Asimismo da a mi hijo Salomón corazón perfecto, para que guarde tus mandamientos, tus testimonios y tus estatutos, y para que haga todas las cosas, y te edifique la casa para la cual yo he hecho preparativos.
1 Crónicas 29:19
Ultimando la oración, David le pide a Dios que le dé a su hijo un corazón íntegro, apto, capaz y dispuesto a mantenerse en sus mandamientos, para llevar a cabo exitosamente la edificación del templo y su reinado.
La petición del rey implica necesariamente que Salomón centre su vida en los designios de Dios, y su corazón en sus mandamientos.
Porque la perfección en el corazón del hombre no es posible por sí mismo, y esto es a causa de Adán, por la mancha del pecado que nos separó de Dios desde el momento en que el primer hombre decidiera transgredir el único mandamiento de Dios, que contenía su advertencia expresa de castigo.
No obstante, y aunque no existe peor condena que la muerte, Adán prefirió disponer por sí mismo del conocimiento del bien y del mal a continuar basando su existencia en dependencia exclusiva de Dios.
Y con la autonomía le vino la condenación, por cuanto así espetaba el mandamiento, el cual leemos en Génesis 2:17: "mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás."
Sabiendo que esto iba a acontecer, Dios, en Su inconmensurable amor y misericordia, trazó el perfecto plan de salvación en el que cargaría sobre Sí con todo el peso de la condena, para el perdón y la vida eterna en el hombre, en cumplimiento de toda justicia.
Siendo necesaria, pues, la integridad en el corazón del hombre para que este pueda acceder a Su presencia, Dios nos proveyó de Su Hijo. Para que por medio de Él lleguemos a alcanzar la perfección de la santidad, requisito imprescindible para alcanzar Su gloria.
"Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón."
Salmos 15:1-2
Es por medio de la fe en el Señor Jesucristo que alcanzamos Su integridad y Su justicia. Dones dados por pura gracia y misericordia de Dios, para nuestra reconciliación con Él y para Su gloria y honra.
En Él somos tratados por el Espíritu Santo en pos de la voluntad de Dios y según la perfección del carácter de Cristo.
Porque aunque, en el Espíritu, todo aquel que cree en el Hijo es hecho una nueva criatura, en adquisición de la naturaleza Divina, por cuanto viene a morar en cada uno de los que en Cristo hemos creído, aún nuestro cuerpo de carne se ve afectado por la ley del pecado y de la muerte.
Y esto hace necesario que tengamos que experimentar adversidades de mayor o menor índole, durante nuestra estancia en este mundo, para el sometimiento de nuestra carne a la voluntad de Dios.
"Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis."
Gálatas 5:16-17
Así como David entendía que Salomón necesitaba un corazón perfecto, hoy es día de desechar todo aquello que nos impide continuar creciendo en la integridad en el Señor Jesucristo.
Y como en el mundo siempre va a haber oposición a que la santificación se lleve a cabo, sirvámonos hoy del consejo de Santiago, cada vez que veamos a las pruebas venir.
"Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna."
Santiago 1:2-4
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