Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.
1 Crónicas 29:14
Nos encontramos en el momento en que el rey David está traspasando sus funciones, a su hijo Saúl, delante de todos los principales de Israel.
Después de presentar proyecto, planos y provisiones para la obra del templo, y de exhortarlos a la permanencia en la ley y en los mandamientos de Dios, David se encuentra ahora entonando una alabanza en gratitud delante de todos.
La alabanza inicia exaltando a Dios por Su majestad y Su gloria, en reconocimiento de Su grandeza y de que es poseedor de todas las cosas, por cuanto Él es el Creador de ellas.
Entonces el rey continuará su alabanza, según la reciente exhortación, apelando la generosidad de los principales para la obra del templo, abriendo una cuestión que nos lleva al autoexamen, "quien soy yo, y quien es mi pueblo", en vista de derribar toda posible jactancia humana ante las ofrendas para la obra de Dios.
Concluye respondiendo: "pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos".
Aunque los necios insisten en afirmarlo, nuestra existencia no es fruto de la casualidad ni el universo apareció a causa de una fortuita explosión a partir de la nada.
Es un hecho científico que de la nada no puede aparecer algo, sino que es necesario que haya algo o alguien que provoque que ese algo exista.
Dios se revela abiertamente al hombre a través de toda Su creación: Los cielos con todos los cuerpos celestiales visibles, tangibles y etéreos, la tierra, con sus altas cimas que parecen tocar el cielo, con sus apacibles valles y sus asombrosos acantilados, y los mares repletos de especies marinas tan variopintas como las que aún están por descubrir, morando en las profundidades más oscuras.
Todo lo que hay en la tierra ha sido creado por Dios, de manera que el hombre, que también es criatura de Dios, es irremediablemente dependiente de Dios, por cuanto necesita de Él hasta para respirar.
Y he aquí la misericordia del Todopoderoso Dios Creador de los cielos y la tierra. Que habiendo incrédulos que declaran abiertamente no querer saber nada de Él, Dios permite que también ellos puedan proveer a sus pulmones de aire fresco y les concede el poder disfrutar de los cálidos rayos del sol despuntando al amanecer, o refrescar el olfato con el olor del rocío sobre la hierba.
Y si pareciera poco que Dios sustenta la vida terrenal de todas Sus criaturas, aún ha dado la vida de Su Hijo en pago por los pecados de todo el mundo para que, por medio de la fe en el Señor Jesucristo y en Su obra salvífica en la cruz del Calvario, podamos recibir este don inmerecido del perdón y de la vida eterna, reconciliándonos con Él en el Hijo.
Habiendo sido sellados por el Espíritu Santo en el momento de nuestra conversión a Cristo, pasamos de muerte a vida bajo una nueva identidad, la de hijos de Dios.
Y como hijos, también herederos de Dios juntamente con el Hijo, de toda Su gloria.
"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados."
Romanos 8:16-17
Habiéndonos dado, pues, la propia vida en Cristo, que es eterna, aún nos sustenta con todo lo necesario para el mantenimiento del cuerpo e incluso nos da de más, para aquello que no es de necesidad básica, pero como si lo fuera.
Sin embargo nos toca reconocer cuántas veces asimilamos estos sustentos como frutos de mérito propio, ya sea por salario laboral, o bienes adquiridos a lo largo del diario vivir, pensando "esto es mío, de mi propiedad".
Entonces es cuando cerramos el puño para no soltar el fruto. Pudiéramos parecernos a los de Corinto que en aquel entonces animaron a otras congregaciones a ofrendar para los hermanos sitos en Judea, pero ellos se fueron desentendiendo, hasta el día en que el apostol Pablo tuvo que llamarles la atención.
"Por tanto, tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como de generosidad, y no como de exigencia nuestra. Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre."
2 Corintios 9:5-7
Hoy es día de valorar justamente todos los bienes de los que Dios nos ha provisto, empezando por la vida, y plantearnos su uso de forma en que sirva para la gloria y la honra de Dios, y no para nuestro ego
Nos preguntaremos: ¿Quién soy yo para ofrecerte voluntariamente aquello que sólo Tú me has dado?
Pues todo es Tuyo, y de lo recibido de Tu mano, te doy.
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