De los hebronitas, Hasabías y sus hermanos, hombres de vigor, mil setecientos, gobernaban a Israel al otro lado del Jordán, al occidente, en toda la obra de Jehová, y en el servicio del rey.
1 Crónicas 26:30
Si anteriormente leímos tocante a los gobernadores y jueces de Israel en cuanto a asuntos exteriores, ahora ultimamos el capítulo leyendo sobre los gobernadores y oficiales puestos al mando al otro lado del Jordán, sobre los asuntos interiores, que es en la obra de Dios y en el servicio del rey.
Esta es la zona de Galaad, la que los Rubenitas, los Gaditas y la media tribu de Manasés solicitaron poseer antes de cruzar el río.
El territorio se encontraba, pues, separado naturalmente del resto de la nación, por el cauce del Jordán. También era la zona más susceptible de ser atacada, ya que linda con las naciones paganas.
Podemos añadirle que los habitantes de este territorio no tenían la posibilidad de acercarse al templo tantas veces quisieran o lo requirieran, y además debían gestionar de otra manera la logística de sus diezmos y ofrendas para presentarlas durante las fiestas solemnes, cosa que requería de una mayor previsión, y así poder tener toda la transacción lista para la fecha de su partida.
"Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año. Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días. Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Jehová tu Dios te bendijere, entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere; y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia."
Deuteronomio 14:22-26
Ya hizo bien David en poner a gobernar en estas tierras a hombres fieles, fuertes y vigorosos, pues de la solidez del pueblo en esta zona ante el enemigo, dependería muy mucho la del resto de la nación.
Tanto así que al tiempo el territorio de Galaad adquirió mala fama, según el profeta Oseas, ya en tiempos de Ezequías:
"Galaad, ciudad de hacedores de iniquidad, manchada de sangre."
Oseas 6:8
Y también se sabe por medio de textos históricos que toda esta zona fue la más aquejada durante el periodo intertestamentario, a causa de la poca población que quedó en ella a la vuelta del exilio y, por ende, floja en defensa ante el ataque de sus vecinos.
Sabemos que en las Escrituras todo lo referente al Antiguo Pacto vino a ser sombra de lo que ha de venir y figura de las cosas celestiales. Así como también Pablo comentó sobre ello, lo siguiente:
"Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza."
Romanos 15:4
Bajo esta premisa, y habiendo extraído varias y muy útiles aplicaciones durante la lectura de este capítulo veintiséis del primer libro de Crónicas, tomamos la lectura de sus tres últimos versículos con la confianza de que el Señor nos va a permitir seguir aprendiendo por medio del Espíritu Santo, encaminándonos a un cada vez más marcado carácter de Cristo.
En Cristo somos hechos hijos de Dios y puestos por Su iglesia por la acción bautismal del Espíritu Santo, quien también viene a morar en cada uno de los que creemos en Jesús como Señor y Salvador nuestro.
Aunque somos hechos nueva criatura, por cuanto adquirimos una identidad espiritual en Cristo, que antes no teníamos, nuestro cuerpo de carne sigue atado a la ley terrenal, de modo que aún le es necesario inmiscuirse en funciones no vinculadas con el Espíritu sino más bien seculares y también fisiológicas, en mantenimiento del cuerpo y de su subsistencia en el mundo.
Estos asuntos los hemos relacionado anteriormente con esos asuntos exteriores que fueron delegados a Quenanías e hijos.
En esta ocasión vemos una situación algo así como antagónica, en la cual se otorga unas funciones internas en un lugar de acción no externo, pero sí de lo más alejado del templo y limítrofe con las naciones paganas.
En el ámbito de la iglesia estas funciones podrían entenderse como la obra en torno a lo evangelístico, dejando que la luz de Cristo sea vista más allá de las cuatro paredes que cobijan a la congregación, lo cual es de vital importancia, tratándose de la gran comisión que nos fue dada por el Señor Jesucristo justo antes de ascender a la diestra del Padre.
Debemos reconocer que, a pesar de estar en pleno conocimiento de la gran comisión a cumplir por la iglesia, nos parece tan hostil el terreno que hay más allá de la cobertura del templo, que preferimos adaptar unas campañas evangelísticas de manera en que no nos haga falta salir, sino que sean los de afuera los que vengan por medio de invitaciones.
Pero el Señor dejó dicho algo al respecto en el Sermón del Monte que, aunque aún no existía la iglesia por encontrarse en ese entonces bajo el Antiguo Pacto, la palabra de Dios traspasa los tiempos, porque es eterna como lo es Quien la inspiró.
"Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."
Mateo 5:14-16
Para hacernos una idea de lo que quiso decir el Señor Jesucristo con estas palabras, deberíamos conocer que un almud trataba de un recipiente cuadrangular con algo más de cuatro litros de capacidad que servía para medir producto seco.
Así que si alguien encendiera una lámpara de aceite de las de antaño y la introdujera en un almud, la luz quedaría totalmente opacada por las paredes del recipiente, además que pudiera incluso sofocarse la llama, lo cual sería una acción totalmente incongruente.
Ahora, no se pudo ilustrar una escena que mejor representara qué es lo que estamos haciendo como iglesia, que es reunirnos en un local para que sea entre esas cuatro paredes donde dejemos que resplandezca la luz de Cristo.
Por lo tanto va siendo hora de que adquiramos el vigor y la fortaleza necesarias para que la iglesia se acerque a las lindes con el mundo. Porque, ¿cómo conseguir que la luz de Cristo les ilumine si no la ponemos a su alcance?
"¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!"
Romanos 10:14-15
Luego, en lo personal de cada creyente, esta reflexión nos lleva a examinar cuál es nuestra situación espiritual en los días en que no hay culto, es decir, fuera del alcance congregacional que es aquel cuya acción se centra en un día a la semana, a lo sumo dos, pero que el resto de días el creyente no deja de serlo. Sino que ha de cumplir con la obra de Dios y en servicio a Él, igual o con mayor entusiasmo, incluso, que el día de la reunión de los santos.
Porque, igual que el otro lado del Jordán venía a necesitar ser gobernado por hombres fuertes y vigorosos, debido al constante peligro que atañía colindar con territorio pagano, nosotros los creyentes nos vemos en el deber de fortalecer nuestra vida devocional diaria para nuestro crecimiento y testimonio de Cristo al mundo.
Hoy tomaremos este consejo de Pablo, para ejercitarnos para la vida en Cristo, no sólo en domingo, sino todos los días de la semana:
"Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera."
1 Timoteo 4:7-8
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