandir el evangelio de salvación sea llevada a cabo por la iglesia de Jesucristo, no porque Él no pueda hacerlo, sino por hacernos partícipes del fruto de la salvación y de la recompensa en la vida eterna.

Así que, a modo de autoexamen y habiendo entendido cuál es la sabiduría que debemos guardar y mostrar al mundo como representantes de Cristo ante los hombres, deberíamos preguntarnos hasta qué punto nuestros labios guardan la sabiduría de Dios y si nuestra lengua la manifiesta.

Como una última reflexión y examen introspectivo, sirvámonos de nuevo de la epístola de Santiago:

"Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así."
Santiago 3:6-10














viernes, 25 de febrero de 2022

PACTO DE VIDA Y DE PAZ, Malaquías 2:5-6

PACTO DE VIDA Y DE PAZ, Malaquías 2:5-6

Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado. La ley de verdad estuvo en su boca, e iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad.
Malaquías 2:5-6

Dios describe por medio de Malaquías cómo fue el pacto que tuvo con Leví y cuál su finalidad y, a continuación, describe con qué actitud y qué acciones tomaron los Levitas al respecto.

Leví tuvo, de Dios, un pacto de vida y de paz para que él le temiera, y así fue.

Este pacto con Leví no vino a raíz de la bendición de su padre Jacob en su lecho de muerte, por cuanto en ese momento de él se dijo que sus armas eran armas de iniquidad, las de él y las de Simeón, su hermano.

Pero por cuanto la tribu de Leví fue la única que se posicionó a favor de Dios, al lado de Moisés, en el desierto, Dios la consagró poniéndolos al servicio del tabernáculo, delegando el sacerdocio a los hijos de Aarón.

Formóse entonces el pacto para con Leví, el cual escuchó, y tuvo temor. Y lo obedeció, tal que se humilló delante de Dios, se mantuvo en Su ley y proclamaba la verdad.

Estando la verdad en su boca no pudieron hallarse palabras de injusticia que pronunciaran sus labios.

Se dice también de Leví que anduvo en paz y en justicia con Dios.

Su obediencia y disposición de corazón en glorificar el nombre de Dios tenían por fruto el rescate y la santificación de muchos que se habían extraviado de la verdad para hacer lo malo.

Este pasaje recuerda mucho a la bienaventuranza del hombre fiel y justo descrito en el Salmo 1, el cual hace referencia a nuestro Señor Jesucristo, y dice así:

"Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,Ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará."
Salmos 1:1-3

Aunque en su actitud vinieron a dar ejemplo del tipo y del carácter de Cristo, los Levitas no eran perfectos, y entre ellos hubieron excepciones, como Nadab y Abiú, dos hijos de Aarón que, llevados por sus pasiones, ofrecieron fuego extraño delante de Dios.

Pero ahora tenemos a Jesús, el Mesías prometido y el hombre perfecto y sin tacha descrito en el Salmo 1 y tipificado por Leví en su obediencia y consagración a Dios.

Y es Cristo el cumplimiento del pacto de vida y de paz de Dios con Leví, la heredad a la cual aspiraban por cuanto así Dios estableció, "por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos; Jehová es su heredad, como Jehová tu Dios le dijo". (Deuteronomio 10:9b)

Y establecido también con Leví el pacto de paz en sacerdocio perpetuo, viene el Señor Jesucristo en cumplimiento, no sólo a Leví, sino a todo aquel que en Él cree, que viene a ser heredero de la vida eterna en Él.

Y he aquí las características del que tiene a Cristo por heredad: temor de Dios, humildad, permanencia en la verdad, que es Cristo, y en Sus mandamientos, de limpias palabras y andando en paz y en justicia con Dios.

También hay una última característica que, no por última ha de ser la menos importante, que dice así: "A muchos hizo apartar de la iniquidad".

Esta acción puede darse de dos maneras: durante la obra evangelística verbal o testimonial, o en rescate al creyente extraviado en pecados o falsas doctrinas.

Y aunque solemos incidir mucho en la gran comisión:

"Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado."
Marcos 16:15-16

Debemos confesar que el esfuerzo por recuperar a aquellos hermanos extraviados suele brillar por su ausencia.

Porque debemos reconocer que para paliar nuestra conciencia por juzgar a quienes se apartan, tendemos a citar a Juan, para insinuar que no eran cristianos y zafarnos de procurar su restauración:

"Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.
1 Juan 2:19

Pero no hemos sido llamados a condenar ni a juzgar la apariencia, porque, ¿qué creyente hay tan perfecto que nunca peque y que no haya experimentado el desánimo o alguna crisis de identidad a falta de una buena cimentación de su fe en el conocimiento de la Palabra?

Pues si, al igual que los Levitas, los creyentes nos mantenemos en la palabra de verdad, en Cristo Jesús, y en paz y en justicia andamos con Dios, la misma Palabra nos ha de empujar a enderezar los pasos de quien tropieza y a restaurarlo por medio de ella.

Tengamos en cuenta que Dios ha expandido el pacto de vida y de paz a toda la humanidad para el disfrute de quien por la fe en Cristo recibe la vida.

Y del modo en que nos pudimos beneficiar en su día e igual que nos gustaría recibir apoyo anímico y espiritual en nuestro día malo, meditemos estas palabras de Santiago:

"Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados."
Santiago 5:19-20




















jueves, 24 de febrero de 2022

EL MANDAMIENTO, Malaquías 2:1-4

EL MANDAMIENTO, Malaquías 2:1-4

Ahora, pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento. Si no oyereis, y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no os habéis decidido de corazón. He aquí, yo os dañaré la sementera, y os echaré al rostro el estiércol, el estiércol de vuestros animales sacrificados, y seréis arrojados juntamente con él. Y sabréis que yo os envié este mandamiento, para que fuese mi pacto con Leví, ha dicho Jehová de los ejércitos.
Malaquías 2:1-4

Después de la primera confrontación, Dios emite este mandamiento, a los sacerdotes, de consecuencia sujeta a la obediencia de ellos.

Porque, en la expresión condicional "si no", van a sujetarse los efectos enumerados seguidamente.

Las condiciones que Dios demanda son que los sacerdotes oigan y decidan de  corazón glorificar a Dios.

Si ellos no aceptan estas condiciones, los efectos les vendrán en forma de maldición.

De repente el tiempo verbal cambia del  futuro, sobre estas maldiciones que les iría a enviar, a expresarlas como una acción completa "y aun las he maldecido", por cuanto el  sacerdocio no se había decidido de corazón, desde hace tiempo, en dar la gloria a Su nombre.

Porque para los sacerdotes no eran nuevos ninguno de los mandamientos de Dios para que los desobedecieran, ni eran desconocidos Su poder y Su gloria, para que no honraran Su nombre.

Sino que, conociendo la ley y habiendo sabido del Todopoderoso Dios y sus obras, ni obedecían ni glorificaban a Quien puso a Leví en lugar privilegiado de servicio y mediación del pueblo para con Dios.

Les sobrevendría, pues, la consecuencia de sus actos: la infertilidad en sus campos les limitarían las cosechas y serían humillados de tal manera que Dios lo compara con echarles en su cara el estiércol de los animales enfermos y defectuosos que han estado sacrificando,  hasta el punto de ser arrojados con ellos al muladar. 

Porque ya lo debían saber, también, por los proverbios de Salomón:

"Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu."
Proverbios 16:18

Aún estaban a tiempo de humillar sus corazones en arrepentimiento para volver de nuevo a la voluntad de Dios y disfrutar de Sus bendiciones.

Porque la sentencia que Dios anuncia con condicionantes sujetos a la transgresión u obediencia del que la recibe, se emite en la voluntad de la reconciliación, y no de la condena, y del restablecimiento de la relación del hombre para con Dios.

Porque no es voluntad de Dios que los hombres se pierdan sino que, enviando a Su Hijo unigénito a morir por nosotros, por su sacrificio en la cruz y por su resurrección al tercer día, abrió el acceso directo al Padre por medio del Hijo, el Señor Jesucristo, reconciliándonos y adoptándonos como hijos de Dios.

Y ya lo aclaró el Señor ante sus discípulos, aquellos dos a quien Jesús apodó "Boanerges", lo cual significa "hijos del trueno", en relación a su carácter. Pues Jacobo y Juan, estos dos eran, sugirieron pedir a Dios que mandase fuego del cielo para destruir  a los samaritanos por no haberlos querido recibir en su aldea: "porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas", (esto lo leemos en Lucas 9:56).

Así que, habiendo sido sacados del muladar de los pecados y consagrados para Dios en el cuerpo de Cristo por el Espíritu Santo, el Señor con Su palabra nos hace meditar en esta lectura.

Y, conforme al mandamiento que emitió en su día a estos sacerdotes rebeldes por boca de Malaquías, nos viene a servir de confrontación directa: ¿Está atento nuestro oído a la palabra de Dios? ¿Está pronto nuestro corazón a servirle con sinceridad y sin doblez de corazón?



"No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos."
Gálatas 6:7-9





















miércoles, 23 de febrero de 2022

SU NOMBRE ES GRANDE EN TODA LA TIERRA, Mal.1:11-14

SU NOMBRE ES GRANDE EN TODA LA TIERRA, Malaquías 1: 11-14. 

Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos. Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y cuando decís que su alimento es despreciable. Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová. Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y sacrifica a Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones.
Malaquías 1:11-14 

Reincidiendo en la precariedad de las ofrendas y sacrificios llevados al altar de Dios, esta vez presenta la grandeza de Su nombre sobre toda la tierra, por si pudieran caer en vergüenza al ver que los paganos han dado mayores honores a Su gloria que los sacerdotes del templo en la santa ciudad. 

Porque no les queda muy lejos, en el tiempo, el recuerdo del decreto de Ciro, rey Persa , el cual expendió carta blanca a los judíos para retornar a su tierra y, devolviéndoles los utensilios que en su día se requisaron del templo de Jerusalén, los cuales se mantuvieron bien almacenados y respetados en su mayoría, no escatimó en ofrecer al pueblo todo aquello que necesitaran para la reconstrucción del templo y su mantenimiento. 

Artajerjes tampoco se quedó corto sino que, temiendo al gran Dios Todopoderoso de Israel, ofreció todo lo necesario y más a Su pueblo, por temor de sufrir Su ira. 

¿ Y qué podemos decir de la reina de Saba? Que en tiempos del rey Salomón no se pudo resistir a visitarlo para poder comprobar en primera persona la gran sabiduría que Dios le había dado. 

Y el reino de Israel se enriquecía en ofrendas de todas las naciones, maravillados, no del rey en cuestión, sino del Sustentador del  reino, el Gran Rey, Jehová de los ejércitos. 

Pero ahora los presentes sacerdotes no temían a Dios, es como aquel dicho que expresa: "Uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde", algo así les sucedía a éstos. Que, estando consagrados y con el privilegio de servir en el templo, en lo más próximo de Su presencia, tenían Su gloria por monotonía y Su poder por lo común de cualquier otro. 

Saltando varios siglos de historia, con Jesús habitando entre los hombres y, mostrando las grandes señales y milagros que solamente el Mesías prometido sería capaz de cumplir, aún no quisieron reconocerlo ni aún teniendo a Dios delante de sus narices, en la persona del Hijo. 

Y donde mayor fue la incredulidad del pueblo fue en la tierra que le vió crecer, Nazaret, donde sus vecinos sólo sabían ver de Él al hijo del carpintero, al que fue un niño y creció transformándose de adolescente a adulto, y ahora les decía: "Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros", recién citado Isaías 61:1. Pues la respuesta de ellos estuvo entre la  perplejidad y la burla. 

"Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra."
Juan 4:44 

Desechado por los suyos, pero recibido por los de afuera, igual que aquellos magos de Oriente que lo adoraron como el rey de los Judíos, aún en su corta infancia, en lo pueril de sus primeros años de vida. 

Y estos fueron sus presentes con los que, sin saberlo, descubrían, con el oro, Su sino real, con el incienso, Su función intercesora y, con la mirra, Su destino, como el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 

Los de afuera lo vieron y lo reconocieron. Pero no, los suyos no lo supieron ver, ni reconocer ni valorar... Y lo llevaron a la cruz del Calvario. 

Entregado, muerto y sepultado, resucitó al tercer día. Y, diez días después de que ascendiera a la diestra del Padre, descendió el Espíritu Santo sobre sus discípulos en el aposento alto, dando origen a la iglesia del Señor Jesucristo. 

Se daría cumplimiento a lo profetizado por Oseas, al cual también cita Pablo: 

"Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente."
Romanos 9:25-26 

Vendría el evangelio a alcanzar a los gentiles, aquellos que no pertenecieron al pueblo de Dios ni tuvieron el privilegio de ver abrirse ante sus ojos el Mar Rojo, para pasarlo en seco, o  palpar y tomar del maná del cielo, en el desierto, ni cruzar el Jordán en seco, o presenciar la caída de Jericó por la mano poderosa de Dios con tan sólo rodear la ciudad. 

Sin embargo, muchos de estos privilegiados aún esperan al Mesías, habiéndolo rechazado cuando vino, como si jamás hubiera venido. 

Pero volverá una segunda vez, y esta vez no como cordero inmolado sino como Gran Rey y Señor de los ejércitos. 

Cantemos al Señor con regocijo, porque siendo el Gran Rey y Dios Todopoderoso se ha acercado a nosotros por medio de Jesucristo y nos ha hecho partícipes de Su gloria, herederos de Su vida eterna. 

"Alabad a Jehová, naciones todas; Pueblos todos, alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la fidelidad de Jehová es para siempre. Aleluya."
Salmos 117:1-2





















martes, 22 de febrero de 2022

ALTIVEZ E IRREVERENCIA, Malaquías 1:6-10

ALTIVEZ E IRREVERENCIA, Malaquías 1:6-10

El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio,¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos. Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice Jehová de los ejércitos. ¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar de balde? Yo no tengo complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda.
Malaquías 1:6-10

Abierto el mensaje de Dios por medio de Malaquías, de una pregunta se abren todas.

Y es que el discurso trata de una serie de cuestiones en respuesta a las desafiantes preguntas expulsadas por la boca de un pueblo endurecido, lleno de altanería e irreverencia, tratando de ridiculizar al mensajero.

Porque no quisieron despojarse de lo que Dios le puso de antemano para que fuese dado al servicio del templo y para Su gloria y honra. Sino más bien se envilecieron tentados por la codicia y el egoísmo, y se limitaban a ofrecer lo peor en el altar. Tampoco es que lo ofrecieran con gusto, sino atados por sus costumbres, salvaguardando su buena apariencia entre ellos.

Los sacerdotes, por su consagración y servicio al templo, eran los que estaban capacitados para decidir qué era lícito y qué no en cuanto a las ofrendas y sacrificios a Dios. No obstante ellos fueron los primeros en aceptar pan seco o echado a perder, animales con defectos físicos o enfermedades y lo que nadie querría para sí.

Pues si los sacerdotes eran los primeros en aceptar estas condiciones, cuánto menos se iban a animar los demás en llevar a Dios las sobras, lo defectuoso  y lo echado a perder.

El sacerdocio se había envanecido de tal manera que el servicio le era una carga para nada agradable, sino un motivo de queja diaria. Así que se limitaban a estar ahí, presentar lo que les traían, en el estado que fuese, y terminar el servicio en la monotonía de sus costumbres religiosas.

En cuanto al versículo diez de Malaquías, según la traducción de Reina Valera 1960, se formula la última reprensión a modo de pregunta. Mas en otras traducciones se ha determinado que la expresión más cercana a la del idioma original sería ésta:

"¡Oh si hubiera entre vosotros quien os cerrara las puertas para que no encendierais en vano mi altar! ¡No tengo complacencia en vosotros, dice YHVH Sebaot, ni aceptaré ofrenda de vuestras manos!"
(Malaquías 1:10 según BTX4)

En estas letras entendemos a un Malaquías confrontándoles con la palabra de Dios en un tono irónico, según la contrariedad de los corazones de aquellos que supuestamente eran los más aptos y dispuestos para el servicio de Dios y Su templo.

Pasó el tiempo y el sistema de ofrecimiento de sacrificios a Dios en el templo, por mediación de sacerdotes, dejó de ser necesario. Dios envió a Su Hijo, el Señor Jesucristo, quien vivió entre los hombres y como tal, pero sin pecado. Y así, sin pecado, se entregó en sacrificio por amor a nosotros y dando su vida en pago por nuestros pecados.

Un "consumado es" salió de su boca y entregó al Padre su espíritu. El momento en que Jesús murió se rasgó el velo del templo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo.

En el Lugar Santísimo nadie podía entrar, sino el sumo sacerdote y en días contados, en unas condiciones especiales de santificación para no morir a causa de la Santa presencia de Dios.

Salvaguardando este Lugar, un velo, no como nosotros lo conocemos, así como si se tratase de una tela suave de tejidos finos, sino un gran manto que, según el modelo descrito en Éxodo 26:31-33 y por lo detallado por el historiador judío del primer siglo, Flavio Josefo, tenía un grosor de diez centímetros con veinte metros de altura y diez de ancho, en su embergadura.

Pues este velo se partió abriéndose el acceso a la presencia de Dios y expandiéndose por medio de Jesucristo, a todo aquel que lo reconoce como Señor y Salvador.

Porque Jesús murió, pero también resucitó al tercer día y ascendió a la diestra del Padre dejándonos el Espíritu Santo para que, por medio de la fe y por la gracia de Dios, seamos hechos hijos suyos y con acceso directo a Su presencia como real sacerdocio.

"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia."
1 Pedro 2:9-10

Con ánimo de extraer una aplicación práctica actual a este pasaje, habiendo sido hechos sacerdotes, todo aquel que cree en Cristo, y se nos da acceso directo a Su Lugar Santísimo por cuanto el Espíritu Santo mora en nosotros, el texto viene a ser una confrontación directa para todo creyente:

¿Qué estamos ofrendando a Dios? ¿Cuál es la calidad de nuestros sacrificios presentados ante Su altar? ¿Merecemos recibir favor de Dios por nuestro buen hacer, o es Su gracia y Su misericordia las que nos sostienen? ¿Servimos de buena gana a nuestro Padre celestial o es para nosotros un motivo de queja el tener que ocuparnos de las cosas de Dios?

Posiblemente no hallemos unas respuestas muy favorables a estas preguntas introspectivas. Es hora de recordar que todo lo que tenemos es porque Dios ha permitido que lo tengamos, en lo material.

Ni nuestra propia vida ya no es nuestra sino comprada con la sangre de Cristo, derramada en la cruz del Calvario y dada a nosotros, la vida eterna en Él.

Y según como se  cierra el discurso del predicador, en el libro de Eclesiastés:

"El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala."
Eclesiastés 12:13-14
























lunes, 21 de febrero de 2022

CUESTIONANDO A DIOS, Malaquías 1:2-5

CUESTIONANDO A DIOS, Malaquías 1:2-5

Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto. Cuando Edom dijere: Nos hemos empobrecido, pero volveremos a edificar lo arruinado; así ha dicho Jehová de los ejércitos: Ellos edificarán, y yo destruiré; y les llamarán territorio de impiedad, y pueblo contra el cual Jehová está indignado para siempre. Y vuestros ojos lo verán, y diréis: Sea Jehová engrandecido más allá de los límites de Israel.
Malaquías 1:2-5

Un pueblo rescatado de Egipto por mano de Dios y hecho de él una nación con una ley propia muy especial, que apuntaba al cumplimiento de la promesa del Redentor.

Varias fueron las transgresiones de Israel aún después de la toma de las tierras que Dios prometió a Abraham para que ellos las habitaran perpetuamente. Una de ellas fue el colmo que provocó a Dios a permitir que Babilonia destruyera Jerusalén, se llevara deportados a Judá y Benjamín y el resto de tribus se desvanecieran desperdigadas por tierra extrangera o mezcladas con los cananeos. 

Si bien, Dios guardó un remanente que tuvo Su favor y el privilegio de volver a la santa ciudad para reconstruirla y morar de nuevo en ella.

A pesar de que los retornados asumieron la ley y se volvieron a ella en firme promesa, firmada y guardada en las memorias de Israel, pronto se relajaron de nuevo, olvidando su pacto y pormenorizando el compromiso y el motivo de una vida consagrada a Dios, por el que llegaron a ser Su pueblo escogido y los herederos de Su promesa.

Y aún se permitieron el lujo, después de ésto, de responder a Dios con un provocador: "¿En qué nos amaste?".

Y es que a este pueblo sólo le quedaban quejas más que motivos de agradecimiento, porque no llegaban a saborear las bendiciones de Dios.

Pero, ¿puede el desobediente recibir bendición? Porque ellos dejaron de obedecer la ley, mirando sus propios intereses, y cuando les llegaba la consecuencia de sus actos ya no la querían asumir, sino recurrir a lo fácil, que era quejarse a Dios por su falta de amor.

Y en respuesta es enviado el mensajero de Dios, dando inicio a una intensa confrontación, no sin antes compararlo con Edom, con quien es Su indignación.

Malaquías vendrá usando una forma de expresarse muy acorde al pensamiento de quien ha de recibir el mensaje.

Pues ya que en el pensamiento del pueblo se encontraba la irreverente cuestión sobre Su amor, él dará las contestaciones de Dios en el tono que la audiencia sabe usar, cuestionando retóricamente para abrir paso a la suerte de los que no tienen el favor de Dios, usando a Esaú como contraste.

Porque dos eran los hermanos, Jacob y Esaú. Y siendo el último el mayor de los dos, vendió el derecho de su primogenitura al pequeño, con su decisión perdió también el derecho de hacer de él a la nación heredera de la promesa de Dios por la que vendría el Mesías.

Y el favor de Dios se centró en Jacob, no porque éste lo mereciera, pues si hacemos memoria vemos cómo engañó a su propio padre en su lecho de muerte para hacerse pasar por su hermano.

Pero Dios prometió a Abraham una descendencia y una gran nación de donde expandirse Su gracia a los confines de la tierra, y el primogénito rechazó su derecho por un plato de estofado.

De Jacob nacieron doce, y cambiándole Dios el nombre a Israel, Su providencia salvaguardando a sus hijos los hizo aumentar en el desierto, de setenta y cinco a dos millones, contra todo pronóstico humano, bajo la opresión de Egipto.

Pero aunque a Israel le sobraban las razones para agradecer a Dios, echando memoria de Su inconmensurable amor y misericordia para consigo, prefería mirar a otras naciones. Usó, así, Dios a Edom, ya que partía del mismo padre, para desmontar su queja.

Siglos más tarde, con la llegada del Señor Jesucristo, vino después a nacer su iglesia, la receptora de la gracia de Dios, por cuanto Israel lo rechazó como Mesías.

Vino entonces a parecerse a Esaú, y rechazando su derecho de primogenitura al no querer reconocer al Señor, Su misericordia no iba a centrarse ya más sólo en Israel, sino en todo aquel que en Él cree, de toda tribu, lengua y nación.

Igual que Malaquías recurrió al: "A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí", ahora Pablo lo citaba delante de los hermanos de la iglesia en Roma:

"Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia."
Romanos 9:13-16

Quizá los hermanos Romanos no tuvieron el atrevimiento de cuestionar directamente a Dios con una pregunta tal que: "¿En qué nos amaste?", pero sí que con su crisis congregacional hacían saltar la duda.

Y es que esta iglesia se trataba de una congregación mixta, de creyentes judíos y gentiles, en la que se disputaban quién de ellos tenía más derecho a la salvación, si los judíos por ser hijos de Abraham por linaje de sangre, o los gentiles por haber sido injertados en lugar de los judíos que rechazaron al Señor.

Citando también a otros profetas, Pablo fue convirtiendo esos motivos carnales de rivalidad en acercamientos por la contundente verdad que los unía: El único motivo por el que eran salvos era la gracia de Dios en Cristo Jesús y su privilegio era unirse en adoración a Él en un mismo sentir con gratitud de corazón.

Dios ha hecho pagar la preciosa sangre de Su unigénito Hijo por cada una de nuestras vidas. Y el que se entregó a Sí mismo para salvarnos, ¿va a entregarnos a la perdición después de haber creído y sido hechos parte en Su iglesia por el Espíritu Santo? No, el amor de Dios sobrepasa todo entendimiento, Él nos sostendrá hasta el fin de los días.

Y por si nos sobreviene el día malo en que nuestra fe flaquea y vemos las dudas tocar a la puerta de nuestros pensamientos, recordemos:

"Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna."
Tito 3:3-7













sábado, 19 de febrero de 2022

EL MENSAJERO DE YAHVÉ, Malaquías 1:1

EL MENSAJERO DE YAHVÉ, Malaquías 1:1

Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías.
Malaquías 1:1

Esta será la última oportunidad que tendrá Israel de corregir y volverse a la voluntad de Dios, por medio de un profeta, hasta que a los siglos venga Juan anunciando al Señor del Nuevo Pacto.

Entendemos a Malaquías como el nombre propio de un profeta enviado por Dios en tiempos inmediatamente posteriores al retorno post-exílico y restauración del templo en Jerusalén.

Lo cierto es que bien este nombre, Malaquías, se puede traducir del Hebreo como "enviado de Yahvé", aunque en el texto Hebreo más bien dijera "Malaquí" , que se traduciría como "mi mensajero", no como nombre propio, sino por su mera función de enviado a dar mensaje de Dios al pueblo.

Sea como fuere, es más práctico llamarle Malaquías, para familiarizarnos con él y con las circunstancias que le rodean.

Porque de él no sabemos nada más, en las Escrituras, que se trató del último profeta enviado a confrontar al pueblo antes del largo periodo de silencio entre él y la llegada de Juan el bautista.

Pues su andanza y menesteres se sitúan en tiempos de Nehemías, durante las últimas reformas en Jerusalén y la  restauración de la ley en el pueblo por parte de Esdras, tras la culminación del levantamiento de las murallas.

Porque poco tiempo se tardó este remanente en volver a sus rebeldes vidas, transgrediendo de continuo la ley, en una permanente provocación a Dios.

Tanto es el amor del Creador que, lejos de dejarlos a su suerte para que ellos mismos se autodestruyeran con sus malas decisiones, aún les hizo llegar a este mensajero, que les marcara la pauta de corrección de sus actos y les revelara grandes acontecimientos del final de los tiempos.

Y es que, aunque el pueblo se confabuló en dudar del amor de Dios, hasta el punto de convencerse de que no valía la pena buscar agradarlo ni seguir haciendo Su voluntad, esto jamás ocurrió ni ocurrirá. Dios jamás dejará de amar a Su pueblo ni dejará de tener en Su voluntad que todas las almas se salven.

Siglos después sería Dios mismo hecho carne, el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, revelándose al hombre, no solamente con enseñanzas, exhortaciones, confrontaciones y advertencias, sino también dando cumplimiento a las señales que sólo el Mesías era capaz de hacer, las cuales fueron descritas por los profetas.

"A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer."
Juan 1:18

Aún así la representación de Israel no lo quiso reconocer como el Mesías, sino más bien lo entregaron en sacrificio, en la muerte más humillante y dolorosa habida en el momento, la cual era la crucifixión, la tortura preferida por los romanos para hacer pagar a los maleantes la pena de muerte.

Y esa cruz que hasta la fecha había sido señal de maldición, se tornaba bendición al mundo, por la sangre de Jesús bañando el madero. Muerto Jesús y sepultado, resucitó al tercer día, abriendo el acceso a la salvación a todo aquel que en el cree y lo reconoce como Señor y Salvador.

A diez días de Su ascensión a la diestra del Padre se cumplió la promesa del Espíritu Santo, quien, viniendo a morar en cada uno de los discípulos de Cristo, en el aposento alto, dio nacimiento a la iglesia, la cual permanece hasta la fecha y hasta el día en que el Señor la lleve consigo.

La iglesia de Cristo no es exclusivamente judía sino que, habiendo gran parte de los judíos rechazado al Mesías, esta transitó de los judíos a los gentiles mediante la expansión del evangelio y por el ministerio apostólico dado directamente a Pablo por el Señor resucitado.

Y él, juntamente con los demás apostoles de Jesucristo, fueron los delegados a asentar las bases en Cristo, el perfecto fundamento inamovible, por el que se edificará la iglesia.

Puesto que los creyentes judíos partían de un conocimiento previo de Dios y de Sus promesas cumplidas y por cumplir, por medio de las Escrituras comprendidas por la ley, los salmos y los profetas, pudieran tener ventaja con esto de la salvación con respecto a sus hermanos gentiles.

Pero la salvación no dependerá de cuánta ley se sepa uno y del conocimiento socio-cultural del primer receptor de la promesa, sino a partir de Cristo, como Dios ha determinado revelarse en los últimos tiempos.

"Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;"
Hebreos 1:1-2

Y ahora es la iglesia la portadora de la luz de Cristo, por la que Dios se revela al hombre y le ofrece la oportunidad de ser salvo por el evangelio de la reconciliación en el Hijo, el Señor Jesucristo.

Pues he aquí que nos da el Señor la función y el motivo por el que Su iglesia está en el mundo y no gozando aún en toda Su gloria:

"Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura."
Marcos 16:15

Como Malaquías, la iglesia somos los enviados del Señor. Sólo nos queda disponer el corazón al llamado y responder tal como plasmara Isaías, en Isaías 6:8 : "Heme aquí, envíame a mí."


















VOLVIENDO A LO DE ANTES, Nehemías 13

VOLVIENDO A LO DE ANTES, Nehemías 13

Cuando oyeron, pues, la ley, separaron de Israel a todos los mezclados con extranjeros. Y antes de esto el sacerdote Eliasib, siendo jefe de la cámara de la casa de nuestro Dios, había emparentado con Tobías, y le había hecho una gran cámara, en la cual guardaban antes las ofrendas, el incienso, los utensilios, el diezmo del grano, del vino y del aceite, que estaba mandado dar a los levitas, a los cantores y a los porteros, y la ofrenda de los sacerdotes. Mas a todo esto, yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes rey de Babilonia fui al rey; y al cabo de algunos días pedí permiso al rey para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una cámara en los atrios de la casa de Dios. Y me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la cámara, y dije que limpiasen las cámaras, e hice volver allí los utensilios de la casa de Dios, las ofrendas y el incienso.
Nehemías 13:3-9

Fue una bendición pertenecer a la generación de retornados a Jerusalén, después de setenta años deportados a Babilonia.

Durante el tiempo de la restauración se evidenciaba a Dios obrando en su favor, guardándolos del enemigo, frustrándoles los planes de boicotear la obra, y exhibiendo Su poder en el levantamiento de todo el muro de Jerusalén en tan sólo cincuenta y dos días.

Así que todos en la ciudad se maravillaban, recibían la lectura de la ley, se humillaban en arrepentimiento, se gozaban y se fundían en alabanzas...

Estos mismos que también escribieron una fiel promesa a Dios, de total obediencia a Su palabra, y la firmaron cada uno con sus nombres, ahora estaban volviendo de nuevo a lo de antes de la restauración.

Y es que ya anduvimos advertidos, con las constantes amenazas de Tobías a Nehemías, que el hecho de que algunos principales mantenían comunicacion amistosa con él, a la larga (o no tanto) les iba a traer serios problemas.

Pues este mismo Tobías, enemigo aférrimo de Israel, venía a ser pariente del sacerdote Eliasib, de una confianza tal que el sacerdote lo puso en el sitio más privilegiado que existía: el mismísimo templo de Dios, en el lugar de las ofrendas y de lo consagrado al Único y Todopoderoso Dios vivo y verdadero.

Esta decepcionante escena no se habría materializado de haber estado Nehemías presente. Pero en aquel tiempo le tocó volver al servicio de Artajerjes, para emitir otra solicitud de permiso y volverse cuanto antes.

Debió de pasar el tiempo suficiente como para que olvidaran la ley, dejando de lado las lecturas. Ya que, para esta ocasión, ya habían vuelto a tener la necesidad de separar a los mezclados con extranjeros, cosa que ya se hizo durante el inicio del levantamiento de los muros, organizado por Nehemías.

Además que, un templo ocupado por un pagano como Tobías, ¿quién iba a querer sustentarlo con sus ofrendas y diezmos? ¿Acaso no se iba a beneficiar éste de lo que debía ser para consagración, si ya se estaba beneficiando del propio templo?

En consecuencia, el pueblo dejó de diezmar y sustentar a los levitas y a los cantores del templo. Así que a éstos les toco volverse cada uno a su heredad para buscarse la vida.

Porque los propios levitas y cantores dejaron de asimilar el servicio a la casa de Dios como su sino en la vida, para llegar a tenerlo como una labor remunerable como otra cualquiera. Por lo que, en cuanto les dejó de entrar el sustento, abandoraron totalmente el servicio del templo, lugar en el que aquel Tobías parecía haberse salido con la suya.

Pero Dios permitió que Nehemías volviera a tiempo para reponer de nuevo el orden y la santidad en la ciudad y, sobretodo, en el Templo.

Siglos después de este acontecimiento, Dios mandó a Su Hijo, el Señor Jesucristo, que se entregó por nosotros en la cruz del calvario para la redención por nuestros pecados. Con Su resurrección al tercer día nos dió acceso directo a la vida eterna en Él y con Su ascensión a la diestra del Padre nos dió el Espíritu Santo a morar en nosotros, siendo ahora cada uno, el templo de Dios.

Los inicios de la iglesia en Judea fueron hermosos, donde los convertidos convivían y perseveraban unánimes en la lectura y la oración. Con la muerte de Esteban y el inicio de la persecución a todo aquel que considerara a Jesús como el Mesías, se vieron obligados a volverse a las ciudades de donde habían venido. Este acontecimiento facilitó la expansión del evangelio.

La iglesia iba creciendo, habiendo cada vez más ciudades en las que se congregaban. Una expansión que requería también de alguien que les mantuviera unánimes en la sana doctrina. Y para esto fue llamado Pablo por el Señor, como apostol a los gentiles, para sentar la base doctrinal cristiana de donde todos se levantaran como una sola edificación, en Cristo.

Igual que cuando en Jerusalén firmaron la fiel promesa, cuando nacía una nueva congregación de la iglesia de Cristo, sus inicios reflejaban la disposición de mantenerse escrupulosamente fieles al evangelio.

Todo iba bien mientras Pablo se mantenía cerca pero, podía suceder como a los de Galacia, que de no mantener su disciplina en la sana doctrina y en la práctica de la fe cristiana en lectura y oración, acabaron abrazando doctrinas judaizantes, por haberse querido emparentar con falsos hermanos.

"Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema."
Gálatas 1:6-8

Desde el inicio de su ministerio, Pablo se daría cuenta que el mayor de los peligros de la iglesia y del asentamiento de sus bases fundamentales residían en las sectas judaizantes.

Y en esto se centró y discipuló a maestros y pastores para que hiciesen lo propio, algo que todos en la iglesia nos deberíamos aplicar:

"Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio."
2 Timoteo 4:1-5



















jueves, 17 de febrero de 2022

EL RECORRIDO EN LA MURALLA, Nehemías 12:31-42

EL RECORRIDO EN LA MURALLA, Nehemías 12: 31-42

"Hice luego subir a los príncipes de Judá sobre el muro, y puse dos coros grandes que fueron en procesión; el uno a la derecha, sobre el muro, hacia la puerta del Muladar." (...)
"Y a la puerta de la Fuente, en frente de ellos, subieron por las gradas de la ciudad de David, por la subida del muro, desde la casa de David hasta la puerta de las Aguas, al oriente. El segundo coro iba del lado opuesto, y yo en pos de él, con la mitad del pueblo sobre el muro, desde la torre de los Hornos hasta el muro ancho; y desde la puerta de Efraín hasta la puerta Vieja y a la puerta del Pescado, y la torre de Hananeel, y la torre de Hamea, hasta la puerta de las Ovejas; y se detuvieron en la puerta de la Cárcel. Llegaron luego los dos coros a la casa de Dios; y yo, y la mitad de los oficiales conmigo," (...)
"Y los cantores cantaban en alta voz, e Izrahías era el director."
Nehemías 12:31-42

Tras la finalización de las obras y las lecturas de la Ley, con sus correspondientes correcciones en el pueblo y aplicación de la misma, se daba paso a la ceremonia de cierre de la inauguración del muro y del nuevo comienzo en la ciudad santa.

Con músicas y cantos tuvieron lugar  grandes muestras de júbilo y alabanza, en gratitud a Dios por las grandes maravillas hechas para con Su pueblo.

Seguidamente, y en colofón de la ceremonia, se dio paso a un recorrido dedicatorio por las recién estrenadas murallas de la ciudad.

Porque las murallas no se trataban de simples paredes, sino que a modo de edificación estructurada se extendía por todo el rededor de Jerusalén, cuya terraza permitía el paso holgado de los vigías que guardaban la ciudad y, en este caso, el paseo del comité ceremonial con parte del pueblo, sus principales y sus coros de acompañamiento.

No se trató de un recorrido al uso, siguiendo un orden, según la construcción de la muralla, sino de una selección por tramos, de una relevancia especial, según supusieran para el pueblo, conforme a la disposición de cada uno.

Desde la derecha irían, pues, primeramente hacia la puerta del Muladar, de donde se trasladarían hasta la puerta enfrentada, que era la de la Fuente, para continuar hasta la puerta de las Aguas.

El resto de la comitiva recorrería desde la Torre de los Hornos (esta se encontraba cerca de la puerta del Valle), y por el muro ancho hasta la puerta Vieja, la cual sería el punto de encuentro para con los que se aproximaban desde la puerta de Efraín, en la zona amurallada interior de la ciudad.

De allá proseguirían hacia la puerta del Pescado, pasando por las torres de Hananeel y Hamea, hasta llegar a la puerta de las Ovejas y, de ahí, retornar hasta la puerta de la Cárcel para reencontrarse los dos coros y fundirse en alabanzas, con Izrahías en dirección de ellas.

Quizá, leído por encima y a voz de pronto, no nos sugiera nada esta extraña organización inaugural, excepto la poca ortodoxia en la forma de plantear el recorrido.

Pero al igual que el orden en que se registró la restauración del muro, conforme a las puertas que se fueron levantando en su recorrido, los puntos en el trayecto inaugural también tienen mucho que contarnos, si nos adentramos en el  significado de unos nombres, en el orden en que se llevó a cabo el itinerario o en la relevancia de las puertas.

Ellos pudieron recordar que fueron esclavos librados por Dios con mano poderosa y brazo extendido, consagrados y puestos para testimonio a las naciones.

Llegaron a ser una gran nación recibiendo la ley y la justicia en el Sinaí y ensanchándoles el paso hacia la tierra prometida dejando atrás cuarenta años de vagar en el  desierto.

Todo esto rememoraron hasta la puerta Vieja y, retornados de este exilio, sólo les quedaba mirar hacia adelante, hacia la promesa de la gracia de Dios a través del Mesías, el Redentor, y el que vendría a establecer Su reino para siempre, derrotando a la maldad.

Porque sobre todo esto ya escucharon a través de los profetas, de los cuales Enoc fue del que primero se registra que anunciara claramente el evento de la venida del Señor en toda Su gloria:

"De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él."
Judas 1:14-15

Y como Isaías profetizó de Él:

"Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido."
Isaías 53:7-8

Y hacia estas promesas dirigieron sus miradas y sus cánticos de celebración, dirigidos por aquel cuyo nombre, Izrahías, les confirmaba la promesa "Yahvé se levantará" o "Yahvé brillará".

Y al paso de los siglos la promesa del Redentor se materializó con el Señor Jesucristo, Dios hecho carne y habitando entre los hombres, pero sin pecado. Para entregarse en sacrificio cual cordero pascual, para hacer pasar por alto la muerte a todo aquel que en Él cree, redimiéndolo de sus pecados.

Más de dos milenios después de que el Mesías se despojó de Su gloria para bajar a lo más humilde y pobre de la humanidad, tenemos acceso a un más amplio panorama por el cumplimiento de unas profecías y por la plenitud de las revelaciones por medio de los evangelios, las enseñanzas y las últimas revelaciones plasmadas en el libro de Apocalipsis.

De modo que ya no esperamos al Redentor, pues ya lo tenemos, al Señor Jesucristo por medio de quien somos sacados del muladar de nuestros pecados, y adoptados como hijos de Dios por el Espíritu Santo, quien hace morada en nosotros y nos prepara para expandir el evangelio de salvación al mundo.

Una mirada retrospectiva nos sirve para atestiguar la nueva vida en Cristo mientras que, como punto en común con quienes participaron junto con Nehemías en el recorrido del muro, esperamos el día en que el Señor va a volver, y se presentará al mundo con toda Su gloria resplandeciente, ya no como Cordero, sino como el Rey de reyes y Señor de señores, y emitirá juicio y condena eterna a los hacedores de maldad.

Es una bendición poder leer el Antiguo Testamento desde la óptica de Cristo. ¡Gracias a Dios por hacernos disponer de toda la revelación y, lo más importante, de Su gracia para con nosotros a través del Hijo!

A veces uno se puede aburrir leyendo datos históricos que piensa que no tienen nada que ver con su idiosincrasia. Pero cuando esa historia es Cristo plasmado en letra, entonces ya toma la mayor de las relevancias a nuestra vida.

"Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza."
Romanos 15:4


















miércoles, 16 de febrero de 2022

UN LUGAR EN EL REINO, Nehemías 11:20

UN LUGAR EN EL REINO, Nehemías 11:20

Y el resto de Israel, de los sacerdotes y de los levitas, en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad.
Nehemías 11:20

De un modo u otro, tanto los que fueron asignados para habitar en Jerusalén como los que no, todos tenían su lugar en el reino.

Cada uno disponía de su heredad, la cual fue designada a suertes en tiempos de Josué, en las tierras que Dios prometió para Su pueblo.

Para tener heredad era imprescindible ser de los hijos de leví, acreditados según el registro de genealogías.

De modo que muchos fueron excluídos del sacerdocio, no en este momento, sino cuando se dió el primer registro de retornados, encabezado por Zorobabel, por no poder demostrar su linaje.

Algunos pudiéramos ver, en esta exclusión, una falta de consideración para con aquellos que retornaron y no pudieron verificar sus raíces.

Aunque a estas alturas de la historia del pueblo de Dios ya no debían caer en el mismo error de siempre, que era el mezclarse con otras culturas y naciones, corrompiendo así su calidad de nación santa y testimonio de Dios al mundo. 

Porque de esta nación vendría el Mesías prometido por Dios, el Redentor, a liberarnos del pecado y de la muerte y a establecer Su reino eterno sobre la tierra.

Y Dios cumplió Su promesa en la persona del Hijo, el Señor Jesucristo viniendo en carne para entregar Su vida por la nuestra, dándonos una nueva vida y un lugar en Su reino.

Entonces todo aquel que en Él cree es pasado de muerte a vida y sellado con el Espíritu Santo en una nueva identidad como hijo de Dios.

El sello del Espíritu Santo es la acreditación del linaje de los que creen que Jesús es el Señor, que murió, resucitó, subió a la diestra del Padre y ha de volver para establecer Su reino eterno sobre la tierra.

Así que muchos pueden decir de sí mismos pertenecer a Cristo, pero sin la verificación de la nueva vida en Él por el Espíritu Santo que lo atestigua en su forma de vivir y en su fruto, éstos no tienen lugar en el reino.

Esta aclaración le fue necesaria  los hermanos de Corinto pues, al parecer, o no sabían distinguir entre los unos y los otros, o no estaban mostrando con su forma de vivir según su acreditación como hijos de Dios.

"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios."
1 Corintios 6:9-11

Y en esta justificación accedemos a un lugar en el Reino de los Cielos, como coherederos con Cristo, por el testimonio del Espíritu Santo en cada creyente.

Ahora pues, librados del fatal destino de la muerte por nuestros pecados y pasados a vida por la fe en Cristo Jesús, el Señor no dá esta esperanza:

"En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis."
Juan 14:2-3

Por la esperanza de la concesión del eterno lugar reservado para con nosotros en Cristo, seamos fieles a la acreditación recibida por el Espíritu Santo, viviendo conforme al Espíritu y no conforme a los que no lo tienen, por tal de atestiguar al mundo la proclamación del evangelio por medio de nuestros frutos.

Y mientras esperamos el día de la toma de nuestra heredad en el Reino, Pablo nos regala este práctico pensamiento:

"Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos."
Romanos 8:24-25


















martes, 15 de febrero de 2022

MORADA EN LA CUIDAD SANTA, Nehemías 11:1-2

MORADA EN LA CIUDAD SANTA , Nehemías 11:1-2

Habitaron los jefes del pueblo en Jerusalén; mas el resto del pueblo echó suertes para traer uno de cada diez para que morase en Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades. Y bendijo el pueblo a todos los varones que voluntariamente se ofrecieron para morar en Jerusalén.
Nehemías 11:1-2

Con los muros terminados ya estaba la ciudad completa, porque muchos de los retornados con Zorobabel se dedicaron a levantar sus casas durante el tiempo en que estuvieron paradas las obras en el templo.

Hasta el momento la totalidad de los repatriados convivieron en Jerusalén, pero eso suponía superar el aforo de sus casas y levantar tiendas en las calles para los que no tenían cabida bajo un techo.

Llegó el momento, pues, de ubicarse cada uno en su sitio, se quedarían a vivir en Jerusalén los jefes del pueblo y del resto, uno de cada diez lo harían por sorteo, de entre los que se ofrecieron voluntarios.

Porque en la capital debían morar los jefes, pero cada cual entre los judíos tenía su heredad en otras ciudades, aquella que recibieron en su día una vez pasado el Jordán y tomadas las tierras de la promesa.

Por lo que al que se ofrecía a vivir en Jerusalén le suponía prescindir del terreno y del hogar que perteneció a sus padres para empezar una nueva etapa en la capital.

De ahí vendrían los elogios de sus compatriotas, además de saberse la peligrosidad de que Jerusalén era el punto en la diana de todos sus enemigos, ya que tomando la capital se tomaba también a toda la nación.

A lo largo de la historia de Israel se han registrado hombres que protagonizaron grandes muestras del poder de Dios y de Su misericordia.

Algunos fueron llamados por su nombre, como Noé, Abram y Moisés. Otros se dieron voluntariamente a su servicio, como Samuel, el consagrado para el Señor desde que fue engendrado en respuesta a los ruegos de Ana, su madre.

El voluntariado de Daniel y Nehemías en la obra de Dios fueron determinantes para la subsistencia de Israel, de igual manera la disposición de Ester y su fe contribuyeron en ello.

También hay quienes tuvieron parte pero no una sincera disposición, como el caso de Jonás, que prefirió responder al llamado huyendo de la presencia de Dios y el desenlace de esa historia ya lo conocemos.

Del mismo modo que a los voluntarios para residir en Jerusalén les supuso sacrificar la herencia de sus padres a cambio de un lugar en la ciudad santa, a los que siguieron a Jesús en Su ministerio les debía suponer un nuevo comienzo, una mirada puesta en el reino de Dios, donde no hay cabida a las cosas de este mundo.

Porque no vino un hombre a hablar de una utopía, sino que Dios mismo, el Hijo, se hizo carne y habitó entre los hombres, acercando Su reino a ellos, primeramente con el anuncio a los judíos y expandiéndolo a toda la humanidad por Su obra redentora en la cruz del Calvario, su resurrección al tercer día y su ascensión a la diestra del Padre, de donde ha de volver para establecer Su reino sobre la tierra y destruir por completo toda la maldad.

Durante el ministerio de Jesús hubieron muchos que lo seguían allá donde fuera. De esta multitud, una parte se acercaba a Él por sus milagros, otra parte por mera curiosidad, luego estaban los fariseos y todo el equipo de investigación que se despertó en el Sanedrín cuando saltó el anuncio de que Él era el Mesías prometido por las señales que realizaba y por último estaban sus discípulos, aquellos que lo seguían y lo tenían por Señor y Maestro, tomando parte en la anunciación del reino a los judíos.

De tanto en cuando se animaban otros a seguirle en calidad de discípulos pero, al sopesar el sacrificio que ello comportaba, acababan demostrando que su fe no era tal como el entusiasmo que expresaban.

"Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios."
Lucas 9:57-62

Porque ellos no consiguieron reconocer a Dios en la persona de Jesucristo sino que lo entendían como a un hombre ungido por Dios como David, guerrero y pronto para reclamar su trono a los romanos a base de artes bélicas, a la usanza humana y no Divina.

Pero Dios tiene unos planes más elevados que el más excelso de los pensamientos del hombre, donde la milicia es obrada en piedad y misericordia y Su trono eterno es establecido en el amor, dando adopción al hombre por medio del Hijo, el Señor Jesucristo, poniendo Su vida por todo aquel que en Él cree.

Y el Dios y Padre Eterno, pudiéndonos haber hecho desaparecer por completo con mucho menos que un simple pensamiento, lo ha entregado todo por la salvación de nuestras almas, para que seamos reconciliados con Él por medio de Su Hijo, el que entregó Su espíritu clavado en una cruz y nos da la vida eterna en su Resurrección.

También nos tiene un hogar preparado en Su reino, dándonos el privilegio de hacernos partícipes de Su heredad.

Para ello es necesario reconocer a Jesús como Señor y Salvador en arrepentimiento y fe en Su obra redentora por la que somos justificados delante de Dios.

Por medio de la fe somos hechos salvos y sellados por el Espíritu Santo que hace morada e nosotros.

Una vez pasados de muerte a vida está en cada cual desprenderse de su pasada forma de vivir y de aquellos males heredados por los pecaminosos actos de nuestro viejo hombre.

En este punto veremos cuán comprometidos estamos con el reino de Dios y con la obra de nuestro Señor Jesucristo.

Sigamos el ejemplo de Pablo.

"Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;"

"Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús."
Filipenses 3:8, 9, 13 y 14.












ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17

ACTITUD VICTORIOSA, 2 Crónicas 20:15-17 Y dijo: Oid, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén , y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: N...